Biopic del legendario pistolero Wild Bill Hickock, de la mano de otro viejo pistolero del cine de acción como Walter Hill, de la hornada de los grandes directores norteamericanos que surgieron en los 70 (Spielberg, De Palma, Scorsese, Coppola), de cierta repercusión en los 80 con títulos tan conocidos como “The Warriors” (1979), “Límite 48 horas” (1982) o “Calles de fuego” (1984), además de haber escrito guiones como el de “Aliens, el regreso” (1986) y “Alien 3” (1992).

El filme nos presenta a Wild Bill (Jeff Bridges) como un pistolero muy peculiar, afamado por lo rápido de su muñeca al empuñar el revólver y por cargarse a un sinfín de merecidos (e inmerecidos) individuos. Hill lo plantea como una narración en off contada con la voz de John Hurt, una especie de biógrafo no oficial que lo siguió muy de cerca durante una vida repleta de duelos al sol y rumores exagerados hasta acompañarlo en su último camino dentro del ataúd.

Como suele ser habitual en Hill, las escenas de acción son variadas y están muy presentes, sólo que se desarrollan en la primera parte y disminuyen en la segunda mitad, a la misma vez que también decae tanto el ritmo como el interés de la cinta. Aparentemente se trata de un intento serio de reflejar aspectos de la leyenda conocidos y mezclarlos con añadiduras inventadas, pero el conjunto no acaba de funcionar independientemente de la fidelidad o no de los hechos.

Sin embargo, la cinta tiene un formato bastante cuidado, destacando la fotografía polvorienta y sucia de exteriores e interiores. Además, cuenta con una actuación de Jeff Bridges notoria, lo que la hace más interesante de lo que sólo el guion y la fotografía puede ofrecer.

En resumidas cuentas, “Wild Bill” es de esas películas que como máximo se ven con indiferencia y, según el interés por el tema, pueden llegar hasta aburrir. Personalmente, estoy en la frontera entre las dos.