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España España · Somewhere Far Beyond
Voto de Richy:
7
Musical. Drama Teyve, el lechero de un pueblo ucraniano, vive feliz con su esposa y sus cinco hijas, todas ellas solteras. Una tarde, mientras hace el reparto, conoce a Perchick, un pobre estudiante de Kiev con ideales revolucionarios. Los dos simpatizan, y Teyve le ofrece casa y comida a cambio de que le dé clases a una de sus hijas. Al mismo tiempo, Lazar Wolf, un rudo carnicero que se ha quedado viudo, pide a Teyve la mano de su hija mayor. (FILMAFFINITY) [+]
6 de noviembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprendente y magnífico musical de Norman Jewison, un par de años antes de que rodara su otro también magnífico musical, “Jesucristo Superstar” (1973).

“El violinista en el tejado” es de esos filmes que emocionan fácilmente, que despiertan los sentidos y que derrochan felicidad y optimismo por su entrañables personajes, sus alegres canciones y su factura costumbrista. Jewison nos propone durante tres horas una historia muy sencilla, tan sencilla como el pueblecito judío en el que se desarrolla la narración: Anatevka, una aldea ucraniana sujeta al régimen zarista en el año 1905. Allí convive una variopinta comunidad judía ortodoxa, de férreas tradiciones y costumbres. El lechero de la aldea, Teyve (magistral Topol), tiene cinco hijas a las que espera casar con hombres bien asentados y de vastos recursos económicos, como manda la tradición. Pero no espera que ellas no quieran casarse con los pretendientes que su mujer, Golde (Norma Crane) y la casamentera han buscado para ellas, con lo que se verá siempre enfrentado con la duda entre el amor a sus hijas y la preocupación de su bienestar, y entre seguir las viejas tradiciones de su pueblo. Sus diálogos internos con Dios le facilitarán la tarea, al menos para tranquilizar su conciencia, que lucha por seguir lo que dicta la costumbre y se pone a prueba ante la diversidad de condiciones sociales y religiosas de los verdaderos amores de sus hijas.

Ése es el cuerpo principal de la historia, así de simple y aparentemente poco interesante. Pero gracias a la pericia de Jewison, a las buenas interpretaciones de los actores y a los vistosos números musicales y canciones pegadizas, “El violinista…” deja un excelente sabor de boca a quien se acerque a degustarla. Conforme avanza la narración, el espectador se introduce y queda atrapado sin remedio entre los bailes, cantos y congojas de los habitantes de Anatevka, y queda hechizado con la encantadora personalidad de Teyve, hombre rudo y tradicional donde los haya, pero con un gran corazón y un gran sentido común. Topol hace uno de los mejores papeles de su carrera, por el que ganó un bien merecido globo de oro.

Sin embargo, entre canción y canción, Jewison aprovecha para colar los inevitables pogromos y la sempiterna diáspora judía, sucesos tristemente relacionados con el pueblo elegido cada vez que sale en pantalla. Nos recuerda que los judíos siempre se han visto obligados al exilio y al castigo de los poderosos, en este caso del Zar, en medio de unos conflictos emergentes que hicieron tambalear su mundo ortodoxo para crear los cimientos de un cambio de ciclo en las formas de pensamiento, lo que vino a ser el germen de la Revolución Rusa. La introducción en el filme de ese inconformismo general se hace más notoria en el segundo entreacto, precisamente donde se pierde algo del excelente ritmo que se disfrutaba en el primero.

A pesar de los inevitables problemas étnicos que el pueblo judío padece en casi todas las películas de temática similar, el mensaje de la cinta de Jewison no pretende ser triste, ni provocar la lágrima fácil, ni la pena. “El violinista…” no es recordada por eso, sino por sus excelentes interpretaciones y, sobre todo, su cuidada banda sonora, en la que se incluyen grandes canciones como “Tradition”, y la conocidísima “If I were a rich man”, que todo el mundo ha cantado o ha escuchado alguna vez.

Quizás un tanto extensa, pero muy recomendable para todo el que busque una película que le produzca buenas sensaciones.
Richy
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