Haz click aquí para copiar la URL
España España · san sebastian
Voto de jerl:
9
Drama. Romance Alexandre es un joven burgués cínico y egoísta que vive en París. Se encuentra en un fase nihilista de su existencia: no estudia, no trabaja y apenas se interesa por los libros o por la música. Lo único que le interesa son las mujeres y, además, vive a su costa. Poco a poco va formando con Marie y Veronique, a pesar de la inicial resistencia de ambas, un atípico 'menage à trois', que, para él, es absolutamente satisfactorio porque ... [+]
7 de enero de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
La mujer francesa no es una mujer liberada, es una mujer vapuleada por la realidad, por la lucha de clases y por la historia.
Quizá todo fue culpa de Enrique IV, un Bourbon, tal vez de Luis XIV o muy posiblemente de Jo-sephine y del Marquís de Sade, pero lo cierto es que la mujer francesa ha sido históricamente mucho más manoseada que la de cualquier otro país europeo.
Pero la mujer francesa no tardó en darse cuenta de que aquella situación la servía no solo para su ascenso social (La Pompadour, Madame de Maintenon, etc.) sino también para tener un cierto control sobre los hombres.
Y fue así como se llegó al mayo francés, a Simone de Beauvoir, a la píldora y al sexo sin barreras. Los norteamericanos lo aprovecharon para crear la cultura hippie, los franceses la gauche divine.
Es en este contexto donde surge la idea de la mujer como clase social, opuesta al hombre y de-fensora de sus propios intereses. No se sabe si fue Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre o algún otro intelectual maoista, pero lo cierto es que Alexandre, el protagonista, se aplica a llevar a cabo estas ideas con verdadero ahínco.
Alexandre (Jean-Pierre Léaud) es un joven como otro cualquiera, ni demasiado feo ni demasiado atractivo. Más cerca de los veinte que de los treinta, no estudia, no trabaja, vive con Marie (Ber-nardette Lafon) en un apartamento cutre del Quartier latin, conduce un 4L prestado y pasea por el Boulevard Saint Germain con la sana despreocupación de quien no teme al futuro.
Pero un día siente una vaga inquietud, se levanta temprano y sale con la intención de encontrar a Gilberte (Isabelle Weingarten), un antiguo amor. Gilberte es alta y espigada (se casará con Wim Wenders en la vida real), viste un jersey ajustado y asiste a clase en un caserón antiguo. Alexan-dre la aborda en la acera y le propone de manera abrupta que se case con él. La chica reacciona con dulzura, van a tomar un café, escucha impávida el insustancial monólogo de Alexandre. Hay una cierta complicidad, un cariño manifiesto en sus miradas.
Tras este intento se dirige al Café de Flore, se encuentra con su amigo Philip, (Jacques Renard) e inicia uno de sus interminables monólogos. Sorprendentemente Eustache graba la conversación con escrupulosa minuciosidad, en plano medio, sin alardes técnicos.
Al salir se encuentra con una chica sentada en una mesa. Pasa por delante, se miran, él continúa, duda y cuando se vuelve ella ya no está. La ve alejarse, la sigue, la aborda y consigue su teléfono.
Ella es Veronike (Françoise Lebrun, novia de Eustache en la vida real), una enfermera ninfómana que se acuesta con los hombres por puro placer.
Alexandre se encapricha de Veronike y Maria lo consiente. Al final hacen un trío en su casa y se lo pasan de miedo.
De café en café, de catre en catre la película avanza, pero no parece llegar a ningún sitio, la his-toria se estanca. Lo que sucede al final es que Alexandre está en guerra permanente con la reali-dad.
En una conversación con otra amiga que regresa de Nueva York y que tiene la mano vendada, le pregunta:
—¿Qué ha sido de esa gente a la que veíamos hace unos años? Ya no hay nadie, todos han desa-parecido. Sin embargo yo no me he movido, sigo aquí.
Jean-Pierre Léaud no es un actor de método. Él solo puede interpretarse a sí mismo, y lo hace con enorme convicción y con cierto estilo. La película dura 215 minutos (3 horas y media), que se harían interminables con cualquier otro, pero que con Jean-Pierre Léaud tiene chispa, hace reír y provoca una evidente ternura en las mujeres.
La película acaba siendo un inmenso retrato de la época, con todas sus contradicciones y sus hallazgos: Sartre, Edith Piaf, Belmondo son mencionados alternativamente a lo largo del metraje. Las mujeres se muestran como son, abiertas, libres, contradictorias.
Un día, con su amigo Philip descubre en France soir que la chica de la mano vendada ha asesinado a un hombre en Viena. Hablan de ella brevemente. Finalmente le presenta a Veronike.
—Me apetece ir a Hamburgo, como en la canción de Edith Piaf —dice Philip.
Después señala otra mesa y añade:
—¿Has visto? El borracho está ahí, bebe como un cosaco.
Se refieren a Jean Paul Sartre, que sin embargo no aparece en el plano.
Todo ello forma parte del juego de espejos deformados, el callejón del gato que diría don Ramón María.
La película fue producida por Pierre Cottrell para Les films du Losange con un presupuesto muy bajo, siguiendo las directrices de lo que ya entonces era un movimiento casi en decadencia: La Nouvelle vague.
Desde el punto de vista técnico la película es limpia, clara, con un magnífico guión, que fue seguido escrupulosamente por los actores y que demuestra que el resultado no es fruto de la improvisación. Muchos opinan que tal vez fue una de las mejores películas de la Nouvelle vague, otros la elevan a una de las mejores películas francesas. Yo estoy con estos últimos.
Cuando en otra ocasión Alexandre discute con Veronike ella le dice:
— ¿Sabes? Me encanta follar con inmigrantes y además disfruto.
—Pero entonces ¿qué haces conmigo? —le pregunta Alexandre.
—No lo sé, una tontería, sin duda —responde ella.
Et ça c’est tout.


BG, en modo existencialista.
jerl
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow