Segunda película de su autor. Tan sobrevalorada (en este caso de forma particular) como casi todas. Cuenta una especie de fábula acerca del fascismo español, a través de la historia de un adolescente que trata por todos los medios de emular las hazañas del grupo de ultraderechistas (dirigidos por lo único salvable del film: María Luisa Ponte) con el que convive.
La película adopta un tono que de puro exacerbado resulta un engendro que mezcla, en un guión muy malo, géneros, siendo especialmente deleznable todo lo relativo a la historia de amor vivida entre el muchacho y Ángela Molina. Esta intrahistoria resulta absolutamente inverosímil, absurda e inane, acrecentada en lo negativo por la horrorosa, hasta lo ilimitado, interpretación de Ángela Molina (defecto común a todo el cine de Gutiérrez Aragón: la desaseada, inexistente o incompetente dirección de actores).
Para más inri, la película aún fabulada quiere ser realista para lo cual su director se apoya en un surrealismo simbolista incompetente, superficial, que desvirtua aún más, si cabe, lo expuesto. La enésima decepción del cine de su autor. Por cierto, ¿dónde está la magia?.
Pues de remate fue Oso de Plata en Berlín. Sin comentarios.