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El impostor

El impostor
2012 Reino Unido
Documental
7.1
7,578
Documental En junio de 1994, Nicholas Barclay, un niño tejano de 13 años, desapareció sin dejar rastro. Tres años después, se reciben noticias sorprendentes sobre el caso: el chico ha sido hallado en España y afirma que ha sido torturado por sus secuestradores. Tras la inicial alegría de la familia al recuperarlo, se plantea un problema inexplicable: ¿cómo es posible que el hijo rubio de los Barclay sea ahora moreno?
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
30 de marzo de 2020
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Cada vez más el género documental está presente en la actualidad, y su progresiva ascensión dentro del séptimo arte es una prueba de ello. Ya sea sobre música (Anvil – El sueño de una banda de rock, Sacha Gervasi, 2008), mundo animal (Océanos, Jacques Perrin y Jacques Cluzaud, 2009), economía (Inside job, Charles Ferguson, 2011) o acerca de la propia industria (Woody Allen: El documental, Robert B. Weide, 2011) es innegable la solidez y riqueza de este tipo de cine, que se encuentra en constante evolución.

En los últimos años han ido surgiendo documentales con una gran dosis de misterio, suspense y ambigüedad donde las barreras entre ficción y realidad no están claramente delimitidas y se deja a espectador la libertad para qué creer o no creer. Esta corriente nos ha dejado títulos como Catfish (Henry Joost y Ariel Schulman, 2010) o Exit Through the Gift Shop (Bansky, 2010), documental con el que El impostor ha sido comparado en numerosas ocasiones.

El director Bart Layton ha entrado con buen pie en el cine. Tras una exitosa carrera con documentales para televisión, llegando a ser finalista en premios como al mejor documental de la Royal Television Society o al mejor documental de los Grierson Awards, el inglés ha pegado el salto a la gran pantalla con una cinta basada en hechos verídicos -por increíbles que puedan parecer- que consiguió el Premio del Público en Sundance y el Gran Premio del Jurado de Miami en el año 2012.

Nicholas Barclay tenía 13 años cuando desapareció en San Antonio, Texas. Un 13 de junio de 1994 se fue a jugar a baloncesto con amigos pero no volvió a casa, y no se supo nada de su paradero hasta que fue encontrado en España el 7 de octubre de 1997, pero en realidad no era él.

Su identidad fue suplantada por Frédéric Bourdin, también conocido como “El camaleón”, un famoso impostor francés de origen argelino que -según él- llegó a hacerse pasar al menos por 500 personas inexistentes, perteneciendo como mínimo tres a adolescentes reales desaparecidos.

Al parecer, 10 años de diferencia, pelo moreno en vez de rubio, ojos marrones en lugar de azules y un inglés con acento francés no fueron impedimento para que “El camaleón” consiguiera engañar tanto a autoridades españolas como americanas y conseguir pasaporte para viajar a Estados Unidos y convivir casi cinco meses con los Barclay, que finalmente descubrieron el engaño gracias a un investigador privado que sospechó de Bourdin mientras trabajaba con un equipo de televisión que grabó a la familia.

Una asombrosa historia transformada en documental, pero no en un documental propiamente dicho. El director utiliza las entrevistas al propio Frédéric, -que va narrando sus recuerdos de engaño y suplantación de la identidad del chico Barclay- y a los demás implicados como familiares o el propio investigador y las mezcla con gran maestría con material real de archivo y dramatizaciones de lo que los personajes van contando al espectador, que según van pasando los minutos no sabe a qué atenerse.
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FernandoArderius
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18 de febrero de 2022
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50/11(12/02/22) Sugestivo documental que dirige en su debut en la materia el británico Bart Layton, aunque en su devenir de la última fase embarre de modo tramposo el metraje, aparece un detective (Charlie Parker, y no es el jazzman) que genera un panorama copernical, entonces el espectador espera un giro concluyente, que de un sentido diferente a lo visto, pero entonces nos sentimos (al menos yo) estafados en este viraje, pues son solo conjeturas apoyadas en insinuaciones bastante cogidas con pinzas. Se aborda el caso real de un joven argelino-francés, Frédéric Bourdin, de 23 años que en 1997 se hizo pasar por un adolescente, Nicholas Barclay, que con 13 años desapreció en 1994 en San Antonio-Texas, y como la familia de Nicholas se tragó que este fuera quien decía ser, dejando muchos interrogantes por su metraje.

En su modo de narrarlo atrapa, a través de varias entrevistas a Frederic, la madre de Nicholas y hermana de este, investigadores, sumándose imágenes de archivo (tanto de grabaciones domésticas, como noticias de tv), así como (las molestosas) dramatizaciones de los hechos, con el añadido de temas pop (Cat Stevens, David Bowie, o Johnnie Cash) que enmarcan, derivando en un thriller psicológico con giros turbadores, con un ritmo trepidante que hace engancharte a la increíble historia. Jugando el director con los diferentes puntos de vista de los que dan testimonio, pues ninguno parece ser confiable del todo, dejando un reguero de ambigüedad que otorga complejidad atractiva al relato. En realidad estas siendo manipulado por unos y otros, donde todos parecen tener fantasmas en el armario. Un minutaje que a medida que avanza en vez de dar respuestas, plantea más y más interrogantes. Siendo un estudio sobre el arte del engaño, sobre la vulnerabilidad de las personas, y también sobre los fallos del sistema para detectar a farsantes.

Como pudo un hombre de 23 años hacerse pasar por un adolescente de 16? Como hablando con acento francés? Como siendo moreno y el desaparecido rubio (no cuela que se tintara el pelo, las rices acaban saliendo)? Como teniendo los ojos marrones y Nicholas azules (no cuela lo de los experimentos supuestamente sufridos)? Frente a la historia del farsante está la de los Barclay, que resultan extrañamente confusos en su credulidad sin límites en cómo pudieron tragar a este tipejo como al desaparecido, quizás por las ganas de volver a ver a Nicholas, o hay algo más detrás?

Llama la atención el modo de encarar la historia, restando todo misterio en si era o no el aparecido Nicholas, pues desde el minuto uno se presenta al farsante con su plan, aunque nunca sabremos realmente el porqué de sus actos de hacerse pasar por el joven estadounidense. Entonces la emoción se fragua en como este talentoso aspirante a Mr. Ripley tiene la caradura y frialdad de intentar sortear todos los obstáculos. Como intenta justificar su supuesta desaparición con una rocambolesca y muy cinéfila (pero nada creíble) historia sobre secuestro de adolescentes de una red de militares americanos que los ‘pasean’ en aviones por el mundo, abusando sexualmente de ellos, torturándolos y haciéndoles experimentos tipo Mengele.

La cinta tiene su gran atractivo en el testimonio de Frederic Bourdin, tipo calculador y muy mentiroso, y que encima parece disfrutar con ello de este deporte de las mentiras. Su testimonio de Bourbin se rebela como el de un psicópata sin empatía alguna por la familia que lo acogió, tipo sonriente, seguro de sí mismo, sin empatía por el sufrimiento ajeno, inteligente, relata su ‘aventura’ cual thriller, se cree protagonista de una película de donde no destila sentimiento de culpa alguna, como intenta dar soluciones torticeras a cada problema (tintes, tatuajes, una gorra y bufanda para tapar su rostro, silencios ante preguntas incómodas, surtirse de las debilidades humanas cuando el muestran fotos,...), sintiéndose tan a gusto en su papel que da entrevistas contando su ‘tragedia’. No importándole jugar con los sentimientos de una familia sufridora, sin remordimiento alguno, y ya en el colmo de la psicopatía que destila, de su amoralidad, cuando es ‘pillado con el carrito del helado’ (por mor de un sagaz detective y su conocimiento sobre las orejas como cuasi huellas dactilares, y por un psiquiatra infantil que ve elementos de falsario en el ínclito), pone el ventilador en marcha de la mierda y culpa a la familia que lo acogió, achacándole un delito criminal. Es el retrato de personalidad de un ser abyecto y ataráxico, que en el tramo final solo hace que reafirmar esto cuando nos enteramos que intentó la misma práctica de hacerse pasar por más desaparecidos. Aunque en este estudio de personalidad cojea en exponer el pasado de Bourdin, de donde podía venir su carácter psicópata, sí, cuenta algo, pero deja muchas lagunas en cómo fue a parar a Linares. Por esto la cinta es fascinante en el reflejo de este infame anti-héroe, pero en su tramo final el director da un giro que vierte acusaciones que de ningún modo se apoyan en certeza alguna, con lo que tira de una teoría delictiva sin pruebas que solo exhibe de sensacionalismo barato, que es un lastre en aquello de, ‘si se han tragado a este farsante es porque les interesaba por un bien propio mayor’, yo esperaba que este viraje tuviera una resolución final, con ese ponzoñoso gancho del detective Charlie Parker excavando en un patio, pero todo se rebela como una hedionda trampa.
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TOM REGAN
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