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Un pasado imborrable

Drama Eric Lomax (Colin Firth) es un oficial del Ejército Británico fascinado desde su infancia por los ferrocarriles. Durante la Segunda Guerra Mundial fue capturado por los japoneses en la campaña de Singapur (1942) y enviado a un campo de trabajo en la línea férrea entre Birmania y Tailandia. Allí, consiguió sobrevivir a pesar de las terribles condiciones de vida y de las torturas que sufrió. Muchos años después, instalado en el norte de ... [+]
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
4 de julio de 2014
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eric Lomax fue un superviviente. Un luchador, a pesar de su naturaleza marcadamente pacifista. Desgraciadamente, tuvo la mala suerte de verse en medio de uno de los conflictos más terribles vistos jamás sobre estas tierras del Señor. Se vio obligado a mirar a los ojos del mismísimo terror, incluso a convivir con él... pero no permitió que esto le hundieran en las tinieblas. Porque Eric Lomax fue un luchador, sí, pero ante todo fue una buena persona. Alguien que no lo conociera simplemente diría que era un tipo sencillo... y no andaría demasiado desencaminado. Pero detrás de ese apasionado de los trenes que era capaz de hablar de raíles y locomotoras durante horas (risas respetuosas en la sala), había un hombre lleno de bondad, capaz de hacer lo más complicado: perdonar. Sí, nuestro hermano Eric sufrió indecibles penalidades a lo largo de su juventud, pero como nunca perdió la ilusión de vivir, supo reponerse; supo levantarse y hasta reconciliarse con su pasado. Por esto y por muchas otras razones, se ganó un hueco destacado en el corazón de cada uno de nosotros... y por supuesto, en el de Dios, nuestro Señor, donde vivirá por los siglos de los siglos. Amén.

Y ahora, me gustaría llamar al estrado a Patricia Lomax, su amada mujer, quien tuvo la inmensa suerte de compartir con nuestro querido Eric algunos de los años más maravillosos de sus respectivas vidas. Patti, por favor... (silencio expectante) Gracias, padre. Muchas gracias por estas dulces palabras que tanto consuelo me están dando. A ustedes, no quisiera atosigarles demasiado con mis desvaríos (más risas consensuadas), sólo quisiera decirles que desde que mis vías se cruzaron con las de Eric (oooh...); desde aquel preciso momento, les prometo que me he considerado la mujer más afortunada del mundo. Siempre lo he hecho y sé que siempre lo haré. Tuvimos momentos complicados, sí, pero esto no lo elegimos nosotros. No obstante, y a pesar de todo, nunca perdimos la esperanza; nunca dejamos de creer en un futuro mejor... para nosotros y para todos vosotros. Eric era así... sabía que no encontraría la paz a no ser que todos los demás (por muy condenables que hubieran sido las acciones de éstos) también lo consiguieran. Y... y... (lágrimas generalizadas), perdónenme, por favor, todavía tengo la herida abierta. No... no puedo continuar. Disculpen... (se va, sumida en una ovación estremecedora)

Conclusión, el funeral de Eric Lomax fue más o menos como el de cualquier otro. Uno más, vaya. Los invitados fueron saliendo de la iglesia, secándose las lágrimas de cocodrilo, recobrando la compostura con total facilidad. A uno de ellos se le escapó un comentario que supuestamente debía hacerse en voz -mucho- más baja. ''Pues menuda chuminada de ceremonia.'' Inmediatamente después alguien le escupió, sin pensárselo dos veces, que era un monstruo, que no podía hablarse así de los muertos... pero al decir esto evidenció haber pasado por alto dos detalles importantísimos. Primero: él era mucho más repugnante, porque se permitió juzgar al prójimo cuando él mismo fue el primero en pensar que aquello había sido, efectivamente, una chuminada. Segundo: (y ésta es una lección que la cartelera de esta semana, por cortesía de John Green, nos suministrará por duplicado) los funerales no son para los muertos, sino para lo vivos, o mejor dicho, para los supervivientes.

Así es, todo lo que pueda decirse de un difunto se hace para reconfortar a los pobres infelices que se han visto privados de su compañía. El párroco lo sabía muy bien, Patti Lomax, quien no quiso atosigar demasiado al personal con sus ''desvaríos'', también. Él estaba ante un trámite con el que se tenía que cumplir, que al fin y al cabo congregaciones como ésa eran las que le traían el pan a su plato. Lo que tenía ella era un mal trago con el que también tocaba apechugar. Y con esta combinación de sensaciones tan agrias debió llegar al equipo de 'Un largo viaje' el anuncio de que dicha película había sido seleccionada por parte de la organización del Festival de Cine de San Sebastián para competir por la Concha de Oro. Increíble pero cierto. En España, la que por aquel entonces todavía se conocía como 'The Railway Man' se vio por primera vez en el Teatro Principal de Donostia... y no en la pantalla pequeñísima del multicine de sobremesa dominguera. Y hay que entender a los involucrados. Venían de pasar una vergüenza sobrehumana en Toronto (seguro) y ahora se les pedía que hicieran las maletas, cruzaran el charco y volvieran a pasar por el aro. No señor... esto sí que no.

Resultado, buena parte de la organización del certamen con el culo al aire. En la rueda de prensa de presentación del filme, ni rastro de Nicole Kidman (AKA Patti Lomax)... ni mucho menos de Colin Firth (AKA Eric Lomax), quien para colmo de males tenía pensado repetir el número de la desaparición en motivo del nuevo desastre de Atom Egoyan. Lo mismo en la alfombra roja, por supuesto. Hay malos tragos que simplemente no entran. Y nos quedamos sin excusa por haber seleccionado... esto. El trámite quedó para el director, Jonathan Teplitzky, algún productor y... la mismísima Patti Lomax. La viuda. La de verdad. Ahí estaba, la pobre. Dispuesta a aguantar un chaparrón que no llegó a concretarse porque, claro ¿quién iba a rajar de la película? ¿Quién podría ser tan monstruo como hablar mal del legado del Sr. Lomax... ante la Sra. Lomax? No señor... esto sí que no. Así de bajo estaba el nivel en el Kursaal en el año 2013. Así de incrédulos nos quedamos algunos, al ver como un telefilme con dos caretos oscarizados había logrado colarse en lo más alto de un festival que, hasta no hace tanto, aspiraba a codearse con citas tan ineludibles como, por ejemplo, Venecia o Berlín.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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27 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película está basada en un hecho real que trascurre durante la II Guerra Mundial, y que retrata una trama donde se exponen torturas del ejército japonés frente a militares ingleses que fueron hechos presos, cuando perdieron una batalla en Singapur.
Este hecho histórico trágico ya fue adaptado en el cine con la mítica película "El puente sobre el río Kwai". En esa versión se exponía la historia donde todo trascurría en ese país asiático, y donde los presos ingleses se veían obligados a construir el puente en condiciones infrahumanas, mientras intentaban escapar. En cambio en esta nueva versión, la historia se nos presenta en la década de los 80, y con uno de los supervivientes se recuerda los hechos dramáticos que vivió; a la vez que se plantea volver a ese lugar para encontrarse con su torturador. Mientras su mujer intenta averiguar que le pasó realmente a su marido en esa época.
Jonathan Teplitzky dirige muy bien este drama que nos recrea dos épocas distintas pero unidas por un hecho donde un hombre fue torturado horriblemente. Una tortura que le marcó físicamente, pero también temperamentalmente, haciendo que durante toda su vida tenga el peso del pasado en su memoria, y no sea capaz de reponer su vida.
El guión es fantástico. La historia te envuelve de una forma que uno se queda hipnotizado con lo que está sucediendo. Un guión que mezcla perfectamente ambas épocas mediante flashbacks, y que narra hechos de gran interés en ambas partes.
Estéticamente está todo muy bien creado. Todos está cuidado hasta el más mínimo detalle haciendo que el viaje en el tiempo sea mucho más sencillo. Y es que los detalles, el vestuario, y los peinados cuentan con un trabajo muy sobresaliente haciendo que todo resulte muy creíble.
Interpretativamente el film cuenta con un reparto realmente increíble. Colin Firth, Nicole Kidman, Jeremy Irvine, Stellan Skarsgard y Hiroyuki Sanada son los encargados de dar vida a los protagonistas de este film; regalando interpretaciones realmente increíbles. Sus trabajos son brillantes y hacen que sus personajes resulten muy creíbles y emocionen con todo lo que viven.
En fin, "Un largo viaje" es una película que convence en muchos aspectos y que se disfruta desde el principio hasta el final. Y es que narra unos hechos dramáticos pero sin caer en el dramatismo fuerte. Uno aprecia momentos trágicos gracias a un personaje que lleva un peso del pasado que le cuesta mucho avanzar hacia un futuro lleno de fantasmas.
icaro_81
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17 de enero de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues eso, pasable sin más, entretiene a ratos, un poco lenta, tediosa, no transmite. Por contra, buenas actuaciones, bien filmada, bien narrada. Se deja ver sin más pretensiones.
fernando mora lópez
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1 de mayo de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un largo viaje no es una gran película, pero sí es una cinta bonita y correcta.
Beneficiándose de unas buenas interpretaciones (especialmente Colin Firth e Hiroyuki Sanada; Nicole Kidman no tiene aquí su mejor día, aunque siempre cumple, pero está lejos del nivelazo que viene mostrando desde 2015), la película nos cuenta una historia conmovedora y emotiva, medida al milímetro precisamente para conseguir ese efecto: las lágrimas del espectador. Se puede llamar manipulación, pero lo cierto es que la historia de Eric Lomax pocos añadidos necesita para conmover hasta al corazón más duro (atención al momento final, justo antes de los créditos).
Una película bonita, sin más, pero perfectamente hecha para cumplir con sus objetivos.
Sibila de Delfos
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25 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su cuarto largometraje, el realizador australiano Jonathan Teplitzky se inspira en la historia real del británico Eric Lomax, de acuerdo al libro autobiográfico que éste escribió y publicó en 1995, contando su doloroso proceso personal como sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial. Capturado por los japoneses junto a su batallón en Singapur, Lomax fue enviado a un campamento de prisioneros, donde debió trabajar en la línea del ferrocarril, y tras ser descubierto como el responsable de haber construido secretamente una radio, fue atormentado y torturado severamente.

Aunque luego de ser liberado el protagonista logró volver a su vida cotidiana y continuó con la relación con sus amistades y con su obsesión con los trenes y recorridos ferroviarios, internamente el trauma por lo vivido nunca fue borrado por completo, y eso quedará paulatinamente al descubierto cuando inicia una relación amorosa con una mujer a quien conoce en un tren, Patti, quien terminará convirtiéndose en su esposa y pronto comenzará a preocuparse cuando descubra las pesadillas y recuerdos que atormentan a su marido. El único apoyo para encontrar una solución podría ser el mejor amigo de éste, Finlay, quien también estuvo con él en la guerra y sobrevivió al campamento de prisioneros. El nexo directo con el pasado surgirá tarde o temprano, como poco a poco va revelando la película.

La impecable factura de la cinta, que resalta por la fotografía de Garry Phillips, el diseño de producción de Steven Jones-Evans y la dirección de arte de Nicki McCallum, todo sumado a la efectiva música de David Hirschfelder, es un factor de innegable atractivo para la atractiva ambientación de época. Pero todo eso no impide que "Un pasado imborrable" se perciba a menudo demasiado académica y convencional, tanto en lo narrativo como en su puesta en escena. Hay que reconocer que Teplitzky sabe capturar el interés del espectador con un muy buen punto de partida, al retratar con encanto el encuentro entre Lomax y su futura esposa, y el rápido proceso de enamoramiento de la pareja. Pero luego todo se hace más predecible, tanto en las escenas durante la guerra como en las posteriores.

A pesar de todo lo anterior, el film no es tan fallido como parecían indicar las negativas críticas de diversos países o las decepcionantes cifras de la taquilla internacional. Puede que no emocione tanto como se podría esperar, pero igual funciona como drama de época, como enésimo relato de penurias bélicas y de los ecos que éstas dejan en el presente y futuro, y también como mirada a la posibilidad de perdonar y olvidar para sanar las heridas. Y sobre todo logra interesar gracias a las sobrias y convincentes interpretaciones de su elenco: muy bien secundado por Nicole Kidman (quien hace lo mejor que puede con su rol de esposa preocupada y abnegada), el siempre sólido actor sueco Stellan Skarsgård y el japonés Hiroyuki Sanada, el británico Colin Firth es un creíble protagonista, frágil, dolido y fracturado.
Lawrence
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