El diablo viste a la moda

"El diablo (aka Meryl Streep) se viste de Prada" me ha gustado. En serio. A pesar de que salga mi "querida" Meryl me ha gustado bastante. Su papel le viene que ni pintado. No ha tenido que hacer ningún esfuerzo, sólo ser ella misma.

Encima las tentaciones que hace son equivalentes a su vida real. Pese a su verdadero carácter tiene legión de seguidores. Esta vez su candidatura al Oscar está justificadísima.

Lo que falla un poco es el final. En ese rasgo de ternura se nota que sobreactúa. Lástima.

Recomendable porque descubre una verdad que todo el mundo sabe y nadie quiere ver.

Vi esta película hace alrededor de un año, ante la insistente recomendación de una persona muy cercana. Me pareció vacía y experimenté una gran decepción. Anteayer volvió a caer en mis manos y decidí darle otra oportunidad. Tengo que reconocer que de segundas me ha resultado bastante más simpática, tal vez porque mis expectativas originales sencillamente no existían. No es más que una comedia ligera, con personajes diseñados para ganarse a un público mayoritario por la vía del cliché, pero la verdad es que funciona. No obstante, la crítica hacia el mundo de la moda es pura pose, más bien se trata de una apología del famoseo, las marcas de alto standing y la superficialidad más esnob. Todo está edulcorado, desde la banda sonora hasta las interpretaciones, pasando por el amplio muestrario de estilosos diseños.

Con otra actriz en el papel de Miranda, es muy probable que este invento hubiera naufragado por completo. Sin embargo, la Streep, una individua que me resulta bastante antipática, pero una gran intérprete, qué duda cabe, sabe dotar a su personaje de verdadero glamour y es el perfecto contrapunto de la tontorrona Hattaway, en un rol a la medida de sus limitadas aptitudes actorales. No sé por qué cada vez que veo a la buena de Ann se me viene a las mientes la, probablemente, mejor actriz de Alcobendas. En fin, un pasatiempo agradable si uno no se pone el listón muy alto pero, ni por el forro, una obra destacable.

Simplona muy simplona, al final resulta tan tonta como el tonto mundo de la moda que pretende criticar; que nadie espere una visión ácida al estilo Altman (Pret- a- porter). El oficio de la Streep y del secundario Tucci, consiguen que esta descafeinada versión de Pigmalión, no caiga por momentos en la mediocridad más absoluta.

Como bien lo han mencionado, el filme no exenta los tópicos de la comedia estadounidense y que directamente señala todo lo que envuelve al ámbito de la moda, a sus representantes y subordinados. Una cinta que no descubre el hilo negro y pareciera por un momento reafirmar aquella frase que dice, como te ven te tratan, haciendo énfasis sobre la proyección de la personalidad, aun cuando lo realmente importante es el intelecto para desempeñar algún puesto.

Además plantea cuestiones como: ¿La dignidad de las personas tiene un precio?, ¿Cuál es el límite entre reto y suplicio por aguantar la prepotencia de personas con puestos de mayor jerarquía?, ¿Cambiar para ser aceptado?, ¿Olvidar los valores y la ética para alcanzar metas en el ámbito laboral? Todo depende del perfil de cada quien, Andrea responde a estas preguntas durante 100 minutos y en la que el guionista a tratado de ser un poco complaciente, debido a que muchas de ellas podrían caer en lo inverosímil.

La actuación de Meryl Streep transmite ese desagrado durante la mayor parte del metraje, al interpretar a una mujer soberbia (muy dibujada) y en la que han cargado el peso como antagónica. Para Hathaway los clichés tampoco fueron la excepción, al encarnar a la típica chica despreocupada por parecer modelo de catalogo y a quien se cuestiona todo el tiempo, ya que trata de ser aceptada por todos al mismo tiempo.

La historia se estructura linealmente en tono de comedia, no decae en su dinamismo, pero si se tiene un final nada arriesgado y muy alejado de la realidad, su principal obstáculo para quienes pedimos que aun tratándose de comedias, los finales inesperados sean recurrentes en este género.

Entretenida, ligera y sin ahondar en la personalidad de sus protagonistas.

En ciertas tiendas de lujo, los vendedores son adiestrados para hacer que los clientes sientan, como si no formaran parte del exclusivo grupo de personas que compran allí, lo cual genera que la gente esté más inclinada a adquirir artículos para poder encajar.

En El Diablo Viste de Prada, resulta técnicamente perfecta, con su sello personal y estilo; seduce desde las primeras escenas.
Meryl Streep, como es habitual desde hace cuatro décadas, construye con sobrado talento, un personaje odiosamente admirable, desde unos registros interpretativos fuera del alcance de muchas estrellas. Por todo ello, debemos recordar que nos encontramos ante la mejor actriz de su generación. Sus 3 premios Oscar, y las 21 nominaciones que la acompañan, avalan mi comentario.