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Todas las mujeres

Drama. Comedia Cuenta la historia de Nacho, un veterinario, que se enfrenta a las mujeres que han significado algo en su vida. Ante él aparece su amante, su madre, su psicóloga, su compañera, su ex-novia y su cuñada. Con todas ellas tiene cuentas pendientes y a todas ellas se tiene que enfrentar para resolverlas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
3 de mayo de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo último que vi de Barroso fue la interesante "Hormigas en la boca" (2005), curiosamente también con Eduard Fernández, particularisimo actor que siempre se las arregla para estar genial. Como en esta pieza de corte teatral donde imperan los dialogos entre Fernández y un puñado de mujeres que le dan de forma inmejorable la réplica actoral. Barroso se limita al movimiento de plano contraplano y les deja hacer porque sabe que ellos solos se bastan y sobran. Agradeceria que en más de una ocasión no tuvieran un tono de voz tan bajo pero por lo demás hay que quitarse el sombrero ante estas actrices y este actor. La película debería estar en la videoteca (¿las hay?) de las escuelas de interpretación.
ELZIETE
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9 de junio de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carrera de Mariano Barroso como director comenzó de manera bastante fulgurante a primeros de los noventa con la buena (o así la recuerdo) película Mi hermano del alma. Lo bueno es que la cosa no quedó ahí ya que con sus dos siguientes películas, Éxtasis y Los lobos de Washington, consiguió superar en calidad y repercusión mediática a su ópera prima, algo que no todos los directores consiguen. En el año 2000 llegaría la más irregular Kasbah, y a partir de ahí, en lo que a mi respecta la desaparición absoluta. Varios trabajos para televisión, algún largometraje colectivo, y dos películas que no he visto conforman el amplio bagaje laboral de Mariano Barroso en la última década larga. Desgraciadamente no he visto nada de lo que ha realizado en estos trece últimos años, hasta ahora que he recuperado su última película Todas las mujeres, y he comprobado que sigue siendo un notable director de actores, aunque en esta ocasión la película no tenga el empaque que si tenían aquellas películas que hizo en los 90.
La historia de Todas las mujeres es bastante curiosa, ya que originalmente se estrenó en televisión como serie de televisión. Seis capítulos en los que el protagonista se enfrentaba a seis mujeres importantes de su vida en un momento en el que su vida estaba pasando por una situación complicada. No vi la serie en su momento, pero parece ser que la cosa no funcionaba demasiado bien según la mayoría de opiniones que he escuchado. Lo que ha hecho Mariano Barroso con la película ha sido una especie de resumen de la serie en formato de largometraje. Así conocemos a Nacho, el protagonista, un hombre que, pasados los cuarenta, no deja de cagarla en la vida en cuanto tiene ocasión. Esta vez se ve envuelto en chapucero chanchullo que le pone en una incómoda situación de cara a su jefe, que además es su suegro. Aquí el personaje de su mujer, de la que se separa, se reduce a la mínima expresión. Así que de forma ordenada, y en forma de escenas a dúo, Nacho comparte pantalla con la becaria que le mete en todo el lío y con la que además se acuesta, y después con una antigua novia además de abogada, con su madre, con la hermana de su mujer y con una desconocida psicóloga. Estos cuatro últimos encuentros Nacho intentará que estas mujeres le saquen las castañas del fuego, pero las conversaciones darán para mucho más.
Es, sobre todo, en el encuentro de Nacho con estas cuatro mujeres donde la película consigue sacar chispas con los diálogos, planteando situaciones y desencuentros que dejan perfectamente situado al personaje principal en ese punto de su vida en el que se encuentra. Si a eso añadimos el buen trabajo de Eduard Fernández (pese a que se repite, sus interpretaciones siguen funcionando), y el excelente trabajo de sus oponentes femeninas, especialmente María Morales y Nathalie Poza, uno se queda con ganas de más. Curiosa sensación teniendo en cuenta que, como he dicho antes, la reducción de metraje en su paso a cine parece que, según la opinión general, ha sentado muy bien a la historia.
La película en cambio se queda bastante escasa en su calidad técnica y empaque visual, algo de lo que iban muy bien servidas las películas que Mariano Barroso dirigió en los 90, y que aquí ha descuidado de manera notable. Y aunque a medida que avanza la película gana en fuerza tengo que admitir que su primer tramo, con Michelle Jenner, funciona a medio gas comparado con el resto. Y no es culpa de actriz, desde luego.
En cualquier caso, los noventa minutos que dura se pasan en un suspiro, así que supongo que sus virtudes pesan bastante más que esos defectos de forma que la afean bastante.

6.5
ernesto
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11 de noviembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La frase que da título a mi crítica no es mía, sino de Pierre-Jules Renard (Châlons-du-Maine, Mayenne, 22 de febrero de 1864 - París, 22 de mayo de 1910) escritor, poeta, dramaturgo, crítico literario y de teatro francés. Miembro de la Academia Goncourt y uno de los fundadores del Mercure de France.
La infancia de Renard se caracterizó por ser difícil y triste («un grand silence roux» o «un gran silencio rubicundo»). Sus personajes son irónicos y algunas veces crueles, llegando inclusive en sus Historias naturales (Histoires naturelles) a humanizar animales y embrutecer a los hombres. Era partidario del pacifismo y del anticlericalismo. Ha dejado una obra apreciada por su sencillez y por su sinceridad.
En lo que a la película se refiere, excelente el trabajo de todas las interpretes, y Eduard Fernández, en su papel de individuo cínico, manipulador, descreído, irresponsable y egoísta hasta decir basta, literalmente se sale.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Syndera
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13 de enero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas las mujeres era una serie. Y como con El equipo A o con Mr. Bean, la han convertido en película. Sólo que, en este caso, ha sido una buenísima opción. Primero porque los seis episodios no los vio ni Dios. Tercero porque no creo que haya destrozado la serie. Y tercero porque con noventa minutos ha sido suficiente. Yo para las series no tengo paciencia. “¡Herejía! ¿No has visto Breaking Bad?”. Pues no.

Mirada la sinopsis con detenimiento, la cosa parece que tiene más tópicos que un culebrón: A mi esposa de cuarenta la dejo por un pivonazo de veinte. Mi suegro me cae como el culo. A mi ex le pido ayuda después de diez años sin verla. A mi madre le pido dinero. A mi psicoanalista me la quiero tirar. Y a mi cuñada me la tiro. Aún así, aquí hay mucho que positivar. Empezando por un texto que fluye gracias a unos actores y actrices; o mejor, a un actor y unas actrices que están impresionantes. Eduard Fernández, sin hacer sombra al elenco femenino, está soberbio. Se acaba de convertir en el favorito de A Positivar para los próximos premios Goya. Este hombre lo hace todo bien. Aunque no podemos decir lo mismo de su personaje.

Las mujeres, que nunca se solapan en escena, nos van demostrando con sus apariciones la personalidad del protagonista. Nacho —que así se llama— quiere que sus problemas se arreglen solos o que alguna persona se los arregle. Su poca valentía en la vida le ha llevado a la fluctuación de lo escondido, a la búsqueda de realidades paralelas, que a poder ser tengan buenas tetas; a conformarse con lo que hay, que igualmente tiene que ver con las tetas, pues trabaja con reses; a escapar de los problemas por la ventana, y a fumar a la espera de que todo pase. Cuarenta y tres años de sueños que escapan, de no decir lo que piensa y de preñar vacas. Unas vacas que roba a su suegro, coaccionado por una bella señorita y por el ansia de dinero, para volar lejos. Pero las cosas no suceden como uno quiere, y lo planeado se va al garete. Y así, a los pocos minutos del film, se nos presenta un conflicto, que puede ser superfluo, pero que ha sido dialogado, interpretado y realizado para conseguir una de las mejores películas españolas de la temporada.

www.apositivar.com
A POSITIVAR
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10 de marzo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo eterno femenino me atrae allá en lo alto (cito de memoria), declama Fausto al finalizar la segunda parte de la colosal y homónima obra de Goethe. Su tiempo ha concluido (Fausto en este libro no le pide a Mefistófeles la inmortalidad, sino treinta años más de vida y plenos poderes para alcanzar el conocimiento de lo inalcanzable, la esencia final, el último gran secreto) y cuando el diablo lo porta consigo, concluye su paso en esta vida con las palabras con que abría este párrafo.

Fausto no es propiamente un seductor, a pesar de su enamoramiento por Margarita y la fascinación por Helena de Troya, pero sí comparte con los seductores una de sus grandes señas de identidad: las enormes carencias afectivas que arrastran. Don Juan, el mítico don Juan, el burlador de Sevilla sí es un seductor en el sentido pleno de la palabra, y por ello mismo es el más menesteroso de los hombres. Hoy día es algo regularmente aceptado que detrás del mito del donjuanismo se ocultan personas desvalidas que necesitan un apoyo externo para seguir sosteniéndose sobre sus pies, y las personas elegidas en este caso son las mujeres: no en vano, en la monumental obra de principios del siglo XVII, Anatomía de la melancolía, de Robert Burton, se considera al erotismo como una de los bálsamos para la acedia, la tristeza, o la dulce melancolía, en palabras de Víctor Hugo.

Probablemente quien con mayor decisión se aplicó al vínculo entre la fragilidad interna y el galanteo fue Miguel de Unamuno en la pieza teatral El hermano Juan. El rector de Salamanca, efectivamente, se enfrenta a la cuestión del donjuanismo en esa obra y sabido es que el teatro de don Miguel es una creación principalmente de ideas, por lo que su Hermano Juan no podía escapar a la tendencia general: en este caso, uno de los polos ideológicos es la reinterpretación del mito de don Juan Tenorio en clave psicoanalítica, pero este sustrato ideológico es lo suficientemente importante para que el autor considere necesario explicitarlo en un prólogo. Aquí, Unamuno enumera las diversas perspectivas desde las que se ha abordado anteriormente el mito de don Juan y recuerda que se han apoderado de esta figura los biólogos, los fisiólogos, los médicos o los psiquiatras y que se han dado a escudriñar si era o no un onanista, un enucoide, un estéril, un homosexual, un esquizofrénico, un suicida frustrado o un ex futuro suicida (Véase en la edición de José Paulino para la Colección Austral (Madrid, Espasa Calpe, 1992, p. 112). Resulta difícil expresarlo con mayor claridad.

Otro compañero de generación literaria, o al menos, contemporáneo a secas, Ramón del Valle Inclán ridiculiza la arrogancia y heroicidad de Don Juan en Las galas del difunto, porque en ella el autor gallego se enfrenta abiertamente a los supuestos básicos que sustentan al héroe zorrillano y los desbarata en una pieza inmisericorde al respecto, toda vez que donde en el aventurero romántico eran la audacia, la decisión, la valentía, la irreverencia y el estilo apasionado de vida, en la deformación valleinclanesca se dan la mezquindad, el aplebeyamiento, la felonía, la innobleza y la pícara concepción de la vida. Juanito Ventolera -desennoblecedor ya desde el mismo nombre- se nos ofrece como un ser de bajos intereses, cuyo esquema de valores se reduce a la olla bien repleta.

Pues bien, estos donjuanes chiquilicuatres es lo que magistralmente desarrolla Mariano Barroso en Todas las mujeres, donde tan sólo hay un personaje masculino, Nacho, interpretado por Eluard Fernández, un personajillo realmente, un mileurista, pero a quien nunca le falta un teléfono de mujer al que llamar, y todas acuden a su llamada, salvo su mujer, que ya lo hizo en su momento cuando se casó, pero que decide dejarle. En apretado resumen, cuando Nacho quiere aureolarse bajo el romántico halo del desafío a la autoridad, no lo hace con la épica de los grandes cuatreros del far-west, sino que se limita a quitar a su suegro cinco de los novillos que insemina, y además lo hace tan zarrapastrosamente, que el camión que los transporta a Portugal tiene un accidente a dos kilómetros de la frontera.

A partir de ahí, podemos comprender la verdadera esencia del personaje: un chisgarabís, un tarambana, un veleta, en constante estado de crisis, personal, familiar, social y económica, que toda su vida se ha valido de las mujeres para sobrevivir.
Nacho es un pícaro que conecta con lo más arraigado de la novela picaresca española, con varias precisiones importantes, puesto que no es él quien cambia de lugar, con arreglo a una de las preceptivas básicas del género, sino que él se queda quieto y son otras personas, una mujeres, quienes una detrás de otra, desfilan por su casa. Se parece a los pícaros en la falsedad de un supuesto título de veterinario, de lo que él hace gala, pero nada hay en la vida de Nacho que permita concluir la veracidad de esa titulación; y artimaña propia de pícaro es la complicidad que busca y logra con su cuñada mediante la simulación de un ataque a su casa. Claro que Carmen, que así se llama, ya estaba pre-seducida y lo había estado desde que conoció a Nacho. Sin embargo, no son los sucesivos dueños quienes hacen daño al pícaro, sino que es él quien les hace daño, unas veces para salirse con la suya, otras de manera totalmente innecesaria. Él es el victimario. Nacho es un manipulador mayúsculo: a cada mujer cuenta una parte de la verdad y además distorsionada.

De manera que, múltiples son las referencias literarias que hemos descubierto para esta magnífica película, de lo mejor además que ha dado la literatura universal, a las que hay que añadir los méritos propios de un trabajo cinematográfico prodigiosamente desarrollado a todos los niveles. Una película, por tanto, indudablemente aconsejable para ser vista por los espectadores que aman el cine y aman la vida, puesto que muchas y muy diferentes son las vidas que transitan por el largometraje de Barroso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fco Javier Rodríguez Barranco
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