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El gran salto

Comedia Cuando el director de una importante empresa se suicida, todos los accionistas se ponen de acuerdo y elaboran un plan para obtener los mayores beneficios posibles: se trata de poner al frente del consejo de dirección a alguien fácilmente manipulable. Todo parece sencillo hasta que entra en escena Amy Archer. (FILMAFFINITY)
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Críticas 42
Críticas ordenadas por utilidad
7 de agosto de 2008
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una comedia grotesca basada en buena medida en mímicas nada graciosas del caricaturesco Norville Barnes (Tim Robbins) y en parte en terribles discursos apresurados y sin sentido de la linda reportera Jennifer Jason Leigh, un personaje aceptable de Paul Newman y un gritón personaje editor de un diario. Una ironía acerca de los usos y costumbres de las corporaciones estadounidenses y la prensa de ese país, con largas mesas de directorio y profundas (al estilo wellesiano) y desoladas oficinas de un solo escritorio y un solitario ejecutivo, con un fondo de Ciudad Gótica. En definitiva, algo ya demasiado visto en décadas anteriores a la época representada (los 50), una comedia delirante y algo fantástica, tonta y aburrida, con un poco de música clásica y algo de comedia musical. Lo mejor: algunos personajes secundarios.
Leonel
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3 de febrero de 2007
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Especie de revisitación del subgénero de comedia conocido como "srewball comedy" que tuvieran su máximo apogeo durante los años 30 y 40 del s., XX.

Junto a los Cohen y recluídos en una casa para el guión de esta película se juntó además el mítico productor y cineasta de películas de terror de culto como la legendaria "Posesión infernal", Sam Raimi.

Los tres, inspirándose en aquel mencionado género, tomaron buena nota de obras de Preston Sturges, Hawks, y sobre todo de obras del insigne Frank Capra y sobre todo su "Qué bello es vivir", uno de cuyos planteamientos sirve de arranque de esta película.

Las "screwball comedies" de antaño solían agrupar una serie de parámetros que crearon su impronta propia como fueron el estar narradas bajo el trasfondo de una convulsa situación económica donde parejas formadas por personas a priori muy distintas entre sí, terminaban uniéndose con la mujer "llevando siempre los pantalones", y donde los concisos y punzantes diálogos se sucedían de forma vertiginosa (el curioso personaje de Buzz el ascensorista así nos lo confirman).

De un comienzo prometedor, la película va diluyéndose progresivamente en un marasmo de metraje interminable que hubiera dado incontestablemente más de sí en detrimento de la longitud de cinta.

Es evidente que los Cohen pensaron en el George Bailey a punto de arrojarse puente abajo del "Qué bello es vivir" de Capra a la hora de mostrar la desesperación de su protagonista, el pobre diablo Norville Barnes en los albores de la película dentro de la reconocible estructura circular a modo de prefecto flashback, tan redonda como aquel famoso y enigmático dibujo con que el mencionado personaje de Barnes presentaba sus credenciales en aquel diciembre de 1958 en busca de trabajo después de graduarse en la escuela de Muncie hasta ir a parar al departamento de envíos de la industria Hudsucker.

No en vano y siguiendo con lo circular, los Cohen homenajearon con esta película el sempiterno y recurrente concepto medieval de "la rueda de la fortuna" como explicación del destino absolutamente aleatorio, y precisamente en la perfección geométrica de aquel enigmático círculo dibujado por el ingenuo personaje de Barnes, encontró éste su anhelado talismán; el hula-hoop y cuando éste se acabó finalmente le daría continuidad con el frisbee.

Y todo narrado con aquella famosa voz en off narrativa del personaje de Moses, aquel negro de acento sureño encargado de hacer funcionar el engranaje de la maquinaria del reloj instalado en lo alto del edificio de las Industrias Hudsucker, justo uno por encima de donde se tiró el mecenas fundador de la empresa Waring Hudsucker y que los Cohen copiaran de aquel suceso verídico acaecido en 1975 del famoso empresario norteamericano Eli M. Black.

R E C O M E N D A B L E.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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8 de julio de 2005
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pena que no consiga mantener el buen ritmo de la primera media hora. Por el contrario, el interés por la trama va decreciendo hasta que a media hora del final ya no te interesa ni qué pueda ocurrir, sólo quieres que se acabe.

Por lo demás, está bien dirigida e interpretada, e intercala grandes secuencias (en cuanto a guión) con grandes pifias de película mala, como sacarse un personaje de la manga a mitad del film para que cuente toda la trama por si aún no nos hemos enterado.
Germán
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17 de junio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
86/06(07/05/16 ) Notable film del binomio de los hermanos Coen, esta vez con la ayuda en el guión y en la dirección (de segunda unidad) de un amigo, Sam Raimi (Trilogía “The Evil Dead”), los tres escribieron el guión, siendo dirigida oficialmente por Joel Coen, homenaje espléndido al cine optimista de Frank Capra, de Preston Sturgess, y al film de Hawks “Luna Nueva” (1940), enmarcado en una Nueva York que parece salida de la mente del Fritz Lang de “Metrópolis” (1927), por lo la ciudad de grandiosos rascacielos y abajo se asientan la maquinaria que los obreros deben hacer funcionar para beneficio de los que viven en la cima de estos edificios. Una oda al individualismo y a la fe del hombre (mujer) común, una historia con un entrañable halo esperanzador, arremetiendo con mordacidad contra el capitalismo despiadado que representa esa sala de gerifaltes de Hudsucker Proxy. Con un ritmo trepidante nos habla de cómo los poderosos manipulan a la incauta clase baja en su favor, lo hace hundiendo su desarrollo en el genuino screw-ball, donde las réplicas y contrarréplicas resultan sabrosas, incluso con ingeniosos momentos de slapstick físico delirante, recordando a los Chaplin, Keaton o Lloyd.

Cinta que te atrapa desde su potente y sugestivo inicio, de una riqueza visual extraordinaria, luego viene una construcción de personajes perfilados de modo formidable, en una miscelánea deliciosa entre el clasicismo de los años 30 y 40 con el toque corrosivo de los Coen, evolucionando con diálogos sabrosos, que emanan cinismo, ironía, mala baba, con punzantes duelos dialécticos, jugando con los dobles sentidos, con los montajes paralelos, en un abordaje cáustico de temas como la codicia, la fe en uno mismo, la lucha de clases, el poder de los medios, o el mencionado capitalismo desalmado. Un relato que construye con fluidez narrativa situaciones delirantes, emocionantes, tensas, y muy divertidas, mezclando el humor de todo tipo, el gag físico, el oral, el negro, e incluso tramos de humor cercano al toon. Una obra que es diáfano tributo al cine de los 30 y 40.

Tim Robbins borda su inocentón rol, lo dota de bonhomía, de torpeza, de alma, de frescura, cierto que su físico se asemeja a Gary Cooper por lo desgarbado, y en la comedia física resulta aún más divertido por lo aparatoso, el productor Joel Silver propuso en principio a Tom Cruise de Norville. Paul Newman resulta sublime en el papel del villano, una poderosa presencia que desborda carisma, temple, astucia, denota autosuficiencia, manipulación sibilina, excelso el modo regio en que fuma puros, un Titán, Clint Eastwood fue la primera opción de los Coen para este papel, que lo rechazó por problemas de agenda. Jennifer Jason Leigh sobresaliente como la impetuosa, radiante, visceral periodista, pícara, con una atronadora chispa, con ingenio, con matices, con arrogancia, emulando con un vigor tremendo a las Jean Arthur o Katherine Hepburn, con una rapidez oral formidable, con unos toma y daca fenomenales con Bruce Campbell y John Mahoney, Winona Ryder y Bridget Fonda fueron barajadas para el rol.

El protagonista es una fenomenal mezcla de personajes de Frank Capra, un inocentón, cándido, idealista, provinciano, y que en principio parece maleable por el poder, el James Stewart de “Caballero sin espada” (1939), el Gary Cooper de “Juan nadie” (1941) o el mismo de “El secreto de vivir” (1936), el alter ego en este film es Norville Barnes, que como estos mencionados llega a la gran ciudad que engulle sus incorruptibles ideales en la corrupción moral de esta jungla de ambiciones desmedidas, que caerá en el abismo, levantándose con coraje, fortaleza y con más sabiduría parta afrontar los males esta nuestra putrefacta sociedad. La protagonista Amy Archer está claramente sacada de este universo de personajes, una chica resabiada, arrogante, pícara, valiente, hastiada del mundo decadente que le rodea, en clara sintonía con la Jean Arthur de “Vive como quieras”, periodistas que intentará desenmascarar a un gerifalte (como en esta), y que al final termina enamorándose del infeliz, o la misma de “Luna Nueva”, una reportera cansada de la podredumbre que la asfixia, que mantiene cruces verbales eléctricos con sus compañeros de profesión, o la Barbara Stanwyck de “Las tres noches de Eva” (1941), la forma en que Amy traba relación con Norville es la misma que Barbara tiene con su “presa” Henry Fonda. El villano en este caso es encarnado por Paul Newman, está claramente inspirado en los malos malísimos de Frank Capra, es listo, ingenioso, millonario, malvado, codicioso, amoral, manipulador, e intentará manejar a su antojo al protagonista, como los villanos de “Caballero sin espada”, “Juan nadie”, o que “Qué bello es vivir” (1946), o su principio en que vemos a alguien a punto de suicidarse (apunto algo más en spoiler). Asimismo el film tiene algo de “El apartamento” (1960) de Billy Wilder, en exhibir la inmensidad de un espacio cuasi-infinito donde trabajan personas anónimas, emitiendo insignificancia, ser un eslabón más de una maquinaria engrasada para despersonalizarnos.

La puesta en escena resulta prodigiosa, con un deslumbrante diseño de producción de Dennis Gassner (“Big Fish”), con una escenografía que bebiendo de la arquitectura nazi, especialmente del trabajo de Albert Speer, influenciada por el film de Terry Gilliam “Brazil” (1985), asimismo de la obra arquitectónica de Frank Lloyd Wright y por el movimiento Art Deco, curiosamente no grabando en Nueva York, se filmó bastante en Chicago, en un centro comercial para la entrada y vestíbulo de Industrias Hudsucker y en el Hotel fue el salón de baile de Navidad, asimismo se rodó en Carolco Studios en Wilmington, Carolina del Norte, allí se creó la impresionante maqueta de la ciudad de Nueva York, conjunto diseñado por los supervisores de efectos especiales Michael J. McAlister (“El Imperio contraataca”) y Mark Stetson (la Trilogía “El Señor de los anillos”),... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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25 de julio de 2006
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cinta cuenta con un gran arranque que hace presagiar un film excelente. Sin embargo, mediada su duración el film aburre y desinteresa, especialmente por la mala construcción de la historia amorosa.
Afortunadamente el film vuelve a remontar el vuelo en el desenlace, en el que el homenaje se hace todavía más claro.
Excelente reparto y memorables tanto el proceso del éxito comercial del hula-hop como la anécdota de Newman y su pantalón con doble refuerzo.

Desde luego, es mejor que bodrios de los Coen como O brother y Ladykillers, aunque, desde luego no es Fargo ni El gran Lebowski
HAROLDYMAUDE
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