Hysteria

Y qué cerca estuvo de llegar a algo pero... no.
Buenos actores, estupendos escenarios, maravillosos trajes, pero casi, casi hubiera sido más de un 7, le he dado un 6 porque no puedo darle un 5,5, si no flaqueara con tanta frecuencia el guión, y por supuesto si se hubieran dignado a quitar el adulcorante que impregna de vez en cuando el mismo.
Esperaba quizás algo más de rigor o profundidad, pero al final se queda en un pasatiempo muy digno pero pasatiempo al fin y al cabo, ni ahonda en la reivindicación, ni en el cambio médico, ni en el psiquiátrico...
Y el final, no pude menos que decir: ¡anda ya!.
Una pena, pudo haber sido y apenas llegó.

‘Histeria’ se promociona como la historia de la invención del consolador. Ayudada por lo tabú (aún hoy) del artefacto y basada (supuestamente) en hechos reales, suena bastante interesante dado el contexto: las estructuras mentales sobre el sexo (y no es que hoy no existan, de hecho, es una de las razones por las que atrae el film) y el papel de la mujer en la sociedad a finales del siglo XIX. Ahora bien, si uno busca una comedia jugada y controvertida, ésta no es la película.

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El propio cartel es una alegoría de lo que se va a visionar: una deslumbrante y viva Maggie Gyllenhaal que oscurece a todos los demás personajes anclados en un servilismo de apariencia. Y no es porque su papel sea acertado ni su interpretación sublime -el feminismo que representa es tan inorportuno como precipitado, tan poco creíble como exagerado, tanto que anula cualquier oportunidad que hubiera tenido de desenvolverse gratamente en pantalla; su elección como acompañante de un puro y casto Hugh Dancy inapropiada a todas luces (la falta de chispa y tensión entre ellos es descaradamente evidente)-, únicamente es el color de una comedia medio-apagada, con momentos de lucidez, sagacidad y diversión que no resultan suficiente debido al jugoso argumento que se traen entre manos -placer sexual con receta médica para la alta burguesía inglesa atacada del mal de hysteria (vida sexual nunca satisfecha). Siendo correcta en su ambientación, apropiada en su representación, adecuada en su exposición, graciosa por momentos aislados, torpe en muchos otros y con el sentimiento de ser una agradable película deja retazos de ser un trabajo no perfilado ni acabado del todo; culpa y omisión de no aspirar a lo absoluto o, al menos, de intentarlo. Aún con todo, aporta la suficiencia de entretener sin más.

Wexler, que tenía un tema entre manos tan divertido y explotable como la invención del vibrador, no se arriesga y se queda con la parte más convencional posible, una sencilla y previsible historia de amor y algunos guiños más bien desangelados.

Como buena película inglesa victoriana que se precie, su estructura es clásica y su argumento da lugar a bastantes situaciones comprometidas que tenían filón y que hubieran dado lugar a equívocos sexuales interesantes y divertidos. Pero los convencionalismos de aquellos que debían dar el visto bueno a la película seguramente hayan pesado mucho a la hora de explotar según qué situaciones.

Solamente el carácter y las ganas de Gyllenhaal remontan en cierto modo el vuelo de "Hysteria", con una actuación algo acelerada pero propia de un personaje que lucha por la igualdad de géneros mientras busca recursos para los necesitados. Carácter que derrocha y que parece poner también de parte del protagonista Dancy, que detrás de su pose de caballero inglés no tiene mucho más que enseñar. Hasta Everett y su obsesión con el teléfono parece tener más mala leche, y no es un actor que se caracterice por ello precisamente.

Entretenida y encorsetada a la vez, deja una sonrisa permanente que se va diluyendo según avanza y su trama amorosa se apodera de la película. De todas formas es suficiente para que "Hysteria" se convierta en una elección recomendable.

Hysteria es como esos pequeños y coquetones regalos donde el envoltorio y la presentación, al final y a la postre es lo mejor de todo. En su interior se encuentra generalmente un adorno muy mono, carente de valor intrínseco que puede agradarnos en su momento y acaba olvidado en el cajón de los recuerdos.
Con una solvente factura a las que ya nos tiene acostumbrados el cine británico de época y un reparto que solventa sin problemas el endeble entramado de sus personajes y situaciones asistimos como de refilón y de lejos a la problemática social de las mujeres básicamente a finales del XIX en un Londres donde la aristocracia pequeño burguesa y el proletariado vivían muy juntos pero no revueltos. Un poquito de amor, un poquito de historia de como vio la luz el primer vibrador y unas gotitas de humor por parte de buenos secundarios y ya tenemos el regalito perfecto para la tarde de cine sin complicaciones.