Silent Night

Llega el fin del mundo y se monta un guateque de alta sociedad para expulsar pedos personales e inmundicias sociales para divertir y contrarrestar el miedo, además de poder expresarse libremente por primera vez ante el mundo, pero hasta ahí llega toda la cafeína, después es un periplo de perdida, no sólo personal, sino argumental, que desembocando hasta el inevitable final.

Aunque empieza prometiendo, al final nos la acaba metiendo, decepcionado, esperaba algo más “brutal” no un guateque de caviar.

Cinta británica que intenta hacer comedia con una situación angustiosa y dolorosamente definitiva: la extinción de la humanidad. Varias parejas de amigos se reúnen en una casa de campo para pasar el día de Navidad juntos. Saben que a la mañana siguiente estarán todos muertos así que tratan de sobrellevarlo lo mejor que pueden.

Este mix de comedia costumbrista y drama apocalíptico empieza funcionando a medias, con tintes y diálogos atropellados a lo Judd Apatow, lo que consigue que las piezas no terminen de encajar. Pero solo es una presentación de personajes, quizá algo exagerada, pero necesaria para cuando las cosas se ponen más serias. Ahí, el tono sombrío avanza y ya ni ciertas ironías logran rescatar a Silent Night de ese carácter pesimista y desesperanzado. Mantener el buen humor en una noche así debe ser terriblemente difícil, así que cuesta creer que ni con ayuda del alcohol sean capaces de pasarlo tan bien. Ser un grupo de pijos con problemas superficiales y con niñatos consentidos ayuda a que, al menos desde fuera, se vea como algo menos lúgubre.

Y cómo lo que cuenta es la construcción de personajes, solo sabemos que una nube tóxica se llevará por delante a todo ser humano viviente. No se dice más. Se habla de la rebelión de la madre Tierra, y se percibe un discurso ecologista. No se si las intenciones iban por ahí o hay que darle un cariz más político. El nombre de la pastilla de la solución final, y algún que otro diálogo ("malditos conservadores") evoca traumas derivados del Brexit. Todos parecen alienados por lo que dice el gobierno, y el chavalín, el pequeño Art es la única voz discordante. Puede ser que, en su infantilismo, solo quiera rebelarse ante lo que ve como un sinsentido mortal; o puede que represente la voz de los conspiranoicos en época de pandemia. Pero yo lo veo como la voz de la frustración, ante un evento político enormemente divisivo, que arrastró a todo un país a una situación cuyas consecuencias definitivas aún están por calibrarse en su conjunto. Drama psicológico sobre los efectos del Brexit, ¿por qué no?

Tras una primera ojeada al trailer oficial de este film, pensé erróneamente que me encontraba ante una película de índole tarantinesca a la británica, debido a que en él se podía apreciar la inclusión de un humor negro ácido característico del director, pero nada más lejos de la realidad.

Silent Night se desarrolla en el interior del hogar de Nell, una madre de familia que se encuentra realizando los últimos preparativos para la cena de Navidad que organiza y a la que están invitados sus amigos, que progresivamente irán entrando a escena.
Estos primeros minutos transcurren felices entre canciones navideñas e incluyen cientos de tópicos presentes en cualquier comedia en la que se trate la temática familiar que resultan repetitivos y aburridos.
No obstante, pronto nos daremos cuenta de que ese arranque que más de una vez se hace tedioso en el que se nos presenta a la familia de una forma idílica es escogido de forma consciente por la directora para que la posterior sucesión de imágenes provoque un impacto aún mayor en el espectador.
Llegados a este punto, la parte cómica presente en los diálogos iniciales adquiere un tono dramático cuando comenzamos a apreciar la fragilidad del asunto sobre el que trata la película y la facilidad con la que el idílico ambiente que apreciamos al comienzo del visualizado puede desmoronarse.

Una directora visiblemente preocupada por asuntos de actualidad encaminará esta historia familiar hacia la crítica realizando un bestial paralelismo entre la historia que transcurre en el hogar de Nell, interpretada por una magistral Keira Knight y la situación originada por el virus COVID-19, poniendo en duda determinadas prácticas puestas en marcha por los gobiernos en tiempos de pandemia o intentando concienciar al espectador sobre la importancia del ecologismo y del respeto a la naturaleza con el objetivo de evitar consecuencias catastróficas, o educándole en materia de igualdad social.

El film también trata una temática ya habitual en nuestra crisis pandemia: el negacionismo, que es tratado de una manera inocente y amable. Este viene encarnado por Roman Griffin Davis, el hijo de la directora, y finalmente la lucha entre el hecho y la negación se convertirá en la temática central sobre la que se desarrolle la película.
Silent Night no solamente entretendrá y emocionará al espectador sino que le hará tomar conciencia sobre ciertos asuntos políticos, sociales y ecológicos que a día de hoy ocurren a su alrededor.

Te cuento mi interpretación sobre el final en los spoilers.

"- ¿Es cierto que a algunas personas no les dan la píldora?
- Sí.
-¿A quién?
- Personas sin hogar e inmigrante ilegales.
- ¿Por qué?
- Según el Gobierno no existen legalmente".

Irregular film del Reino Unido, que combina con desigual fortuna diversos géneros como el catastrófico o quién sabe anticipación, con el puro drama y la comedia, que de todo hay.
A mí, personalmente, la comedia es lo que menos me ha funcionado puesto que prácticamente casi nada me ha hecho gracia.
Es cierto que el guion, ganador, por ejemplo, del premio en el último festival de Sitges, es esforzado, lleno de diálogos y situaciones, pero no me ha convencido.
Y es que cuando quiere ser profunda creo que descarrila, aunque tiene dos momentos excelentes, como la conversación con la abuela y la mejor, el momento en el que el para mi protagonista, el niño Roman Griffin Davis, notable en su nada fácil papel, sale al exterior por la noche y se topa con un coche parado en medio del campo. Una escena de gran fuerza dramática, inquietante, verdaderamente aterradora, ensalzada por la estupenda banda sonora de Lorne Balfe.
Pero son dos islas en medio de un mar de imprecisiones, no logrando, al menos en lo que a mi respecta, ni conmover ni emocionar.
Con todo, es muy curiosa, cierto y su punto de partida hasta original, pero creo que la película, en líneas generales, está por debajo de las expectativas.

https://filmsencajatonta.blogspot.com/

Un grupo de amigos se reúne para cenar en nochebuena, y como suele pasar, la cena es un auténtico tostón. Ni comedia negra ni noche de paz ni mucho menos silent night, tan solo unos pelmazos parloteando polleces sin tregua, que si los anfitriones guapos y ricos, que si la parejita lésbica e interracial, que si los tortolitos cursis y anodinos, que si el matrimonio hastiado con hija friki… me importan un pito todos. El único con más de medio cerebro es el hijo de los anfitriones, pero para una peli tan coral se me antoja poco foco de interés.

Tras la cena, esto es, tras dos tercios de metraje penoso, llegamos al turrón. Y es buen turrón, por fin algo interesante, solo que llega tarde y no termina de maridar con el resto de la cena, ya que supone un cambio de tono abrupto no del todo bien calibrado, pero que al menos permite a los actores demostrar quienes son, que con una comedia sin gracia es bien difícil lucirse, se pueden pegar grititos y saltitos y eso, pero poco más.

Queda manifiesto, pues, que Camille Griffin, la directora/guionista, se apaña mucho mejor con el drama que con la comedia y es una de esas pocas personas del planeta que nunca han oído hablar de las bombonas de oxígeno.

Tal vez la peli esconda un mensaje subversivo contra Boris Johnson, del que está claro que no hay que fiarse, con esos pelos. Pero a saber… Tampoco es que me importe.