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Deprisa, deprisa

Drama Pablo, "el Meca", "el Sebas", y Ángela son cuatro muchachos que quieren escapar del ambiente marginal en el que viven. Para ello, necesitan conseguir dinero, aunque no están dispuestos a trabajar durante años para poder ahorrar. Ellos solo piensan en conseguirlo rápidamente y en vivir deprisa. (FILMAFFINITY)
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
11 de septiembre de 2009
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Según tengo entendido por varias personas que vivieron muy de cerca la época, ambiente y situaciones más o menos semejantes a las descritas en esta película, estamos ante el film que mas verazmente refleja la realidad se ese mundo, quedándoseme grabada una frase que decía algo así como que eran rendidos espectadores de “vaquillas”, “toretes” y demás y que cuando las veían disfrutaban con ellas en base a la presunta heroicidad que para ellos podía tener lo que veían en pantalla, pero que con esta que nos ocupa lo que sentían era una cierta inquietud deveniente de que lo que veían era como ver su vida cotidiana reflejada en un espejo.
Teniendo en cuenta esto, que el director es Carlos Saura, un tipo con el que se podrá comulgar o no, pero que cualquiera que sepa un mínimo de cine estará de acuerdo con que no da el perfil de poner en marcha desvaríos inverosímiles (por no mencionar sus antecedentes con ese otro cuasi neorrealista retrato de los arrabales de finales de los 50, “Los golfos 1959”) y aquello tan cierto de que la realidad súpera la ficción (como cualquier habitual lector de prensa diaria y/o medianamente informado y/o policías, jueces, abogados y demás que tengan información de primera mano de lo absurdo que resulta a veces el comportamiento de los delincuentes), repito, teniendo cuenta todo lo anteriormente reseñado y que a mí en particular me basta y me sobra para eliminar el vocablo “inverosímil”, la considero la mejor y más veraz de todas las películas rodadas en aquella época con el mundo de la delincuencia suburbial como eje.
tiznao
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20 de septiembre de 2008
50 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una niña guapísima, trabajadora, divina, seria, buena gente... se encuentra ejecutando su honrosa labor tras la barra de un bar.
Un día entran dos niñatos en la cafetería en donde curra ésta. Ellos, con un careto que echa para atrás del tiriti, se piden su peazo baso de leche. A uno; gusano comparado con la bella niña, le da por arrimarse a la barra. Sus palabras salen de la boca con la misma fluidez como si tuviese dentro de ella medio kilo de polvorones "La flor de Rute". Él, puerco por naturaleza, le dice a la jovenzuela (con severas dificultades ya que sin duda la frase la tenía apuntada en el fondo de la barra del bar); eres muy guapa, me gustaría quedar contigo. Ella responde; vale.

Acto seguido la niña se hace con un bigote postizo, un revolver, y se lia a pegar tiros por la ciudad, mientras los nuevos amigos se pegan un homenaje de lujo por la nariz.

Mientras pasa todo esto, los Chunguitos amenizan el audio de la peli, ya que son muy necesarios porque a los protagonistas les cuesta mucho vocalizar y no se les entiende un carajo.

No hay un verdadero seguimiento de guión. Os lo juro. Ejemplo verídico:
Tirados en un descampado se lían un porro y se lo fuman. (8 minutos) En la siguiente escena alquilan unos caballos y se van al campo donde se preparan otro homenaje. Ella pasa. Él no. En la próxima escena la niña se pone el bigote, que digo yo que no tendrían más pasamontañas... y no se. No tiene sentido todo este último párrafo. No he dicho nada lógico ¿verdad? Pues así es la peli.
JuanCádiz
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30 de enero de 2012
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he visto recientemente…
No me ha parecido lenta como otros opinan. La historia y, sobre todo, la forma del relato mantuvo mi interés durante toda la película. Es algo previsible el final pero eso no resta mérito a Saura.
Me pareció más que acertada la elección de los actores no profesionales porque la técnica excesiva (mucha teoría y poca calle), algunas veces, aleja a los actores de lo que pretenden mostrar restándole credibilidad a los personajes y, en este caso, aunque poco “flexibles” logran reflejar la cruda realidad de un grupo de adolescentes de suburbio.
La inocencia perdida, la falta de oportunidades, el ansia de libertad, la alegría de estar juntos y la angustia de no saber qué hacer con tanta libertad… de todo eso trata la película. A mí me emocionó… es que cuando la vida joven se escapa tan rápido es imposible permanecer indiferente. No importa si la historia tiene más de 30 años porque hay cuestiones que son atemporales.
Ah! La música de los Chunguitos… me encantó, le impuso el ritmo al relato.
Si quedan otros relegados que, como yo, no la han visto a pesar del paso del tiempo, sigue siendo muy recomendable.
“Si me das a elegir” dice la canción… ¿Será que ellos alguna vez pudieron elegir…?
dajaniz
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28 de marzo de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Romanticismo bandolero en plena apoteosis democrática. Estamos en los años ochenta y las barriadas madrileñas son una cantera inagotable de talentos pandilleros; una escuela prodigiosa de canallas juveniles; la heroína, los atracos y la rumba flamenca (vivan "Los Chunguitos") como contexto mítico.
Épica callejera preñada de mitos y leyendas. El objetivo es el de siempre: vivir deprisa, morir joven y dejar un bonito cadáver; el modo es sencillo: vivir sin mañana, a tiros y tirones, entre coches, asaltos, chutes y cárceles. No hay futuro ni esperanza, solo un presente rabioso.
Este filón fue explotado por el cine, comercial (grandes recaudaciones) y artísticamente (hubo de todo, pero fueron, en general, películas resultonas y eficaces). Se convirtió en un género, con sus sagas (los Picos, las del Torete... ) y sus estrellas habituales (El Vaquilla, Manazano, Pirri... ). El público vibraba y sirvió de fantasía romántica a toda una generación de niños-adolescentes-jóvenes, la primera generación de la democracia; de sueño crispado, aventurero y sugerente que anunciaba un mundo adulto violento y conflictivo.
Este cine también servía de reflejo/espejo y denuncia: mostraba el negro panorama en el que se criaban los hijos de los emigrantes llegados a las grandes ciudades (Madrid y Barcelona especialmente), las lamentables condiciones en las que vivían y su nulo futuro; rodeados de droga, miseria y abandono optaban por la evasión y el pillaje, por la brutalidad y la autodestrucción.
Por otro lado, suponía un reflejo distorsionado y exaltado/embellecido (el romanticismo por muy oscuro o trágico que sea siempre eleva la realidad, le añade peligro, grandeza y enormidad, es un generador incansable de arquetipos legendarios y bellas posibilidades de fuga) de un momento social y político complicado, confuso y tortuoso; estábamos en la época turbulenta del golpe de estado, cuando el posfranquismo daba sus últimos estertores y todavía nadie tenía claro lo que iba a suceder. El mundo quinqui es la otra cara de la moneda; el escapismo juvenil ante una realidad dura, las ansias de libertad; la metáfora de una España todavía imberbe e inocente, candorosa en su deseo de cambio, atrasada y brutal pero esperanzada.
Saura recoge todo esto y lo narra desde su particular punto de vista: elige el despojamiento, la mirada exenta de oportunismos, groseras denuncias moralistas y sermones demagogos, va a lo esencial, a contar una historia, una aventura con unos personajes bien definidos (un tanto rudimentarios) y unos pocos hechos.
Al principio vemos una amistad de machos delincuentes, luego aparecen la mujer (esta vez no es femme fatale) y el amor (cuanto mayor fatalismo apunte y fuera de la ley esté, más poderoso será), y ya tenemos una banda: el amigo fiel y portentoso conductor, la pareja enamorada y el cuarto en discordia (un poco quisquilloso pero también leal y buenazo). El guion se queda en el esqueleto: tres atracos y las transiciones entre los golpes; se presenta a los personajes, atracan, charlan un poco, se aman, se drogan otro poco... y ya.
La mirada de Saura, su rechazo de los excesos melodramáticos y las monsergas se impone rotundamente, vuelca la balanza hacia el cine, hacia la pura narración, es un gran acierto; dota a la historia de humor, naturalidad y ligereza. El resultado final es una película tierna y cruda, pequeña y muy rescatable; única, lírica y especial dentro del aluvión quinqui.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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2 de junio de 2018
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodeada de una atmosfera marginal, integrada en el desconcierto. Carlos Saura ha conseguido una película compuesta por aquellos personajes que se movían entre las drogas y la delincuencia. Y debió hacerlo bien, porque en el Festival de Berlín le concedieron el Oso de Oro.

José Antonio Valdelomar, su protagonista, trabajó solo en esta película, falleciendo en 1.992 con 34 años, de una sobredosis. Berta Socuéllamos tampoco continuó en el cine, lo cual demuestra que los personajes que Saura buscó, eran lo más cercano a una realidad, con independencia a sus cualidades interpretativas.

Deprisa Deprisa, se mueve por lugares comunes a cualquier otra película del cine quinqui. Los argumentos se diferencian poco, unos de otros. Los personajes, sus formas de actuar, las pautas de conducta. Es un cine reiterativo que incluso hoy día nos atrae por la verdad que encierra, una verdad lejana profunda y sincera.
LEUGIM
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