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La hora de las pistolas

Western Ike Clanton (Robert Ryan) es un hombre poderoso que tiene atemorizados a los habitantes de Tombstone. Cuando el agente federal Wyatt Earp (James Garner) y su inseparable amigo Doc Hollyday (Jason Robards), pistolero y jugador profesional, llegan a la ciudad para imponer la ley, Clanton no duda en comprar a un sheriff corrupto para acabar con ellos. A partir del momento en que los pistoleros de Clanton asesinan por la espalda a uno de ... [+]
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
6 de marzo de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para cierto público el nombre de John Sturges no será muy familiar. Pero mencionar La Gran Evasión, Fort Bravo, Los Siete Magníficos El Viejo y el Mar o Duelo de Titanes ya es algo diferente, Para otro público los nombres de James Garner, Jason Robards o Robert Ryan tampoco les serán muy populares. Por citar títulos más recientes, cierto público habrá visto a Garner en El Diario de Noah o Space Cowboys; a Robert Ryan se le puede reconocer de películas como Grupo Salvaje o Los Doce del Patíbulo y finalmente está Jason Robards, un eterno secundario (Philadephia, Magnolia, Hasta que llegó su hora,...) que pocas veces a tenido el protagonismo de sus películas perocuando así ha sido se ha comido al público (La Balada de Cable Hogue).
La parte técnica de la película es muy sólida y tiene una buena fotografía y una mejor banda sonora (firmada por el siempre genial Jerry Goldsmith).

La película es correcta, pero le falta garra y sobretodo vemos una historia que se ha contado más veces en el cine y precisamente por eso, por ser una historia muy conocida a lo mejor Sturges se permite comenzar la película de tal forma que o conoces la historia que narra o uno se pierde un poco con los acontecimientos.
Esos detalles que omite la narración porque se presume que el espectador ya los conoce y la falta de más gancho hacen desmerecer un poco a la película. Pese a todo, la película es una sólida muestra de un tipo de cine que llevaba ya años dando sus últimos coletazos. El western volvería pero el western clásico no. Aún más, en aquella época Peckinpah y Leone ya triunfaban (solo un año antes se estrenó El bueno, el feo y el malo). Pero si vemos que este género, el western, tenía ya en la época otras vertientes que eran las que triunfaban, en líneas generales el cine ya apuntaba hacia otras direcciones (un año más tarde vimos El planeta de los simios y solo cinco más tarde llegaba El Padrino de Coppola), en resumen: La hora de las pistolas llegó tarde.
el hombre del coco
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6 de octubre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la historia cultural del siglo XX los años 60 significaron una gran ruptura del, digamos, orden preestablecido. La aceleración del desarrollo tecnológico mundial, la expansión de la TV y sobre todo la contracultura asociada a una nueva juventud cuyas ideas se movían al ritmo de las músicas nuevas de sus nuevos líderes, dio carpetazo final a más de medio siglo de clasicismo y abrió la puerta a una nueva normalidad, moderna y revolucionaria. Para el cine también supusieron un antes y un después donde los westerns entraron en una fase crepuscular, en la que abandonando su primitiva moralidad empezaron a cuestionarse lo que estaba bien y lo que no. Los muertos empezaron a tener un entierro digno y una cruz en el cementerio No solo la muerte tenía un precio sino que la vida por primera vez parecía tener algún valor. Muchos de ellos fueron westerns psicológicos donde algo parecía retorcerse en lo íntimo de los pistoleros, otros viajaron a Europa de la mano de directores como Leone o Corbucci, impregnándose de un sabor a continente añejo del que carecían. En definitiva, se produjo una "humanización" de un género "in artículo mortis", en un desesperado intento de adaptarse a los parámetros marcados por una sociedad que renacía tras dos guerras mundiales y que ponía los cimientos de un futuro distinto.

En ese contexto surgieron westerns como "El hombre que mató a Liberty Valance" (1962), "Grupo Salvaje" (1969) y más posteriormente "Pequeño Gran Hombre" o "La balada de Cable Hogue" (ambas de 1970). Y entre estos y otros muchos encontramos "The hour of the gun" de John Sturges un film al que no calificaré de magistral aunque sí de notable y, por su año de realización y contenido, de crepuscular y psicológico. Una excelente segunda parte para aquella "Duelo de titanes" del mismo Sturges cuyo argumento se centraba en todos los argumentos y circunstancias previos que concluyeron con el famoso enfrentamiento entre los hermanos Earp más Doc Holliday y la banda de Ike Clyton. "La hora de las pistolas" retoma la historia en ese momento en que los cuatro hombres se dirigen con la lentitud parsimoniosa de los grandes westerns hacia el encuentro de quienes, lo sabemos, serán sus futuras víctimas, y la continúa con una serie de hechos que convulsionan a la familia Earp y hacen que el propio Wyatt se cuestione el funcionamiento de la ley dentro de una sociedad comprada o aterrorizada.

Bajo la atenta y extrañada mirada de Doc Holliday, el film recoge con sutileza pero de forma más que evidente la evolución psicológica de Wyatt Earp, su tránsito desde la defensa a ultranza de la legalidad establecida hasta su obsesión por conseguir, por otros cauces, la justicia que la ley parece negarle. La frase de Doc es absolutamente ilustrativa: "Eso que llevas ahí no son órdenes. Son licencias de caza" refiriéndose a las órdenes de arresto de los asesinos de su hermano y a su uso por Wyatt como licencias para matar. En este orden de cosas la película parece despojarse de sus ropajes de western para situarnos en una temática mucho más generalizada, la de la invalidez de la ley en la lucha contra los grandes gangs, la mafia, sea en Chicago o en Palermo o el imperio de la droga en Marsella o en el Bronx. Es por ello que no es el western clásico al que estamos habituados donde la justicia se imparte a balazos y no en tribunales, donde los muertos no se entierran sino que jalonan los caminos y donde los escrúpulos de conciencia son una realidad desconocida del quinto milenio. Al contrario, aquí se cuestionan los métodos y las formas y empiezan a sugerirse, muy levemente y con desigual fortuna, aforismos como "la justicia es igual para todos" o el "nadie está por encima de la ley" de ínclito recuerdo.

Excelente el color y la fotografía. De excepción la música de Jerry Goldsmith (como siempre). Magistral John Sturges (suyo es el western). Y punto y aparte para tres grandes actores: Jason Robards, Robert Ryan e incluso para un James Garner, espíritu burlón muchas veces cuestionado que aquí encarna de forma fiel, como siempre nos lo hemos imaginado, a uno de los mitos americanos por excelencia. En resumen una película que hay que ver de un género que, incluso en su declive nos ha dejado trabajos memorables.
FATHER CAPRIO
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19 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el western –y en el cine en general-, la autoría tiene sus claroscuros. Sturges suele salir bien parado en muchas antologías, pero la condición de artesano termina por empañar la magnificencia de su cátedra. Analizada en conjunto –con la salvedad de alguna concesión al “rat pack”- su aportación a la enciclopedia del revolver en la cintura es mayúscula. De no ser por la fantasmagoría de “Joe Kidd” y el dudoso rodaje de “Caballos Salvajes”, “Hour of the Gun” pasaría por ser su testamento. Una obra de una profundidad insana, modélica. Un film rodado con precisión notarial que levanta acta de un mundo que empieza y otro que acaba. Earp y Hollyday son, en el fondo, el mismo ser, la misma tenebrosa turbulencia. La estela polvorienta de un trote que se aleja. Los vivos y los muertos. Los ajusticiados. Nada de esto está contado con énfasis. No existe el subrayado fácil en la filmografía de Sturges. Cartesiano y certero, sus planos son como disparos con silenciador. Una precisión alejada de la convulsa locura de Fuller.

“Hour of the Gun” comienza donde termina la leyenda de anteriores películas, incluida otra obra maestra del mismo Sturges. La épica es contenida, puesto que suele ser una aportación a posteriori, un juego de nuestra memoria cinematográfica. “Hour of the Gun” parece contada en tiempo real, un presente lastimado ya por la corrupción de las leyes. La profesionalidad se ejerce a costa de concesiones personales. Sturges retoma a los personajes principales del dudoso tiroteo en el O.K Corral y se salta la emotividad, la oda a los solitarios. A cambio se adentra en la política y las lóbregas interioridades de sus protagonistas. La bondad y la maldad van de la mano. Da igual que cuestionemos a Earp y Hollyday que a un Ike Clanton con una bota en la tiranía del rancho y otra en la servil ley. Los antagonismos están esculpidos en piedra, pero la distancia entre lo correcto y lo equivocado no existe. Es una película a ratos tétrica, masculina, sin amor. Su esencia es la amistad adulta, la lealtad. Ese duelo presencial entre el defensor de la ley y el jugador, su continua ambivalencia. Los límites entre uno y otro terminan por difuminarse. Sus posturas morales se solapan. La negrura de las vestimentas alcanza a los corazones. Los tiempos están cambiando y a sus protagonistas les resulta difícil adaptarse a la corrupción que compra juicios.

Un film probablemente incomprendido, que tergiversa otros y abre nuevas sendas al género. El retrato desencantado de una época en la que una vida, como se cuenta en una estupenda secuencia, valía 50 dólares. Un Sturges quirúrgico y desapasionado acierta a narrarlo. Su impronta sobrecoge. La ternura está en las miradas, en lo que no se dicen los dos viejos amigos a la puerta del abandono y la jubilación forzosa. Ya no hay más cartas sobre la mesa para ese eterno Doc Hollyday encarnado con finura por Jason Robards. Tampoco el futuro es halagüeño para Wyatt Earp. Tras el duelo con Clanton en un Méjico que parece una ensoñación, la despedida en la clínica orientada al sol, esa última partida, ese último trago, es de una belleza elegiaca. Sturges volviendo sobre sí mismo, sobre sus personajes, esos centauros vengativos que por azares del destino, una vez cabalgaron juntos.
Simsolo
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18 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me sorprendió gratamente esta interesante cinta, aunque no hubiese puesto a James Garner como pistolero "a priori", sin embargo, cumple bien con su papel. Jason Robards muy acertado como Doc Holliday y Robert Ryan como un cínico canalla, como Clanton, excelente. Correcta dirección del muy competente John Sturges, quien a lo largo de su carrera, nos regaló varias cintas de buen nivel, y en distintos géneros. Las locaciones rodadas en Arizona y México muy acordes a la trama de esta cinta. Me encontré con un par de secundarios, a quien había visto previamente en la mítica serie de Irwin Allen, "Viaje al Fondo del Mar": Albert Salmi y Charles Aidman. En resumen. interesante propuesta de Sturges, dando una segunda vuelta de tuerca (dirigió Duelo de Titanes, con Burt Lancaster y Kirk Douglas, diez años antes) a la historia de Wyatt Ear, Clanton y el corral OK.
dpedemonte
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30 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni mucho menos el western más conocido de Sturges y, en mi opinión, injustificadamente subestimado. Quizás el caer en unos años en los que el género gozaba de un revulsivo gracias a Peckinpah y Leone ha podido relegar este título a un segundo plano. En cambio “la hora de las pistolas” me ha parecido notable, aunque carezca de las innovaciones técnicas de Leone sí que aprecia ciertas conexiones con el borrachín de Peckinpah. Una peli de reyertas y venganzas, extremadamente masculina, violenta y directa. Recoge las andanzas de la pandilla de Wyatt Earp tras el tiroteo de OK Corral, Sturges ya había filmado la leyenda en Duelo de Titanes, a través de un rocoso James Gardner en el pellejo del alguacil frente a un breve pero brillante Robert Ryan como el vil Ike Clanton.
Kris
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