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El abuelo

Drama Asturias, principios del siglo XX. Don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, Señor de Jerusa y de Polán, creía saber qué era el honor. Hasta que regresó de América viejo, casi ciego y arruinado. A su llegada descubre un amargo secreto: una de sus dos nietas -Nelly y Dolly- es ilegítima, no lleva la noble sangre de su familia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
27 de octubre de 2009
39 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
La juventud es un divino tesoro, pero la vejez en ocasiones atesora el secreto de la divinidad: Dios es un hombre anciano. Existen, claro está, muchas clases de ancianos y algunos son mezquinos o vulgares, pero la mayoría parecen haber seguido concienzudamente el rastro de miguitas que van dejando sus niños anteriores para encontrar por fin una morada en la que nada ni nadie puede perturbarles y que es la morada del pensamiento puro, liberado por fin de la cárcel de los sueños, de los planes, de las necesidades, del cuerpo mismo. Es la cercanía a la muerte lo que hace al hombre más cercano a lo inmortal.

El compendio de las virtudes y defectos del anciano paradigmático se reúnen en la soberbia figura de Fernán Gómez, ese león bajo yugo que necesita desesperadamente ejercer como ídem en la persona de dos nietecitas de cuya legitimidad sanguínea tiene serias dudas. La lucha del abuelo por reservar un amor que se le va desmigajando de la voluntad poco a poco para entregarse sin condiciones ni reservas es de una belleza sin paliativos, no me refiero a una belleza basada en recursos sentimentales fáciles, sino ese tipo de belleza que emana de la gravedad ¿sabéis a qué me refiero, no?.

El marco es un fresco burgués típicamente galdosiano lleno de vida y encanto, con interpretaciones de verdadera altura (en especial los veteranos) y una crítica muy vigente aún de las pequeñas y ruines miserias humanas. Hubo un tiempo en que leía y admiraba muchísimo a Galdós y siempre pensé que de sus novelas se desprendía siempre una enorme compasión hacia sus pequeños, muchas veces insignificantes personajes. Quizás lo mejor de "El abuelo" es que Garci ha conseguido trasladarla a su película sin adulterarla con una visión más moderna y conservar esa poesía viva del más elevado anacronismo moral no es un logro al alcance de cualquiera.
Neathara
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16 de septiembre de 2005
38 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una obra maestra de nuestro cine, una película maravillosa, portentosa y que rompe esquemas. La adaptación de la obra de Galdós resulta acertada y sin duda, la mejor. Jose Luis Garci dota a la historia una riqueza que, como muy bien dicen, deslumbra. Habría que destacar tantas cosas; los decorados, exteriores, reparto, banda sonora, guión, montaje... que para nada extraña que fuese la nominada para representar a España en la entrega de los Oscar. Fernán Gómez hace una interpretación que supera toda predicción, se trata sin ningún género de duda de uno de sus mejores trabajos en el cine. Es de elogiar la interpretación de las dos niñas, Alicia Rozas y Cristina Cruz sobretodo. Y la banda sonora es una de las mejores que se han compuesto en la historia del cine español, el artista: Manuel Balboa. Y todo esto dirigido con una maestría sobresaliente. Y es que ante las obras de arte, a veces sobran las palabras.
Oscar
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7 de septiembre de 2014
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estaba esperando y se me ha aparecido. Sabía que tenía que existir, que debía andar por alguna parte la obra maestra de Garci. Este señor siempre me ha inspirado confianza pese a algún que otro batacazo y con «El abuelo» de 1998, a la espera de continuar con otros título que pueden ser interesantes, creo que ha tocado el cielo.

Una película preciosísima desde el minuto uno al ciento cuarenta, larga desde un punto de vista objetivo pero tan suave, tan bien montada y compuesta, tan hermosa que si durase más no importaría. Una fotografía que deslumbra, un cuadro de colores salvajes con un sentido artístico inconfundible, apenas soñado; esa secuencia de la playa al atardecer con las niñas y la condesa caminando por la orilla nos deja sin palabras, aunque de estas hay unas cuantas, por no decir todas las que muestran paisajes. Banda sonora que no necesita variarse porque es justo esa melodía, unida a la excelente Gymnopédie Nº 1 de Satie, la que tiene que sonar siempre. Un guión que te desarma por su hondura de emociones, por su intensidad de palabras e ideas, por su incansable reflexión sobre el paso del tiempo, el amor y la pérdida, que es lo que caracteriza a ese personaje para la historia del cine español que es don Rodrigo, con la barba pelirroja de un enorme Fernando Fernán-Gómez que tiene la fortuna de que no le doblen. No sé a qué viene esto de cambiarles las voces, como si a Rafael Alonso le hiciera falta. Cayetana Guillén Cuervo está normal pero, por algún motivo, resulta perfecta y las pequeñas Cristina Cruz y Alicia Rozas son, sencillamente, ángeles.

Quien destaca por su protagonismo y trascendencia es el abuelo, claro. Un hombre de corazón de león que representa un conjunto de valores y principios que, por supuesto, la modernidad, la de entonces y la del presente, ha abandonado. Esa sensible visualización de la pérdida es tan desgarradora que prometo que no he dejado de llorar por lo menos en una hora, seguro que más. Qué impactante es asistir a la triste, digna y nostálgica decadencia de un hombre que en el pasado tenía poder, una esposa a la que amaba y le amaba, un hijo adorado al que ha visto morir, una fortuna, un nombre, el respeto de sus vecinos; presenciar la ingratitud, la desvergonzada traición de su nuera, la duda entre el bien y el mal, entre el amor y el honor, de este anciano pobre y solo que lo ha perdido todo. Es imposible no quererle con ternura y no acompañarle en ese proceso en el que tendrá que distinguir entre el honor hueco, para algunos estiércol, y el verdadero honor, el importante, de un verdadero caballero. De hecho, cuando Dolly pregunta en un momento dado qué es el honor, mi respuesta sería fácil: el honor, querida niña, es tu abuelo.

Un clásico de nuestro cine. Una maravilla cinematográfica.
Kaori
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30 de septiembre de 2014
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando Fernán-Gómez fue un coloso de las artes que todo lo hizo bien, en mi opinión, un genio que podía haber vivido tranquilamente en el Renacimiento. El personaje del abuelo, desprende seducción y magia hipnótica, lo borda con su gestualidad, su mirada, su dicción y su tonalidad. Gracias al talento literario de Galdós, José Luis Garci adapta esta novela que relata la decadencia de una clase aristocrática. Don Rodrigo de Arista Potestad, conde de Albrit, señor de Jerusa y de Polán, tras la muerte de su hijo, regresa arruinado de América a su pueblo con el objeto de descubrir cuál de sus dos nietas es la legítima. Lucrecia (Cayetana Guillén), nuera que siempre detestó, irlandesa y madre de las dos hijas (Leonor y Dorotea, a quienes llama por sus diminutivos en inglés, Nelly y Dolly) una de las cuales no es nieta de Rodrigo sino que fue origen de una aventura entre Lucrecia y un pintor llamado Carlos Eraul.

Garci narra con su estilo sereno y elegante, rico en matices, heredado de su clasicismo en la forma de contar historias sencillas de profundo calado humano. El cineasta es respetuoso con el texto y su espíritu, sobrio en la contención dramática, filmando largos plano-secuencias, como la que abre la película, otra espléndida secuencia es la presentación del abuelo ante sus nietas como la aparición de Dios. Las localizaciones y los decorados de Gil Parrondo son fascinantes. La fotogafía portentosa, la música emotiva e inolvidable, incluyendo a Eric Satie. El estupendo reparto da a los personajes un lustre y una verosimilitud asombrosa. Don Rodrigo, librepensador, irascible y gruñón; Pio Coronado, el maestro instructor de las niñas maltratado por su bondad; Lucrecia, esposa infiel de vida desocupada y fácil que intenta recluir al suegro en un convento para librarse de la rigidez moral del anciano.

Todo ello recreado en una suntuosa puesta en escena por Garci, pero en el fondo, lo que esta historia propone es la relatividad del honor ante la fuerza irresistible del cariño, una digresión sobre el suicidio, unido a ciertas pinceladas anticlericales y sobre todo el retrato de un pueblo y sus gerifaltes o fuerzas vivas cargados de hipocresía y mezquindad, arribistas, mentirosos y cobardes, vendiendo sus conciencias al mejor postor, que da pie a Don Rodrigo para un brillante parlamento en el café, mostrándoles su desprecio a cada uno de ellos, desde el médico al que le pagó los estudios, hasta el rastrero alcalde, desde el cura glotón que come más torrijas que hostias reparte en misa, hasta el funcionario Senen pedigüeño y traidor. “El abuelo” es una película hermosa, evocadora de tiempos pretéritos, en la que Garci se toma su tiempo para sugerir y reflexionar sobre las contradicciones del ser humano.
Antonio Morales
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13 de octubre de 2008
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Garcí adapta la obra de Galdós en la que un viejo y arruinado conde regresa a su tierra natal para encontrarse allí con sus nietas, su nuera y conocidos. "El abuelo" es un paso más en la carrera de Garcí, cada vez más asentado y mejor director, del que es díficil recordar logros memorables (hasta la llegada de la hermosísima y admirable "You´re the one") pero todavía más díficil recordar patinazos claros. El cineasta asturiano sabe en todo momento lo que quiere y cómo lo quiere: se apega al melodrama como una sanguijuela para absorber toda la esencia de éste hasta, en ocasiones, dejarlo tan seco que pierde frescura y fuerza. A partir de aquí, aplica un estilo esteticista, pausado, academicista, cerebral, estricto, cercano y a veces dentro de la "qualité" (de ahí rachas pedantes y un abuso de la música que resulta monótono), sin duda y asumidamente manierista. Gusta de dar espacio y tiempo a sus tramas, rozando siempre el filo entre el aburrimiento y la proeza. Todo encaminado y como fin último, a lograr del espectador un compromiso con lo que está viendo para llegar a la emoción, al terreno sentimental (a veces sensiblero), al alma humana. Y eso es "El abuelo" y en toneladas: un ajuste de cuentas entre almas, rodado sin prisa, espaciosamente, de forma recreativa. No da Garcí de lleno en la diana pero logra aciertos parcialmente muy grandes, como serían, dentro de la impecable factura del film, toda la relación entablada entre el después fallecido Rafael Alonso (en su gran despedida del cine) y Fernando Fernán Gómez (unos diálogos verdaderos, que hieren y sinceran, que laten de vida cuando les está cercando la muerte) y, sobre todo, la imprescindible elección/presencia del único Fernando Fernán Gómez, sin el cual no hubiera sido posible la película. Fernán Gómez recibe un regalo con este personaje: le sirve para interpretarse a sí mismo, para autohomenajearse, para mostrar su desnudez, su mezcla desarmante de trueno y relámpago, de lluvia y sol, de carácter y corazón. Solo por ello, por tener al más grande en otro gran personaje, vale la pena la película.
kafka
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