Mi casa en París

Una comedia adulta y con razones del amor para encauzar el camino hacia las relaciones con uno mismo y los demás. Además lo importante de esta película es su tono gris y en clave (a veces) de comedia negra, nos lleva a lo importante que es amar.

Por lo demás con un tono (muy a lo parisino), salimos con la sensación triste, pero siempre con el deseo de ver una luz en el camino de las conversaciones con uno mismo cuando la edad empieza a solicitar no más presencias de padres y madres como culpables de nuestro destino.

Con un poco de eco de "El amor" de Haneke, se puede manifestar que la luz de nuestro alrededor, no debe estar ligada a los años vividos, pero sí a los que quedan por vivir. Respecto a las actuaciones en la cinta de Horovitz, que duda cabe que gozan del prestigio de los buenos actores. ¡Ah! Y un excelente Kevin Kline, cuyo rostro desde la remota "Un pez llamado Wanda", nos deja la sensación que aun está vigente.


Gonzalo Restrepo Sánchez
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Una magnífica cinta. Brillante, con momento hilarantes que revolotean alrededor de un drama de tintes épicos. Con una suprema interpretación de Kevin Kline, Kristin Scott Thomas y una incombustible Maggie Smith. De esas películas en las que te descubres riendo y al instante, un tremendo e incontestable mazazo de realidad te invita a reflexionar sobre algunas de las miserias cotidianas de las relaciones amorosas.
Bien construida. No pierde hilo ni siquiera cuando el director se permite el pequeño lujo de divagar junto al director de fotografía por la orilla del Sena.
Una de esas cintas que hay que ver. Y si es en versión original, mejor. Impagable.

Cercana al planteamiento teatral, se desarrolla sin sorpresas y con escaso jugo que aporte riqueza a un guión en exceso esquemático.

Cierto tono de comedia dramática en alguna escena, no suministra esa complejidad que hubiera sido deseable, alejándola de una más que incipiente parodia y acompañada, en todo momento, de un olorcillo rancio.

El final lo intuyes desde el principio, no sé si merece la pena padecer o disfrutar el trayecto, para el vago entretenimiento que terminas recibiendo. Mi valoración sería un 5,5, pero optaré por la nota más baja.

La frase que titula mi crítica está sacada de la propia película.

Pensar que nos vamos a encontrar con un nuevo “Hotel Marigold” es todo un error. El habilidoso tráiler persigue capturar al mismo público, incluso hasta el título en español invita al engaño; siendo desde luego mucho más apropiado el original.
La película está más cerca del drama y hasta diría que roza la tragedia personal en algunos momentos. Sigue el esquema habitual de un hombre acabado, con una familia dispersa y lleno de problemas económicos, que al recibir una herencia, realiza un viaje a la capital del Sena, y su vida cambia para siempre.
El relato se sustenta en el carisma de sus dos protagonistas: la versatilidad de Kevin Kline, más cerca en esta ocasión al cine de Lawrence Kasdan; y Maggie Smith, ofreciéndonos una amarga y entrañable interpretación a partes iguales.
Se ve con agrado, pero en su nudo la cinta advierte cierto estancamiento, sobre todo en el tramo de las confesiones entre los personajes, y la incipiente trama romántica tampoco llega a convencer.
Un producto sencillo, bien interpretado, que sirve como alternativa más calmada a los blockbuster veraniegos.
Y curioso conocer el sistema de venta “viager”, transacción que al parecer se viene realizando desde hace siglos en el país vecino, y que ha vuelto a coger fuerza ante la imposibilidad de adquirir algunos inmuebles y sus desorbitados precios. Desde luego no te irás a la cama sin saber algo más.

Me ha parecido una comedia entretenida, para pasar el rato, con tres actores que mantienen la historia en alza.
Tardío debut en la dirección (75 años) del escritor americano Horovitz, basada en su obra teatral y ese origen se nota y lastra el resultado final.