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No amarás

Drama Tomek es un joven de 19 años que vive obsesionado con Magda, una mujer treintañera a la que espía cada tarde con unos prismáticos. Ella es una mujer liberal y sin prejuicios que invita a su casa a muchos hombres. Tomek, celoso, decide trabajar como repartidor de leche para interrumpir sus citas amorosas... Esta película pertenece a la serie "Decálogo". (FILMAFFINITY)
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Críticas 54
Críticas ordenadas por utilidad
26 de julio de 2022
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No entiendo el título que se puso en la traducción española, ni tengo ganas de entenderlo, en cualquier caso no cabe duda que es de lo más desafortunado.

El supuesto de Kieslowski hay que enmarcarlo en la época en que vivimos, en concreto en la época que vivía Polonia en aquellos años, con sus circunstancias, con su modo de vida.

Lo más interesante lo podemos encontrar en que la cinta permite ahondar en las pulsiones más profundas de los humanos, de ambos sexos, pulsiones referentes a una atracción que podríamos definir como amorosa.

La película parte de la atracción que siente el protagonista Tomek hacia su vecina Magda; en esa atracción Tomek trata de llenarse de objetos o vivencias de aquella, lo que le lleva a tomar comportamientos algo obsesivos e incluso psicopáticos, pero el germen es una pulsión natural.

En el mundo moderno, en el que el solipsismo y el individualismo y el aislacionismo son el terreno abonado (obsérvense los representativos edificios grises), las relaciones entre personas ya están adulteradas de por sí, es por eso que un amor que no busca nada no tiene cabida en ese mundo.

El amor de Tomek es un amor sensible, quizás hasta afectado, pero no tiene maldad, es el primer amor. Cuando hablamos de amor hablamos de atracción, de erotismo, de magnetismo personal.

El personaje de Magda acaba entendiéndolo, por eso se rinde a él. Una mujer con experiencia ya no espera encontrarse con un hombre así, ni lo conoce ni lo ha conocido.

Es raro hallar una película que muestre la sensibilidad y la vulnerabilidad de lo masculino, y hoy día menos. Pero aquí lo tenemos, sin palabras ni escenas estridentes.

Quizás sea difícil creerse que una situación como la que se muestra pueda darse en la realidad, pero la delicadeza con que expone Kieslowsky hace no lo veamos todo tan extraño.

El erotismo (comportamientos o cortejos entre los sexos) está en vías de extinción, o quizás ha desaparecido ya. Su desaparición lleva a acciones anormales, a relaciones anormales, a los encuentros entre hombre y mujer adulterados y llenos de confusión. Es uno de los resultados de las políticas de género tan en boga desde hace años.

Nos hemos creído el centro del universo, pero lo central de nuestra especie (nuclearmente la pareja hombre-mujer) está resquebrajada y apunta a destrucción total. Urge reconstruir la confianza y la naturalidad entre los sexos antes de que el sistema globalista lo convierta todo en herrumbre galáctica.


Película de argumento sencillo pero con finas aristas en su confección. Un 7,4.
Tombol
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6 de agosto de 2022
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Tomek está solo. Siempre lo estuvo. No conoce el amor. Nunca lo tuvo. Tampoco sabe defenderse, no hubo un padre que le enseñara que en la vida a veces hay que levantar la guardia para no terminar golpeado. Su familia fue el Orfanato. Vive con la madre de su único amigo, que lo cuida para paliar un poco una soledad sobrellevada con concursos de belleza y programas de T.V. Tomek no miente, confiesa a Marga desde sus mas vergonzosos secretos, que la espía y las trampas realizadas por el solo hecho de poder verla. Nadie le enseñó que en la vida es necesario no exponer nuestras miserias a los demás, porque correremos el riesgo de quedar con un ojo morado. Le dice que la ama y cuando Magda acostumbrada a sus amantes que siempre dan pero a cambio de algo, le pregunta que quiere, él responde "Nada", porque en ese sentimiento que lleva quizá implícita la búsqueda indeleble de la madre ausente, aflora el amor que se justifica a sí mismo, que no pide nada, que siente como propias las angustias del otro, que es feliz solo con su sonrisa.

Magda también está sola. Su soledad no es la de Tomek. Está hecha de encuentros y desengaños, de sexo furtivo y ocasional, como ese botellón que se derrama...estéril.

Kieslowski con el encuentro entre estos dos seres desamparados hace una obra de arte, donde la imagen, los silencios y la música dicen más que las palabras y nos hace reflexionar sobre el amor en tiempos donde el ajetreo diario y el egoísmo propios de una sociedad materialista han minimizado y borroneado su real significado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jorge
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9 de enero de 2024
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Ampliación del Dekalog 6, esta breve película sobre el amor, como se tituló en algunos países, va justo de lo contrario. Quien piense que versa sobre el amor, se equivoca de pleno. El amor es justo lo que no hay, el fantasma que recorre los 84 minutos de metraje. Se divide claramente en dos partes, y como ya sucediera en No matarás, la otra cinta que se extrajo del famoso Decálogo, esa primera parte es mucho mejor que la segunda. Y es una pena, porque podría haber sido una obra maestra. Y no lo es. Para que una película sea considerada obra maestra, todo tiene que encajar a la perfección, no puede haber desequilibrios estructurales. Sucede que esta es una historia sobre un voyeur, Tomek (excelente Olaf Lubaszenko), que se dedica a espiar a una vecina que vive en el bloque de enfrente. Ella es Magda (el nombre, muy bien elegido: Maria Magdalena, una pecadora, una mujer que se acuesta con cualquiera, una buscadora de placeres pasajeros). La actriz que le da vida, Grazyna Szapolowska, es de una belleza deslumbrante, y sólo por verla ya merece la pena esta sombría cinta. Pocas veces se han visto actrices más guapas, yo al menos no lo recuerdo. Normal que este babieca se enamore de ella. Pero que no es amor, ya digo, es simplemente una obsesión. La cinta discurre de forma fluida y fatal, hasta que se desencadena la tragedia. Ahí acaba la primera parte.

Es como en Psicosis, de Alfred Hitchcock (sí, sí, el fantasma de La ventana indiscreta está por aquí), tras la famosa secuencia de la bañera, que empieza otra película. Pues aquí también, tras el desplante de Magda, que le hace ver al chaval que el amor no existe, sólo el sexo. Y es que, no lo olvidemos, ella es la típica ciudadana socialista, vive en la Polonia antes de la caída del Muro de Berlín. Que sí, que sí, que Kieslowski es muy poético y todas esas chorradas, pero antes de nada, es un autor político, todavía. Ya cuando se volvió francés e hizo aquellas pelis tan cursis, la cosa cambió bastante. En fin, en esta segunda parte, el punto de vista se desplaza a Magda, y aquí la cosa ya no gusta tanto. ¿Por qué? Porque la magia residía en la mirada de él, que somos todos nosotros, los babosos espectadores. Cuando él desaparece, y es ella la que mira, la cosa flojea bastante. ¿No era ella la puta, y él el mirón? Ahora resulta que esto da un giro de casi 180º, si no más, y resulta que el amor es posible, es decir, que se acabó la magia del cine. La magia dice: verás sin ser visto, podrás fantasear a placer, como en el porno. ¿Y el amor? El amor en su lugar. Es decir, en los cuentos de hadas, en los relatos infantiles y en las novelas del siglo XIX. El siglo XX pertenece al porno, a la miseria sentimental, a la explotación y al vampirismo más necio.

No es una mala película, al contrario. Está a la altura de No matarás, incluso es mejor. Hay una extraña química entre los personajes, y hasta la viejecita que le sirve de madre hace muy bien su papel, como la típica bruja socialista. Es un mundo triste, ya lo sabemos. En el viejo mundo comunista, el amor era así, un puro desatino. Sexo de mierda y amor que salta por la ventana. Pobreza, viejas que luchan por tirar el reciclaje, carreras como loco con el carrillo lechero, y la leche volcada. Esos bloques de viviendas, como colmenas. La magia del cine, viene a meter un poco de ilusión en esas vidas secas, casi muertas. Amor, o cine, sólo cine, nada más.
Lukas
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12 de diciembre de 2008
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del decálogo televisivo de Kieslowski, No amarás es, junto a No matarás, una de las dos piezas que el genial director polaco decidió convertir en largometraje. En dicho filme, Tomek, su taciturno protagonista, al igual que el inolvidable personaje que James Stewart interpretó en La ventana indiscreta, observa de manera curiosa y sistemática lo que sucede en el edificio de enfrente. Pero si en la película de Hitchcock la observación voyeurista era fruto del tedio de un reportero inyesado y convaleciente, en la de Kieslowski se convierte en un acto de amor secreto, pasión sincera y silenciosa que constatará que muchas veces el acto de amar no es tan sencillo como parece. A pesar de la tristeza general que emana la película, Kieslowski es capaz de regalarnos una de las escenas finales más poéticas de la historia del cine.
FERNANDO BERMEJO
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10 de noviembre de 2011
4 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joven polaco que mira con un catalejos, desde su habitación, a una mujer en el bloque de enfrente. Es un mirón que no cuenta con amigos, un tipo introvertido y solitario. De tanto mirarla se enamora de ella y se atreve a contactarla y decirle lo que hace.

¿Cómo reaccionará ella? Vea este plomazo de película y cargue con su plomada si es que quiere saber como responde ella al comportamiento de él.
Polifonía
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