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Las manos de Orlac

Terror. Drama El Doctor Gogol se enamora de Yvonne Orlac, la esposa del pianista Stephen Orlac. Cuando éste sufre un accidente de tren, y sus manos son amputadas, Yvonne pide ayuda a Gorgol, que le transplanta las manos de un asesino. La operacion parece funcionar, y el organismo de Orlac no rechaza las nuevas manos. Sin embargo, Orlac descubrirá unas nuevas tendencias que nunca había tenido: la necesidad de matar. Su mujer Yvonne tambien descubre el ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
31 de marzo de 2009
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante.

Y con ello me refiero a Peter Lorre, por encima de todo.

Aquí titulada Las Manos De Orlac, el anfibio torturado se descuelga con la que es para mi gusto la interpretación más atronadora de su carrera, y eso que con M ya puso el listón muy alto.

Aunque con ello no desdeño el guión, tan inverosímil como fascinante, la oscura estética y la inspirada puesta en escena, todo a cargo del ayudante de cámara de Murnau, si no recuerdo mal.

Pero quien se te graba a fuego en las sienes es Lorre y su personaje, un antihéroe romántico, un enfermo de amor, un corazón dislocado muy en la onda del Lon Chaney de Garras Humanas.

Recomiendo, eso sí, degustarla en versión original, con su impecable e inquietante dicción, que por momentos llega a sobrecoger.

Notabilísima, en definitiva.
Barfly
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20 de agosto de 2022
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La locura del rechazo. Hipocresías del estatus. El placer del ego idolatrado. Consecuencias con atajos abismales. El destino derrumbando futuros y acercando temores. La salvación no precisa de cinismos interesados. Locos por deseo, locos de amor, locos impotentes, locos, locos, locos...

Maravillosa ejecución. El estilo de Freund es sobrio. El peso de la acción recae en personajes con fuerza. Evita el melodrama azucarado y contamina su obra de una atmósfera malsana y cada vez más enrarecida.

Los conflictos argumentales están llevados con la paciencia justa. El ritmo es ágil. Peter Lorre se hace con la función en uno de los personajes más icónicos de su carrera. Su predecible final no empaña una de las más destacadas obras de los años 30. Se aprecian referencias expresionistas en la forma y el contenido.

La sugestión humana como eje. El miedo a la desdicha como escenario. Nosotros como testigo.
La puerta de Tannhäuser
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18 de mayo de 2009
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Horror macabro que se disfruta por su alto grado de mala leche y de perversidad, aunque sus situaciones son ingenuas e improvisadas en su confección.

Nuevamente el amor perturbado es el motivo para desarrollar terror, muy similar en este caso al estilo de “The Unknown”, aunque más rústica en su hechura narrativa.

Una historia que desarrolla la obsesión de un doctor loco (Peter Lorre) que pierde su cabeza por el amor de una mujer comprometida (Frances Drake) con un brillante pianista (Colin Clive).
Así se traza un relato repleto de celos, de odios, de “demencia amorosa”. Una cinta con carácter macabro, donde el amor pierde la cabeza de los personajes, donde la obsesión amorosa deriva en una situación enfermiza donde la maldad más extrema del ser humano se pone en movimiento.

Claro que es un filme inverosímil, bien exagerado y naíf en sus situaciones además de que es rematado en forma tremendamente abrupta. Pero también es cierto que es fascinante en su perversión, tanto conceptual como desde la envolvente puesta en escena expresionista.

Oscura atmósfera de trastorno mental, una maravillosa y crispante interpretación de Peter Lorre quien es el alma de este filme aportando su presencia carismática espeluznante y un trío amoroso muy patológico de base para dar por resultado un filme que de haber estado confeccionado con algo más de lógica y esmero desde el guión estaría casi al nivel de la obra maestra en la que se basa (“The Unknown” AKA Garras Humanas del gran Tod Browning)
Pasatiempos Digitales
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1 de marzo de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No satisfecho con asentar las bases de dos clásicos del género como son Drácula (1931) y La Momia (1932), Karl Freund nos ofrece esta tercera joya del terror, menos conocida pero tan destacable o más que las anteriores. Al menos, yo la tenía en el cajón de esos clásicos secundarios a revisar, y ha sido una grata sorpresa comprobar que tiene enormes virtudes, tantas que cuesta entender que haya quedado a la sombra de otros films menos significativos. Puede que se trate de que el personaje central, interpretado por un Peter Lorre en estado de gracia, no se aleje tanto de lo humano como para convertirse en un monstruo caricaturizable, dejándolo en esa frontera de lo incómodo y lo grotesco. Por otro lado, sus escenas memorables, aunque intensas y brillantes, ocurren en entornos y contextos más sutiles de los que suelen hacer gala los clásicos del género. Mad Love no transcurre en tétricos palacios o tumbas abandonadas, sino en escenarios costumbristas o asépticos. No obstante, hay momentos gloriosos que cualquier aficionado sabrá valorar, como la escena en la que la protagonista femenina se hace pasar por una figura de cera, o los incómodos encuentros entre ella y el doctor, cargados de tensión y represión sexual.
El montaje y el planteamiento artístico general me han sorprendido por su modernidad.
Es curiosa también la dicotomía entre cierto humor sarcástico y el drama psicológico del que hace gala el film; la historia no acaba de decidirse por la ligereza o la profundidad y puede que sea este otro de los motivos por el que no se le haya encumbrado al Olimpo de los grandes clásicos. El ritmo de la narración es muy bueno y el actoring destacable, especialmente el de Peter Lorre y Frances Drake, una de las parejas más estimulantes del horror clásico.
joselomo
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27 de mayo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta increíble como los guionistas del Hollywood clásico de los años 30, tanto de la Universal como el caso de la Metro G.M., eran capaces de adaptar y reciclar todo tipo de historias y acomodarlas a unos arquetipos y cánones del género de horror que ellos mismos crearon.

Esta versión, que es una nueva adaptación de un clásico del cine mudo (Las manos de Orlac de Robert Wiene.-1924), es una película en la que podemos encontrar tanto multitud de referencias y reminiscencias anteriores a: Frankenstein, El fantasma de la opera, Garras humanas... como numerosas influencias también en todo el cine de horror posterior: El loco científico, el perturbado sexual, museos de cera, espíritus malignos que vuelven de la tumba para operar su venganza (Rollo), psicópatas esquizofrénicos que ven su imagen en el espejo obligándoles a matar, etc.

Para ello, que mejor director que Karl Freund aquel que nos ofreció sólo tres años antes otro clásico del horror como “La momia” con Boris Karloff (también director de fotografía de títulos como: “El Golem”, “Metrópolis” y “Drácula”).
Creo que, para todo aficionado al cine de terror, será un disfrute visionar esta historia, de acertado titulo, de un extraño-freaky doctor (inolvidable interpretación de Peter Lorre) que sueña con ser Pigmalión y conseguir para siempre a su amada y particular Galatea.
Roderick Usher
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