Yo fui un cavernícola adolescente

El querible Roger Corman dentro de una de sus típicas producciones de serie B y de corte fantástico, aquí centrada en la época prehistórica y en un inquieto muchacho (Vaughn), el cual desafía el orden tradicionalista de su tribu y cruza el río en busca de los orígenes de su especie y de nuevas experiencias.
Pocos minutos, cierto encanto, poco presupuesto, suficiente talento, limitadas interpretaciones, gustoso resultado. Cocktail Corman. Final muy sorprendente.

Desconcertante pero interesantísimo engendro de Corman.

Con una puesta en escena que convierte mis grabaciones domésticas en La Hija De Ryan, este pequeño gigante perpetra una película modesta, pero que late con inusitada furia y odio hacia la especie humana, lo cual a mí me suele seducir poderosamente.

Además de poseer un título en castellano absolutamente irresistible, de mis favoritos a partir de ya de toda la historia del cine (Yo Fui Un Cavernícola Adolescente), su gran baza está en los cinco últimos minutos, donde los dioses y monstruos se quitan la careta, donde Corman quita la anilla a la bomba, y que remiten a desangelados desenlaces propios de la época de psicosis nuclear, como el de Punto Límite o El Planeta De Los Marcelos.

Antes hay que soportar una gran parte de metraje arduo, y apostaría un brazo que si la película dura una hora él debió de tardar una hora y cuarto en rodarla, pero cuando llega el seísmo yo disfruté como un cuervo rebañando vísceras.

Acciones insólitas, diálogos desconcertantes y una serie de elementos de todo punto vinculados a la más evidente "exploitation" conforman un conjunto tan descabellado conceptualmente como bizarramente anacrónico. La película juega en dos niveles: por un lado, su facturación como producto de rápido consumo, barato y efectivo: erotismo, una clara orientación juvenil y peleas entre reptiles gigantes copan la práctica totalidad de la cinta. Por otro lado, todo ello forma parte de algo que la película oculta deliberadamente.

Película de argumento solemne agrandado por la desnudez del blanco y negro que resalta su vertiente dramática y le confiere gravedad y porte severo.
Un jovencísimo -y todavía algo bisoño- R. Vaughn se erige en protagonista de una historia atractiva, muy correcta en su contenido y en cuyo trasfondo asoma un acendrado interés por temas de corte filosófico, psicológico y antropológico.

Pero junto a su valor alegórico y altura de miras, desde el punto de vista de la obra cinematográfica hay que lamentar su esquematismo, su escasa preocupación por resultar convincente, las prisas por terminar y un cierto aire de indolencia general que se observa a lo largo de todo el metraje.
Cinco películas dirigidas por R. Corman fueron estrenadas en 1958 así que no puede sorprender que este episodio de corte prehistórico presente muestras de precipitación y su hechura resulte algo chapucera

"Yo fui un cavernícola adolescente" (1958): loquísima —en todos los sentidos— aventura prehistórica a modo de survival, teñido de kaiju movie, y con arrogantes aires de incipiente peplum. Por no mencionar cuando a Roger Corman le da el ramalazo y se pone en plan M. Night Shyamalan, con un genial y desconcertante plot twist final sci-fi a modo de relectura total de la obra, capaz de anticipar el gran highlight que luciría "El planeta de los simios" (Franklin J. Schaffner, 1968) diez años más tarde, inspirándose a su vez en una novela de 1963 también toreada por Corman
Lo dicho, pieza a reivindicar.