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Los Clowns (TV)

Los Clowns (TV)
1970 Italia
Documental, Intervenciones de: Anita Ekberg, Fanfulla, Riccardo Billi ...
6.9
603
Documental Documental en el que Fellini reivindica el desprestigiado arte de los payasos. Dividida en varias partes, incluye entrevistas con antiguos payasos muy famosos que fueron olvidados, escenas de la infancia del propio director, explicaciones sobre su obsesión por el circo y un homenaje final a los propios payasos. Realizada para la televisión italiana RAI, obtuvo excelentes críticas que ensalzaban su ingenio, su mensaje y su emotivo final. (FILMAFFINITY) [+]
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
25 de abril de 2006
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si los maestros de FilmAffinity me permiten quisiera incluir una pequeña parte del documental en la crítica:

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Un periodista le pregunta a Fellini mientras observan un número del circo:
- ¿Señor Fellini, qué mensaje quiere transmitir con esta película?
Fellini: -El mensaje... (en ese momento le cae un balde en la cabeza a Fellini y al periodista, y continua con el número de circo).
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Fellini no quiere dejar ningún mensaje, simplemente se toma el trabajo de averiguar el por qué los payasos ya no tienen el mismo éxito que antes, y le dedica este documental a los grandes payasos de su Europa infantil.

La verdad, posee un humor sano, entretenido, siempre filmado como un "falso documental".

Recomendable, si te interesa el tema (y si te interesa ver a una siempre bonita Anita Elkberg).
Pelado1987
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18 de julio de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Federico Fellini no podría haber dejado de hacer una película sobre clowns, como tampoco Woody Allen podrá dejar de hacer el payaso jamás. Prácticamente la totalidad de su filmografía, desde Fellini, ocho y medio; Amarcord, La strada, pasando por Satiricón o Roma; bebe de la risa que provoca la ausencia del decoro, la más absoluta lejanía entre lo que es y lo que debería ser. Todo lo cual se materializa en la plasticidad de sus personajes, acercándose al cómic y a la estética de Jeunet e irremediablemente a la pintura. De hecho Fellini siempre hacía storyboards de sus películas, como medio de dilatar la realidad hasta poner la lupa en sus aspectos más valleinclanescos, en las "máscaras estrábicas de borracho".

El argumento consta de dos partes: la primera es la visión de un niño acerca de los clowns, pero si la misión de éstos es haberle hecho reír, habían fracasado de lleno: él solo había sentido un espantoso miedo y sus rostros le habían recordado a los catetos de los pueblos, en unas escenas de las más deliciosas de todo el filme. En la segunda parte aparece Fellini buscando viejos payasos que también se supone que deben hacer reír, pero son presentados como un testimonio entristecido de un mundo periclitado, el de los clowns 'Augusto' y su maquillaje exagerado deudor de los Hermanos Fratellini, que ya no entusiasma; y a cuyo funeral asistimos después de nacer en la Alemania de 1869, mediante el espasmódico entierro de uno de ellos al término del filme.

¿El fin de los payasos? Sería innatural. Un clown enano actuaba ya como bufón en la corte del Faraón Dadkeri-Assi sobre el año 2500 a.c.; y en China lo han hecho desde 1818 a.c. Cuando Cortés conquistó la nación Azteca, descubrió en la Corte de Montezuma bufones jorobados y clowns enanos semejantes a los de Europa, los cuales estuvieron entre los tesoros que trajo a su vuelta al Papa Clemente VII. Por otra parte, la Comedia del arte empezó en Italia en el siglo XVI y rápidamente dominó el panorama teatral europeo con personajes como Arlequín o Polichinela. Y será Philip Astley quien creará el primer circo en la Inglaterra de 1768. De este modo, el clown ha pasado de la calle y el castillo a la pista del circo, y de allí al cine y el music-hall, pero jamás ha desaparecido. ¿Grandes payasos? Grock, I Fratellini, Rhum, Popov, I Colombaioni, Dimitri o Rivel son algunos de ellos. Y en el cine no pueden dejar de ser mencionados Keaton, Charlot, Jerry Lewis, los hermanos Marx, Louis de Funes, Jacques Tati, Dario Fo o Woody Allen.

De cualquier forma, la historia de los clowns camina de la mano de la historia de la fealdad, la cual es mucho más ancha: lo grotesco es un ingrediente sine qua non del payaso, que nos hace retomar Freaks o El hombre elefante; a un sinfín de pintores como Kubin, Klauke o El Bosco; sin olvidarnos de la voz de Beckett o de Panero, que habla de enanos que juegan con cabezas de hombres. Con todo ello, asalta la pregunta: ¿puede una persona bella hacer reír? Para ser gracioso, tiene que ser incorrecto; y no hay ser, paradójicamente, que tenga más conciencia de lo incorrecto que un niño: no de otra forma es explicable su carcajada ante una caída. Es por ello que un héroe jamás podría ser un payaso: el clown representa el regocijo en sus propias flaquezas, el deseo de no ser más, sino menos. Es el abandono, no exento de la soberbia de la perfección. Asimismo, el clown no es un actor, sino que se basa en su propio ridículo. De hecho no se escriben obras para clowns, los clowns son siempre creadores de sus propias obras. Y ahora la cuestión es: ¿qué quiere ser la mayoría de la gente? ¿cómico o trágico? Parece haber una amplia mayoría de trágicos. Fellini prefirió ser payaso. ¿Por qué queremos ser trágicos? Incluso están los que tienen pánico a reírse o hacia los que les hacen reír. Y luego están los clowns que verdaderamente dan terror, como el jóker, pordiosero del azar y del juego patológico.

Pero para Fellini solo hay dos tipos de payasos: el payaso blanco y el 'Augusto' o clown de nariz roja. El primero representa el mundo de lo ideal, la elegancia, la belleza, la inteligencia, la moral y, por tanto, la figura de la autoridad, del padre, del artista, de lo que debe ser. En oposición, el 'Augusto', ante el sufrimiento que avista para lograr tan apetecibles perfecciones, protesta contra ellas por inalcanzables y entonces patalea y se tira al suelo sin pensar: su emoción no le permite darle dos vueltas a nada. El 'Augusto' es el niño, el miedo, el desorden accidental de la realidad, el instinto más torpe o el borracho. La justificación de por qué hace el idiota pende de su rostro con el dibujo de una lágrima: olvidar la tristeza. Estos dos clowns son, así, la lucha entre los apetitos de la razón altiva y los caprichos idiotas del loco. En palabras de Fellini, "el payaso blanco y el augusto son la maestra y el niño, la madre y el hijo travieso. Finalmente, podríamos decir el ángel con la espada resplandeciente y el pecador."
Claudiayelcine
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3 de agosto de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Falso documental en el que Fellini nos hace un recorrido sobre lo que queda del mundo de los payasos y su razón de ser hoy en día. Luego esta motivación inicial del documental queda absorbida por el desparrame de actuaciones, bromas y risas de los propios payasos. A destacar la presencia del gran Charlie Rivel.
Jasikedevicius
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5 de agosto de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
245/05(04/07/20) Grácil homenaje del gran Federico Fellini al mundo del circo, elemento tan presente en su filmografía (La Strada, Fellini 8½, Roma, Amarcord, ...), una realización para la televisión en modo falso documental, que se inicia en modo precursor de “Amarcord” (1973), con un halo nostálgico, en la noche un alter ego niño (8 años) de Fellini observando en subjetivo desde su dormitorio como se eleva una carpa de circo, con mirada furtiva al interior de la carpa donde hay payasos, provocándole miedo, fundiéndose la comedia y el terror (como en muchísimas de las películas fellinianas) y entonces haciendo un turbador símil entre la fealdad risible de los payasos con la fealdad patética de otras personas que Fellini empareja con estos (el idiota del pueblo que hacía proposiciones obscenas a las mujeres, la monja enana, al fanfarrón jefe de estación,...). También rememoraciones de artistas de circo como fortachonas de circo (Miss Tarzan y Miss Matilde), o payasos con los que la gente reía cuando sufrían desgracias físicas. Otros recuerdos cómicos como alegoría de que el mundo es un circo son una mujer yendo a recoger a su marido borracho con una carretilla en la que se echa para que lo lleve a casa, o el gag de los jóvenes desde los vagones haciendo burla, pero cuando llega un oficial cambian al saludo fascista, o un retrasado mental que puede recitar textualmente cada discurso de Mussolini.

En la segunda parte el cine asta de Rimini se adentra en la historia del Circo, para ello va con un esperpéntico equipo (con el luego popular Alvaro Vitalli que encarnaría en varios films al pícaro ‘Jaimito’) de filmación a París, entrevistando a famosos y decadentes payasos (destacando por trayectoria cinematográfica Pierre Étaix y por ser español Charlie Rivel), indagando en su pasado, en el origen de los tipos de clowns (Los Augustos o los Blancos. Fellini: "El payaso blanco y el augusto son la maestra y el niño, la madre y el hijo travieso. Finalmente, podríamos decir el ángel con la espada resplandeciente y el pecador"), ahondando en el declive del arte circense, convirtiéndose el metraje en un viaje a la nostalgia de la niñez vista a través de unos ‘Pagliacci’ (payasos tristes), un retrato melancólico y cariñoso regado de números circenses donde Fellini se erige en maestro de ceremonias de este particular circo en que se convierte su cinta, un evocador fresco de un tiempo que ya pasó, donde ya los niños han dejado de ir a los circos (y eso que erran los 70, no digamos hoy día 50 años después), un recorrido entre las risas y la tristeza, coronado por un perturbador clímax de un funeral payasil (final en un circo muy del gusto en la filmografía felliniana), donde se hace un entierro de un clown (un Fratelli), epítome de todos los payaso (cual exequia al payaso/soldado desconocido), un ceremonia bufa donde todo sale de modo estrambótico, con coche fúnebre tirado por disfrazados de caballos, hay un payaso con pechos enormes colgando, explosiones de confeti, cañones humanos, bomberos-payasos, y una voz en off de modo fachoso hace una glosa del fallecido (dice que el payaso murió por un huevo de avestruz a la tierna edad de 200 años). Y cual corresponde a los protagonistas, con epílogo felliniesco con desfile de circo.

Y todo esto regado por la festiva y a la vez lírica música del gran Nino Rota (“Amarcord” o “El Padrino”), con versiones de su propia obra de “Julieta de los Espíritus”.

Añádase el momento clave para desentrañar para exégetas ávidos de entrar en el corazón temario de la obra el mensaje de la película, pues alguien pregunta a Fellini (haciendo de sí mismo) el significado de su película, un cubo cae sobre la cabeza del director a media respuesta, quedándose esta en el aire, con lo que a buen entendedor pocas palabras bastan.

Un periodista le pregunta a Fellini mientras observan un número del circo:
- Señor Fellini, qué mensaje quiere transmitir con esta película?
-(Fellini) El mensaje... (En ese momento le cae un recipiente en la cabeza a Fellini y al periodista, y continua con el número de circo).

Hay cameos haciendo de sí mismas de la sueca Anita Ekberg (musa felliniana de “La dolce vita”), que va al circo a comprar una pantera; También aparece Victoria Chaplin, la hija de Charlie Chaplin y una de las principales influencias para el Cirque du Soleil.

Un domador de leones italiano que entrena a sus bestias en alemán porque "es el único idioma humano que entienden".

Me queda un entrañable metraje, inclasificable, pero apreciable. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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23 de diciembre de 2011
4 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maldita era de la información. Uno se pone en tarde aburrida a dar clicks cual poseso desposeido y acaba con disco duro repleto de contenidos de los que lo desconoce todo excepto, quizás, un nombre, ese mismo que, subrayado en azul hipervínculo atrae con su fama al ratón, que chilla excitado por lo fácil que es acceder hoy a una filmografía.

He ahí la maldición. La fatídica igualación entre el cani que sólo busca en redes P2P las canciones que le comentan su amiga Yenni y el locutor de la Máxima y el hombre de bien y de buen cine que, en su búsqueda del conocer, accede a innumerables enlaces, como si en la abundancia de kilobytes por segundo se encontrase el saber supremo en vez del llevarse a la saca tanto delicias como morralla no disculpada por la rúbrica que la antecede (en vez de sucederla, como debería ser). Cani y no-cani víctimas análogas de la abundancia de contenidos indignos y de dispar natural (por supuesto) por la red, aunque uno no se entere y el otro sí.

Así se descarga Fellini y espera el descargador algo digno, algo histórico, algo merecedor de fama. Algo como lo que aparece durante los veinte minutos iniciales, de delicioso delirio que podríamos encasillar en ese género que me invento yo ahora: el costumbrismo satírico. Surrealista como ese mujhombre monstruoso yendo a buscar a su esposo borracho con una carretilla y demoledor del olvido como esos niños apuntando al cielo con brazos enderezados por fascismo, o por el miedo a él.

Cunde la introducción pero ay, como duele y como cansa y como pierde todo interés lo que viene después. No tenía, no, ni puta idea de que esto era un documental (aprox.), ni de que estaba hecho para la televisión, ni que iba del obsoleto y desgraciado oficio del payaso, humorista desprestigiado de gracia arrastrada por los tiempos. Es un mensaje de nostalgia respetable pero que sólo se transmite ilusoriamente durante las primeras ráfagas en las que viene, pues después, uno quiere casi matar payasos.

[No hay spoilers que valgan]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
AGF
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