La edad atómica

El film es un viaje a la noche de la capital, al interior de discotecas y a la intemperie más fría. Una obra que se alimenta de luces y sombras, de neones y contrastes. La premisa: dos jóvenes solitarios caminando por espacios desnudos. Una película de colores florescentes y de entidad efervescente. Una historia de pequeño metraje, austera en todos los sentidos, que quiere ser una experiencia sensorial y que en el espectador tiene el efecto del mejor de los sueños. Su alma es nocturna, poética y adolescente: no quiere ser una gran historia ya que apenas hay un hilo argumental en el sentido estricto del término. Hay que dejarse llevar de la mano de Klotz y de sus dos actores. El hecho de que no sea una historia sólida no quiere decir que no sea consistente: su estado es otro, tal vez gaseoso. Pocas películas francesas experimentan tanto siendo a la vez tan conscientes de la herencia de sus clásicos. L'âge atomique, más que una película, es la intuición de un relato, y lo que para otros sería simplemente el esqueleto de una narración (la determinación de un espacio, un tiempo y unos personajes) aquí se convierte en el principal motor del film. Puede pecar de hermética pero en realidad es un film de intuiciones. Una película desnuda y abrupta que impacta visualmente para días después continuar a modo de eco en la mente del espectador. Una película para visionar en bucle, porque ni empieza ni acaba. Más que verla se está en ella. Más que cuerpos tiene siluetas. Un poema visual vaporoso y enigmático.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
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Primer largometraje de ficción de la hija del realizador francés Nicholas Klotz.

Víctor y Rainer charlan en un tren, se dirigen a una discoteca en Paris para divertirse esa noche, ahí Víctor conocerá a una chica a la que intentará besar y con la que se obsesiona, Rainer por su parte acompaña a su amigo a quien desea en secreto.

Haciendo uso de una narrativa que potencia sensaciones por sobre una historia, Klotz juega con los encuadres, las luces, las sombras y con el sonido; en cada momento donde se desarrolla el relato, va adecuando al momento la iluminación sobre el rostro del par de protagonistas, y con una banda sonora hipnótica.

Los dos chicos saldrán de la disco y recorrerán las calles ya siendo de madrugada, y después abandonaran la ciudad hacia un bosque en medio de una atmósfera de total tensión sexual.

El desencanto se apodera de un relato que encierra el incierto porvenir de unos chicos que saben que el futuro no promete, con una ciudad de fondo que parece de ensueño y no es tan así.

Algunos diálogos un tanto ampulosos y pretenciosos no minan un relato poderoso, sutil y con una incierta belleza visual y sonora, una noche de inquietudes y de búsquedas que permanece y no se abandona tan fácilmente después de verla.

En apenas una hora que dura la película no llegas a enterarte de lo que pretende el director. Eso sí, mucha música disco y gente bailando, que con los efectos de intermitencia producidos por las luces, la pantalla gustará unos momentos. Pero esos efectos ya son pasados de moda y como no hay interés en la trama, tampoco se puede decir que surtan efecto los numeritos musicales. Bueno, y el efecto calidoscopio es para salir corriendo. Hay un elemento muy importante en el cine que es la iluminación, y si es verdad que hay un buen momento en el primer diálogo entre los dos amigos al salir de la discoteca, el resto es de una vulgaridad asombrosa y particularmente la iluminación es vulgar en todos los planos de la discoteca por no hablar de la falta de iluminación en casi todo el resto de la película. ¿Dónde ha aprendido Héléna Klotz a dirigir películas? Pero si buscas frases que puedas decir para quedar muy bien ante tus amigos culturetas, aquí vas a encontrar un montón. ¿Por qué será que siempre me encuentro estos discursos pseudofilosóficos en películas francesas? Me aburren. Hay una palabra muy francesa que se aplica perfectamente a este cine: “boutade”

Si bien creo que nos encontramos ante un film lejos de ser apasionante, si que hay que reconocer que posee cierto estilo, una acertada atmósfera, y unos protagonistas un tanto fantasmales que deambulan con el porte de dos poetas románticos del sXIX, acuciados por una mezcla de problema existencialistas y mundanos.

La noche parisina aparece como una ensoñación, fría, un tanto hueca, fantasmal, con música de fondo, plagada de personajes tan supuestamente profundos como atormentados, aunque sin indagar demasiado en ninguno de ellos, y al final un bosque fantasmagórico, propio de una novela gótica, donde nuestros heroes acaban descansando y reconociendo sus sentimientos, por otra parte más que obvios.

Correcto, ni apasionante ni ofensivo, bien sus 2 protagonistas, interesante atmósfera, y curioso planteamiento, no es genial en ningún momento, ni provoca pasión alguna, pero si que constituye un trabajo decoroso en la forma y en el fondo.