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Ayer enemigos

Bélico. Drama Sitiados por el avance japonés en Birmania, el capitán Langford (Stanley Baker) y sus exhaustas tropas británicas se refugian en un pueblo enemigo en medio de la selva. A pesar de las protestas de un anciano sacerdote (Guy Rolfe) y del corresponsal de guerra Max Anderson (Leo McKern), Langford ordena al sargento McKenzie (Gordon Jackson) que dispare a dos aldeanos inocentes, con el fin de "persuadir" a un prisionero japonés a entregar ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
3 de septiembre de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos clases de films de guerra: Aquellos que narran una historia que va más allá de la acción en el medio en que discurren y aquellos que como los de Fuller muestran la esencia de la guerra, sin apenas apelaciones a sus causas. Son films de acción y muerte. Fuller hizo algunos memorables, al igiual que Mann con su "Man in war" o Walsh. Este film "menor, sin dejar de ser excelente, es un producto de la Hammer con un director que merece reconocimiento en la Historia del Cine por haber rodado films "menores" de gran calidad y que algunos apreciaimos junto a otros que tambien por derecho, sí han pasado a la Historia. Un magnífico guión que plantea importantes dilemas, una espléndida realización y ambientación y unos sólidos intérpretes de la mejor escuela británica. Un siempre sobrio y eficaz trabajo de ese mágnífico actor que fué Stanley Baker, prematuramene perdido.
rocamadur01
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1 de octubre de 2020
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos sabemos que aquello es un teatro, no tuvieron que desplazarse a las selvas birmanas para filmar la película y los efectos son los que vemos. Ante unos recursos como los que contaron, con contadas escenas de acción bélica, el mayor y mejor elogio que merece "Ayer enemigos" es que la intensidad de su contenido sobrepasa la pantalla y llega a día de hoy con la misma potencia de entonces. Para ir concretando, Val Guest creo que es el nombre propio que tenemos que señalar como verdadero artífice de la proeza que supone hacer una película tan redonda de la manera que lo hace.

Estamos en un teatro, de acuerdo, todos lo podemos intuir, y sin embargo la implicación y la profesionalidad de los actores es tal que esa certeza (saber que los decorados, que la selva, es lo que es) queda en el olvido tan pronto como la historia avanza. Son un grupo de soldados que se encuentran al límite, sobreviven en un entorno que los empuja al peor de los finales y ahí es donde está la clave: la historia funciona desde que se plantean los problemas desde el primer minuto.

Tenemos a un capitán que se hace cargo del grupo de soldados y toma decisiones muy discutibles (y discutidas por parte de un corresponsal y un cura, excepcionales contrapuntos) ante el inmediato acoso del enemigo. Ese personaje, interpretado por Stanley Baker, es un filón. La película exprime sin complejos una situación límite cuya cabeza visible no lo tiene fácil. Es lo que tiene la guerra, allá donde se plantea, sea cuando sea, siempre queda en el aire las oportunas reflexiones sobre su sinrazón.

La Hammer, gloriosa productora, con Val Guest al frente, dejaron para nuestro placer cinéfilo joyas como "Ayer enemigos". Imprescindible para todo espectador con buen gusto, incluidos los no seguidores del cine bélico.
Luisito
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16 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchas películas inglesas de los años 40 y 50 que apenas se conocen y que, modestas ellas, ofrecen resultados muy interesantes y a las que los años no deprecian antes al contrario. Muchas de ellas, bélicas, que quedaron oscurecidas por las norteamericanas, habitualmente con más nombres conocidos y más espectaculares.
Esta es una de ellas. Muy interesante, bien llevada y con implicaciones éticas y nada complacientes más serias de las que solemos ver.
Búsquenla en internet y véanla.
Pablogoa
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25 de octubre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del mismo modo que en la Ealing no sólo se produjeron comedias, no todo era cine fantástico o de terror en la Hammer. Si en la Ealing el género bélico deparó joyas como El mar cruel (1953), de Charles Frend, en la Hammer nos encontramos con Ayer enemigos (Yesterday’s enemy, 1959), de Val Guest, producción rodada en imponente megascope (con un fascinante dominio del montaje interno, de la composición), escrita por Peter R Newman, quien adaptó su guion escrito para una producción televisiva de la BBC emitida en 1958 ( y que convertiría también en una obra teatral de tres actos en 1960), inspirado en un crimen de guerra perpetrado por un capitán del ejército británico en 1942, en Birmania. El film no tiene banda sonora, habla la naturaleza: El pantano en el que se arrastra, en la secuencia de apertura, ese destacamento liderado por el capitán Langford (espléndido Stanley Baker), como si fueran ya despojos, o restos de un naufragio. La guerra no es circunstancia para usar los guantes (como señala Langford), y menos los de la conciencia. El pantano de nuestros instintos, de nuestra pulsión destructiva, de la supervivencia es el que gobierna. En una secuencia Langford utiliza a dos campesinos birmanos del poblado para conseguir que un birmano que colabora con los japoneses suministre la información requerida (qué significa un mapa que han requisado); si no se aviene a hacerlo, los fusilará. Ese método es puesto en cuestión, como una abominación, por el sacerdote (Guy Rolfe) y el corresponsal de guerra, Max (Leo McKern). Más adelante, cuando la situación se haya invertido, es el oficial al mando japonés, Yamakuzi (Philip Ahn, luego célebre por interpretar al maestro ciego del protagonista en la serie Kung Fu, 1972-75), quien presiona a Langford con el fusilamiento de los supervivientes de su destacamento si no le indica qué fue de los japoneses a quienes mataron, cuando llegaron al poblado birmano, y requisaron el mapa que indica las posiciones actuales y las venideras de los japoneses. Se invierten las posiciones; tras los uniformes hay pocas diferencias; como señala una de las habitantes que quedaban en el poblado ni unos ni otros son buenos (todos traen la muerte). El mismo Yamakuzi admira como soldado a Langford, tanto que preferiría luchar con él en vez de contra él. Y se reconoce en él cuando Langford opta por exponer su vida para evitar la muerte de sus compañeros.

Ayer enemigos es una nueva constatación de que, en esa década, en el cine británico abundaron estimulantes producciones dentro del género bélico, como ejemplifican la citada obra de Frend, así como Fugitivos en el desierto (1957), de J Lee Thompson, Comando de la muerte (1958), de Guy Green, El único evadido (1957), de Roy Baker, La fuga de Colditz (1955), de Guy Hamilton o Yo fui el doble de Montgomery (1958), de John Guillermin. En la obra de Guest (autor de la también excelente El experimento del Dr. Quatermass, 1955) no hay maniqueísmos, posiciones bien diferenciadas en la que descargar la responsabilidad del horror. No hay oficiales abyectos, mezquinos, que ejercen el abuso de su poder. El oficial que encarna Langford no es personaje de una pieza; el desgarro le define a la vez que representa la firmeza sobre la que apoyarse aún para no ser engullidos por el pantano de la guerra; hay que mancharse las manos para sobrevivir en ese escenario; no se puede detener y pedir al director de escena un breve receso para deliberar sobre ética, como pretenden el periodista, el médico y el sacerdote. En cuanto vuelves a la jungla, en cada recodo, tras o sobre cada árbol, o entre la maleza, puede surgir la amenaza (las dos secuencias de enfrentamiento entre británicos y japoneses son tan escuetas como descarnadas; a destacar la tensión que se genera cuando el superviviente de la patrulla atacada intenta no ser descubierto entre la maleza)

Es una cuestión de pragmática y de proporciones (el sacrificio o la pérdida de unas pocas vidas puede evitar la de muchas). La guerra es como un buque que lentamente naufraga, y hay que intentar salvar al mayor número de personas; no se puede andar con componendas; hay que aplastar la conciencia en el barro y realizar con el gesto firme una aberración, lo que se califica como un crimen de guerra (como el fusilamiento de los dos civiles birmanos). ‘El enemigo de ayer coloca una corona para honrar a los muertos que su país mató’, expresa con rabia Max, cuando el sacerdote intenta dotar de sentido a su inminente muerte aludiendo a la dignidad de su sacrificio por el que serán recordados los soldados muertos. Los recuerdos se los lleva el viento, como los pétalos de las flores colocadas sobre las tumbas, y la sangre quedará sepultada en los pantanos, o entre la indistinta maleza. No hay honor, ni gloria. No hay sentido alguno, ni dignidad alguna, en una guerra. Sólo la legitimación para ejercer la crueldad, para poder destruir, en un escenario, en una representación en la hay que amoldarse al papel adjudicado, sin saber que se es un actor en una obra en la que los aplausos más bien son disparos.

Alexander Zárate
elcinedesolaris.blogspot.com
cinedesolaris
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