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Nunca me abandones

Drama. Ciencia ficción. Romance Adaptación de una novela de Kazuo Ishiguro, el autor de "Lo que queda del día", que también fue llevada al cine (James Ivory, 1993). Kathy, Tommy y Ruth pasan su infancia en Hailsham, un internado inglés aparentemente idílico, donde descubren un tenebroso e inquietante secreto sobre su futuro. Cuando abandonan el colegio y se acercan al destino que les aguarda, el amor, los celos y la traición amenazan con separarlos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 169
Críticas ordenadas por utilidad
4 de enero de 2011
255 de 295 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero. No me abandones. Segundo. Si me abandonas vuelve a mí. Tercero y último. A pesar de todo el dolor te querré siempre.
En Never let me go, Mark Romanek nos muestra un pasado-futuro, una realidad histórica alternativa, dónde la ciencia y la medicina evolucionaron a ritmos agigantados después de la II Guerra Mundial, y dónde la moralidad quedó sepultada por el instinto natural de supervivencia. En este mundo todo es lo que parece. No hay trampas. No hay salidas. Es la dura realidad chocando contra nuestros más altos ideales, contra aquellas cosas en las que todos confiamos creer, hoy y mañana.
La película adquiere la forma de un corazón dolido, justo antes del final de su camino, justo antes de cambiar de recipiente, y deshacerse de eso a lo que aún llamamos sentimientos. Y que tenemos todos. Todos. A pesar de la forma cuadriculada que quieren imponer a nuestros cerebros. Podremos perder nuestra voluntad, ser siervos, pero nunca dejaremos de amar, y de querer ser amados.
Por encima de todas estas cosas, del debate “ética contra ciencia”, del autoritarismo, de la dominación y adormilamiento de las masas, del escaso dolor que parece generar en el individuo la colectivización de la culpabilidad, todos ellos temas temiblemente desarrollados por los totalitarismos del siglo XX (desde el nazismo hasta el stalinismo), por encima de todas ellas, esta película cuenta con un alma descarnada. Porque sí, todos tenemos alma también. Una alma coartada que vemos a través de las miradas tristes, melancólicas, apagadas, de unos personajes derrotados sin luchar, interpretados magistralmente por Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley. Sin ellos, sin sus gestos cansados, sin sus voces rotas, esta película no podría haber sido posible. Tampoco sin la maravillosa música de Rachel Portman o la apagada fotografía de Adam Kimmel. Forma y fondo al servicio de unas ideas concebidas por el escritor Kazuo Ishiguro, y plasmadas por el guionista Alex Garland y el director Mark Romanek.
Never let me go es, en definitiva, un caballo que no puede correr, un toro que solo sirve para procrear, una bestia dominada, con una vida programada antes ya de nacer. Never let me go es lo que sus personajes le hacen ser. Y a lo mejor nosotros también somos así. Es tan pesimista el mensaje, el texto y el subtexto de esta película, tan retorcidos los sentimientos que produce en el espectador, y tan auténticos, que tiene que haber algo de verdad en todo ello, algo de presente en este alternativo pasado futurista. Algo de nosotros. Algo de amor y de dolor. Algo de realidad.
odaesu
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3 de enero de 2011
116 de 163 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de haber visto la película con unos subtítulos de espanto, creados por alguna persona que aún no sabe conjugar verbos y que no tiene ni idea de castellano…aunque es posible que el latín sea su fuerte, no digo que no; me he emocionado. Será por las actuaciones, que es lo que me ha ayudado a conseguir entender bien el film.

La vida de los personajes se va desarrollando con un ritmo pausado. A pesar de su destino, de saber cuál es su función, los tres protagonistas avanzan con una tranquilidad que asusta. Eso es lo que hace grande a esta película. Nadie huye, nadie se compadece de sí mismo, nadie junta sus manos y dice que Dios así lo ha querido.

Cuando te das cuenta de lo que estás viendo…cuando eres capaz entender…ése es el momento en el que la película hace daño.
Bélica
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8 de enero de 2011
91 de 119 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se hacen muchas buenas películas, pero lo bueno es mucho más común en el cine que lo mágico.

Hay magia en "Never Let Me Go", una de esas películas que no se pueden quitar fácilmente de la cabeza, quizás por la fotografía evocadora y poética, o por la delicada partitura de Rachel Portman; o quizás porque la historia tiene un pálpito tan suave que hasta pasado un buen rato no te has cuenta de la burrada que te están contando.

Lo mágico es algo que puede tener un 1 o puede tener un 10 o cualquier nota entre ellas, o ninguna, porque si ya tiene algo absurdo votar películas, más aún lo tiene votarlas en función de algo que no se muestra al ojo, sino a la intuición o la visión de cada cual, pero espero que convengan conmigo que, independientemente de lo muy variadas que sean nuestras intuiciones, "Never Let Me Go" no es una película cualquiera.
Neathara
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8 de febrero de 2011
68 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Generalmente cuando se piensa en ciencia ficción, automáticamente vienen a la mente rayos láser, naves espaciales y extraterrestres invasores. Y es cierto que la mayoría de producciones clasificadas en el género tienden a perderse en los efectismos formales y olvidan el fondo. ¿Enmarcamos la pura diversión estética de “La guerra de las galaxias” o “Star Treck” (con todo mi respeto, que ambas sagas me encantan) junto a la profundidad de “Solaris” o “Stalker”?

Los clásicos, los auténticos clásicos de la ciencia ficción literaria, que fueron la influencia directa de la ciencia ficción fílmica, son aquellos que utilizan el género para hablar de nosotros, de cómo la tecnología y lo desconocido nos afecta como humanos. Cómo afecta a nuestra libertad (“1984”), al derecho a ser diferentes (“Un mundo feliz”), a pensar y decidir por nosotros mismos (“Fahrenheit 451”), a cuestionarnos qué es estar vivo (“Yo, robot”) o hasta dónde podemos llegar en beneficio de una mayoría, como en “Never let me go”.

Una fábula distópica en la que se nos narra un pasado alternativo en el que las fronteras de la ciencia no están delimitadas por la ética, sino por la matemática del bien mayor. Si bien básicamente es un drama romántico, un triángulo amoroso que sirve de excusa para hablar sobre la importancia de amar y el tiempo que se nos concede para hacerlo, su fin no es otro que el exponer la auténtica naturaleza de unas criaturas que son tan humanas como cualquier persona “normal”; de la nula diferencia que puede haber entre aquello “artificial” cultivado con un único propósito y nosotros mismos, hombres y mujeres que regimos y decidimos sobre nuestras propias vidas.

Quizás la única distancia que nos separa de ellos es la nula resistencia (¿programada?), la total ausencia de rebeldía de estos seres, que se prestan resignados a la aniquilación como corderos al matadero, en el nombre de un cruel bien mayoritario. Estas criaturas que juegan, se enamoran, tropiezan y se equivocan, deseando, a pesar de su consciente caducidad en el mundo, tener unos instantes de felicidad por los que haya valido la pena vivir. Como nosotros.
RandolphCarter
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20 de marzo de 2011
117 de 179 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez una película norteamericana cuyo director (un tal Romanek) logra imprimirle un encantador ambiente british (sí, ya sabéis: internado con nenes y nenas más o menos uniformados, profesoras –en este cuento son todas hembras- envaradas, verde campiña con fondo marino, enfermeras con el reloj sobre el pecho izquierdo, etc.) algo demodé (la cosa empieza a finales de los 50 o principios de los 60 del siglo pasado), para contarnos una historia de amor sobre premisa de ciencia-ficción (rama genética), ideada por un japonés (Ishiguro), donde los personajes se dejan llevar mansamente por ése lento discurrir del tiempo que se suele llamar vida y que aquí se podría llamar cuenta atrás.

Hasta ahí, todo podría haber ido más o menos bien (con algo de sopor, eso sí, ya que no pasa gran cosa), pero es que resulta que esta poética y dolorosa historia es también incomprensible (vamos, que el guión tiene un agujero negro que se la traga enterita, dejándola en una especie de “nada-de-nada” con buena ambientación).

Porque, vamos a ver: o soy un zopenco profundo al que hay que explicar las cosas como si tuviera 2 años, o (lo siento, pero tengo que pasar al spoiler).

Por lo demás, si pudiera, me comería a besos (y a mordisquillos más o menos salvajes) la carita de ángel de Kathy (Carey Mulligan), la Knightley (Ruth) tiene aspecto de bruja vampírica, o algo así y el pobre Tommy (Andrew Garfield) parece algo retrasadillo.

En resumen: pasas el rato (con dificultades)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Polikarpov
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