Los vestidos encantados (C)

Se trata de una obrita primigenia de George Méliès basada en un gag, consistente en un truco visual no demasiado brillante ni imaginativo; pero eficaz en su sencillez siempre que uno se sitúe en el contexto de su aparición. Buena parte del interés por estas obras radica en imaginarse el impacto que éstas pudieran tener en su época. Pero el mayor interés no sólo está en ese impacto visual que pudieran causar en un público no acostumbrado al lenguaje cinematográfico, sino en el elemento de representación de una realidad manipulada y fantástica, sentando los cimientos que convirtieron al cine en una fábrica de sueños. Ya no se trata de filmar la llegada de un tren, ni de un grupo trabajadores saliendo de una fábrica. De repente, el espectador contempla perplejo cómo a un sufrido hombre que pretende irse a dormir, no cesa de aparecerle ropa que le vista sin motivo alguno a medida que éste se va desvistiendo. Eso es magia. Eso no tiene explicación: la ropa simplemente aparece de la nada. Poco importa que no se trate más que de un sencillísimo ejercicio de montaje. Acabamos de adentrarnos en un mundo lleno de posibilidades cuyo único límite lo marca la imaginación; y eso es impagable.

La creación de estos trucos cercanos al ilusionismo iría adquiriendo una mayor elaboración con posterioridad (hay que citar la imprescindible e icónica "Viaje a la luna" como ejemplo más preclaro); pero siempre es un placer revisitar los origenes de aquello que tanto nos gusta, y dónde fue esto, por primera vez, fabricado con el mismo material que el halcón maltés hammettiano.

Aunque por todo ello, añadido a su corta duración, resulte de interés, no puedo darle más que un 5 debido al hecho de que Méliès tiene cortos más elaborados e imaginativos sin tener que alejarse mucho en el tiempo (valga como ejemplo la coetánea "El hombre orquesta"). Así que valga todo lo dicho aquí por toda la obra de este pionero y de tantos otros como el español Segundo de Chomón.

Al borde de un ataque, así es como se queda el protagonista de esta obra que apenas puede respirar al ver que es incapaz de desnudarse para irse a dormir. Es muy cómico y gracioso aun hoy en día y eso tiene mucho mérito.

Sin duda el francés se convirtió en todo un maestro, con esta escena de unos dos minutos de duración, el maestro francés demuestra su gran talento para el cine y el gran descubrimiento de las apariciones y desapariciones que la cámara podía realizar, sin duda, consigue llevar el surrealismo y sus pesadillas a la pantalla y hacernos ver como son nuestros propios sueños.
Sin duda, da forma a nuestros sueños y los plasma tal como los querríamos describir pero no podemos, aquí los podemos ver.
Como este corto el maestro francés realizó varios pero es curioso ver como poco a poco va mejorando la técnica de montaje sin que se noten los cambios, sin duda, la técnica aquí ya está bastante depurada, hasta ahora, uno de sus mejores cortos.

De nuevo trucos de aparecer cosas. Esta vez al pobre hombre no le dejan en paz y le aparece ropa y no para de desvestirse. Supongo que al final la gente estalla en una gran carcajada, porque la película no tiene fin y se sigue quitando y quitando.

No me ofrece nada nuevo y tampoco de interés a estas alturas. Méliès había grabado más de 500 películas, supongo que es normal que al final no hubiese imaginación para tanto. Y el público pedía una y otra vez más pequeñas historias para reír.

El genio parisiense no me deja de sorprender y hacer reír, esta vez el maestro llega del trabajo y se dispone a tomar su descanso respectivo para recuperar físico, pero oh sorpresa una y otra vez la ropa encantada no lo deja, por más esfuerzo que haga y por mas que reniegue, un gran trabajo de edición y de cámara, ante nuestros ojos aparece ropa de la nada y la verdad que no se nota el truco, grande maestro, me gustó mucho.