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Silencio de mujer

Acción. Aventuras El altruista dueño de una tienda decide contratar a ex-presidiarios para darles una segunda oportunidad. Desafortunadamente, uno de ellos urde un plan para robar en la tienda. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
19 de noviembre de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película me entusiasmó desde el principio. Está contada en un estilo romántico muy cuidado y en un ejercicio de acomodar los movimientos y el tono vocal de los actores a la banda sonora y no al revés, logrando, así, colmar las acciones de un magnetismo suave y equilibrado; y un par de canciones que escuchamos en los primeros minutos, además de agradables, también encajan perfectamente con la historia.

Los personajes tienen carisma: Helen Roberts, la empleada de la tienda Morris, es una buenaza con cara de ángel y muy sensible ante las salidas en falso de sus congéneres, pues, ella misma vivió en carne propia situaciones parecidas. Su jefe, Jerome Morris, ¡es una maravilla!, la clase de hombre que deberían canonizar en vez de estar votando incienso y velas en tipos rezanderos o en aquellos que se vuelven ermitaños y huyen de la sociedad. Contra el escepticismo de su esposa y de quien quiera, Morris vive dispuesto a consagrar sus bienes a la búsqueda de la redención de los delincuentes en libertad condicional, y no pierde la fe en ellos aunque, alguna vez, amenacen volverse contra él. Por su parte, Joe Dennis, anhela con ansia dejar atrás su oscuro prontuario, aunque ciertos impulsos no logra controlarlos todavía.

Partiendo esta vez de un guion escrito por, Virginia Van Upp, Norman Krasna y Jack Moffitt, el director Fritz Lang, insiste en la redención de los inadaptados como ya lo hiciera en, “Liliom”, y en, “You only live once”, pero, ahora, los resultados serán distintos y se torna posible empatizar plenamente con sus protagonistas. Sylvia Sidney -muy estimada por Lang desde su llegada a los EE.UU., pues, ya la había tenido a su lado en, “Fury”-, logra recrear a un ser sensible, carismático y noble que, sólo en el momento en que hace las veces de disuasora con pruebas matemáticas, desentona inevitablemente con un argumento apenas aplicable al caso citado y otros pocos, porque, en contra de lo que ella sostiene, los hechos demuestran que el crimen sí paga, en dinero abundante y en efectivo… y si no, pregunten a muchos de aquellos que hoy ostentan lujos, riquezas enormes y grandes fajos de billetes salidos de “la nada”. Lo que no se obtiene, ¡jamás!, con el crimen, es paz interior, seguridad, sueños tranquilos o frente en alto… y estas cosas valen más que todo el dinero del mundo.

Por su trayectoria de peligroso gánster en numerosos filmes de los años 30' (siglo XX), George Raft fue una acertada selección para el rol de Joe, el hombre para quien más difícil se está tornando la redención; y también me gustó mucho, Warren Hymer (Gimpy), el simpático empleado leal a la pareja.

Fritz Lang, tuvo ocasión de haber hecho otra gran película, pero, sus propósitos didácticos se diluyen en situaciones y argumentos muy poco digeribles.

Título para Latinoamérica: SILENCIO DE MUJER
Luis Guillermo Cardona
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26 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
You and me (Id, 1938) es la tercera película que Fritz Lang rodaba en Estados Unidos, tras exiliarse, o huir, de Alemania, tras el ascenso al poder del Nazismo. No podían ser más demoledoras y sombrías sus dos anteriores obras, Furia (1936) y Sólo se vive una vez (1937), un fustazo de indignación y desolación ante la inconsistencia humana, por su falta de sentido o sensibilidad de justicia, ya sea de modo individual o colectivo (como masa linchadora) a través de sus instituciones. Una visión corrosiva sobre el ser humano como ser social. Que la acción dramática de ambas obras aconteciera en el país representante de la democracia, considerando lo que estaba ocurriendo (y ocurriría) en su país natal, adquiría unas siniestras y dolorosas resonancias. La crueldad y la inclemencia es patrimonio universal. Con su tercera obra parece que quiso rebajar el pistón de su furiosa denuncia, por lo menos en su tono o tratamiento. El proyecto le llegó de rebote. El guionista, Norman Krasna, no contó con la confianza del Estudio Paramount para realizar su opera prima con dos de sus estrellas, George Raft y Carole Lombard. Raft tampoco parecía dispuesto a ser dirigido por Krasna, lo que le reportó una sanción. Durante dos años fueron variando los implicados en el proyecto, fuera Richard Wallace como director, John Howard y Arlin Judge como protagonista masculino, o Sylvia Sidney como protagonista femenina. Esta, que había sido protagonista de sus dos anteriores obras, reclamó a Lang. Dado que en su punto de partida había conexiones con Sólo se vive una vez (en este caso, son ambos, la pareja protagonista, los que tienen antecedentes penales, y aspiran a integrarse en la sociedad), Lang no quiso repetirse, y solicitó la intervención de otra guionista, Virginia Van Upp (quien la siguiente década llegaría a ser, junto a Joan Harrison y Harriet Parsons, una de las tres únicas mujeres productoras en Hollywood), para realizar las oportunas modificaciones que hicieran oscilar la acción más entre la comedia y el drama. Al respecto se incidió en el juego de equívocos y engaños en la relación de la pareja protagonista, que conforman Joe (George Raft) y Helen (Sylvia Sidney), ya que ella en principio no reconoce que también tiene antecedentes penales). Una conducta que ejerce reflejo de una dinámica social.

Ambos se conocen porque trabajan como dependientes, como otros tantos ex presidiarios, en unos grandes almacenes, cuyo dueño, Mr Morris (Harry Carey, todo un icono de la integridad que había afianzado en los westerns con los que adquirió fama), es la antítesis de aquellas mentes inflexibles que no permitían la integración, o segunda oportunidad, al protagonista de Solo se vive una vez. Su discurso, apología de la tolerancia, a su esposa, escandalizada por la condición de esos dependientes y cómo puede afectar a la imagen del negocio, es toda una declaración de principios. Este peso de la imagen se amplia, cual enriquecedor círculo concéntrico, o dicho de otro modo, infecta a la propia relación de la pareja protagonista, que mantiene su idilio en secreto (cuando una asciende y el otro desciende por las escaleras mecánicas se tocan la mano fugazmente). Por un lado, Joe está decidido a dejar el empleo y abandonar la ciudad porque no quiere complicar la vida a la mujer que ama, como si su pasado delictivo pudiera contaminarla con su mancha. Pero, por otro, ignora en qué medida influye en Helen ese peso de la condicionante imagen, ya que es incapaz de reconocerle que ella también sufrió prisión y está en situación de libertad condicional. De hecho, no se revela que ella también tiene esos antecedentes hasta que ya se ha consolidado la relación, se han casado y conviven juntos. En principio, por tanto, You and me se centra en cómo influye ese peso de la imagen, como dictadura o potencial linchamiento social, que puede imposibilitar la materialización de una relación, y posteriormente, con la revelación de la información que ella ha ocultado, cómo ese escenario social se puede enquistar cual quiste sebáceo, o contagiar cual virus, en la forma de actuar, incluso en el espacio íntimo, que se adopte, aun por omisión, una condición de actante escénico.

Una de las principales virtudes de You and me es su desconcertante indefinición genérica. ¿Es comedia, drama, una obra puente entre el cine de gangsters y el cine negro, o todo a la vez? ¿Y sus escenas musicales, que inciden en un acusado extrañamiento, y acentúan la abstracción? Son éstas, además, algunas de las mejores, aparte de más sorprendentes, secuencias de la película. Las canciones están compuestas por Kurt Weil, que había colaborado con Bertold Brecht. Lang reconoció la influencia de este en el empleo de las canciones como recurso de distanciamiento expresivo que pone en evidencia el mecanismo de la ficción, a la par que ejercen de comentario sobre la propia acción (aunque no carentes de emoción). Un escenario social que nos convierte más en actores que deben ajustarse a un repertorio y actuar o aparentar ser de acuerdo a lo que es legitimado y no anatemizado necesitaba ser desentrañado con una opción estilística que expusiera su condición de ficción social. Ya la introducción de You and me es tan chocante como brillante, con ese vibrante montaje que alterna objetos o figuras que representan a la sociedad de consumo, en la que lo prioritario y dominante, como se remarca en la letra de la canción, Song of the cash register/Canción de la caja registradora, es el concepto del dinero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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24 de abril de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película posee desde el principio un evidente encanto que invita a prestar atención.
Pero también comienza con caracteres de baja intensidad y con ciertos resabios de reiteración argumental que ralentizan el desarrollo de la acción.
A medida que la historia avanza el espectador advierte numerosas irregularidades en su equilibrio formal y conceptual de manera que el relato a veces parece una línea sinuosa.
Así se va desvelando la verdadera naturaleza de la trama.
La pantalla se adorna con una curiosa retrospectiva con aire surrealista a mitad de proyección.
Y, hacia el final, termina prevaleciendo un sentido ingenuo y moralizador.

Buena interpretación.
ABSENTA
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6 de septiembre de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se vende como noir pero no lo es, más bien se mueve dentro del drama social.
Tiene cosas interesantes, ingeniosas a nivel narrativo, sobre todo por dos secuencias: el inicio, cuando una canción muy sarcástica va contado que todo básicamente se consigue con dinero. La otra es cuando los protagonistas entran a un club y mientras una cantante comienza su tema se pasa a una escena que representa la letra de la canción, se podría decir que es uno de los primeros videoclips de la historia.
Pero el resto es plano, una historia de amor sosa, con un protagonista desagradable en todo sentido.
La resolución es bastante atípica, hay algo de Capra.
Lo mejor: además de lo narrativo, el concepto de que hasta el mejor jefe de una organización ilegal es más explotador que el peor jefe de una empresa legal, la forma de explicarlo no, demasiado didáctica y medio estúpida.
Lo peor: es aburrida, monótona, los protagonistas no tienen química.
No entiendo qué le veían a George Raft para considerarlo protagonista, no era talentoso, ni atractivo, ni carismático, ni nada.
Manuel
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22 de enero de 2020
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa como Fritz Lang pudiera hacer algo semejante. Somo Sylvia (y antes Lombard, estaba interesada en protagonizarla) estuviera en esta película.

Quizás la censura tuviera mucho que ver, en el sentido que cuando realmente el cine se hacía interesante, sobre todo con el cine negro, la censura puso sus manos y el cine negro poco a poco disminuyó (hasta su futura aparición) y eso, no es cine negro, pero quiere tener tintes negros.

Es un poco como una lección de:

- Se tiene reinsertar a los prisioneros.
- No merece la pena ser ladrón.

Y desgraciadamente todo es un poco patético. Eso sí, Sylvia la hace resurgir un poco pero no lo suficiente.

Me ha llamado la atención el tema de que se tenga un hijo sin casarse, y no haya sido motivo de censura.
edugrn
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