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Chagolate con churros rating:
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August 5, 2011
14 of 15 users found this review helpful
Antes de valorar una adaptación, deberíamos decirnos a la cara si mi idea de una adaptación viene a ser algo similar a lo que busque mi interlocutor o si por contrario, uno piensa en Dulcinea y el otro en la isla Barataria. Creo que una buena adaptación debe mantener el tono de su predecesora y saber jugar las bazas para narrar la historia, con la fuerza de la imagen (y el sonido), y no con unos diálogos calcados de su original. Amputar o cambiar pasajes de una obra literaria a la hora de transformarla en cine, no es que sea pecaminoso, sino que es necesario siempre y cuando sobreviva el tono primigenio. No exijo más, pero desgraciadamente, es un aforismo que veo con escasa regularidad.
Elliott Nugent, realizó en 1949 la segunda adaptación a la gran pantalla de la célebre novela de Scott Fitzgerald The Great Gatsby (en 1926, se grabó una película muda de la que no existen copias). Nugent no terminó de entender del todo la novela, y rodó una adaptación bastante simplista (aunque hay que suponer que Nugent siguió con casi toda probabilidad, directrices de su estudio: la Paramount) de la historia que Fitzgerald escribió. Desde su mismo inicio, Nugent radiografía a Gatsby sin ese halo de misterio que le rodea en la novela. Mientras Fitzgerald sugería, Nugent mostraba sin tapujos dejando todo el peso de la adaptación a unos actores que en muchos momentos flaquean al no encontrar ayuda en el texto (sólo Alan Ladd sabe dotar, en determinados momentos, a su personaje de cierto peso nostálgico). Y es que la novela, más que la historia que cuenta, es en sí un sentimiento de esa generación perdida de escritores que abrieron el baúl del lirismo norteamericano. Es la historia de un Sur y de un Oeste mundano, que luchaba por no ser devorado por una abigarrada y cosmopolita Costa Este. Es la desazón del hombre, que sucumbe ante un sueño imposible, ante una vida que finalmente no es propia, y una muerte que siempre espera en soledad.
Aunque la novela tarda en destaparse, nunca lo hace la película, porque se muestra todo de manera tan atropellada, que no hay tiempo para que el lirismo acabe imperando en la película. Sólo podemos captar ese ideal perdido por un amor eterno (mirada fija en ese muelle cuya luz titila en la casa de los Buchanan), pero deja en el tintero, aquella figura solitaria del hombre desorientado en una vida que se escapa: Gatsby.
- No quiero ser más quien no soy, un caballero -dice Gatsby. Pero Nugent lo embute en un bañadorcito ridículo con una pose absurda que impide creerse cualquier cosa. Mientras que Fitzgerald convierte a Gatsby en una contradicción constante, en la versión de Nugent sólo nos quedamos a medio camino, sin poder ir mucho más allá, de la creación de un dandi enamorado.
Y lo que es más importante, se olvida por completo de unos personajes, que son pasto de una vida que no creen merecer.
Nick Carraway, narrador de la novela, dice en su parte final:
(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
Elliott Nugent, realizó en 1949 la segunda adaptación a la gran pantalla de la célebre novela de Scott Fitzgerald The Great Gatsby (en 1926, se grabó una película muda de la que no existen copias). Nugent no terminó de entender del todo la novela, y rodó una adaptación bastante simplista (aunque hay que suponer que Nugent siguió con casi toda probabilidad, directrices de su estudio: la Paramount) de la historia que Fitzgerald escribió. Desde su mismo inicio, Nugent radiografía a Gatsby sin ese halo de misterio que le rodea en la novela. Mientras Fitzgerald sugería, Nugent mostraba sin tapujos dejando todo el peso de la adaptación a unos actores que en muchos momentos flaquean al no encontrar ayuda en el texto (sólo Alan Ladd sabe dotar, en determinados momentos, a su personaje de cierto peso nostálgico). Y es que la novela, más que la historia que cuenta, es en sí un sentimiento de esa generación perdida de escritores que abrieron el baúl del lirismo norteamericano. Es la historia de un Sur y de un Oeste mundano, que luchaba por no ser devorado por una abigarrada y cosmopolita Costa Este. Es la desazón del hombre, que sucumbe ante un sueño imposible, ante una vida que finalmente no es propia, y una muerte que siempre espera en soledad.
Aunque la novela tarda en destaparse, nunca lo hace la película, porque se muestra todo de manera tan atropellada, que no hay tiempo para que el lirismo acabe imperando en la película. Sólo podemos captar ese ideal perdido por un amor eterno (mirada fija en ese muelle cuya luz titila en la casa de los Buchanan), pero deja en el tintero, aquella figura solitaria del hombre desorientado en una vida que se escapa: Gatsby.
- No quiero ser más quien no soy, un caballero -dice Gatsby. Pero Nugent lo embute en un bañadorcito ridículo con una pose absurda que impide creerse cualquier cosa. Mientras que Fitzgerald convierte a Gatsby en una contradicción constante, en la versión de Nugent sólo nos quedamos a medio camino, sin poder ir mucho más allá, de la creación de un dandi enamorado.
Y lo que es más importante, se olvida por completo de unos personajes, que son pasto de una vida que no creen merecer.
Nick Carraway, narrador de la novela, dice en su parte final:
(Abróchense los cinturones porque esto continúa).
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
"Cuando nos adentrábamos en la noche invernal y la nieve verdadera, nuestra nieve, comenzaba a extenderse a nuestro lado y a parpadear contra las ventanas, y la tenue luz de las pequeñas estaciones de Wisconsin empezaba a pasar, una ráfaga de aire fuerte y vigorizante nos llegaba de repente. Lo aspirábamos en grandes oleadas al regresar después de comer por los fríos vestíbulos, indescriptiblemente conscientes por una extraña hora de nuestra identidad con esta región, antes de confundirnos con ella de nuevo".
"Este es mi Oeste Medio; no el trigo, las praderas los pueblos suecos perdidos, sino los emocionantes trenes del regreso cuando era joven y los faroles de las calles y las campanillas de los trineos en la oscuridad escarchada y las sombras que las ventanas iluminada arrojan a las coronas festivas sobre la nieve. Formo parte de esto, un poco solemne con el sentimiento de aquellos largos inviernos, un poco contento conmigo mismo, pues crecí en la casa Carraway, en la ciudad donde las viviendas todavía se siguen llamando, por décadas, con el apellido de la familia. Y veo ahora que, después de todo, ésta ha sido una historia del Oeste: Tom, Gatsby, Daisy, Jordan y yo, todos éramos del Oeste, y tal vez teníamos en común alguna deficiencia que nos hacía sutilmente inadaptables a la vida del Este".
Inadaptados.
Este es el tono.
"Este es mi Oeste Medio; no el trigo, las praderas los pueblos suecos perdidos, sino los emocionantes trenes del regreso cuando era joven y los faroles de las calles y las campanillas de los trineos en la oscuridad escarchada y las sombras que las ventanas iluminada arrojan a las coronas festivas sobre la nieve. Formo parte de esto, un poco solemne con el sentimiento de aquellos largos inviernos, un poco contento conmigo mismo, pues crecí en la casa Carraway, en la ciudad donde las viviendas todavía se siguen llamando, por décadas, con el apellido de la familia. Y veo ahora que, después de todo, ésta ha sido una historia del Oeste: Tom, Gatsby, Daisy, Jordan y yo, todos éramos del Oeste, y tal vez teníamos en común alguna deficiencia que nos hacía sutilmente inadaptables a la vida del Este".
Inadaptados.
Este es el tono.