Oí en una entrevista que las óperas primas solían ser últimamente la mejor (o una de las mejores) películas de los realizadores. Tienen tiempo para pensar lo que quieren y para reescribir el guión una y mil veces más. Las concesiones que tienen que soportar, están bajo la mirada de la experiencia del productor y suelen ser beneficiosas. Sorprenderse por la calidad de una ópera prima, esta hoy, injustificado. Me remito a la cantidad de excelentes operas primas y fiascos en segundas nupcias del mismo director.
En “La vida de los otros”, su director (paso de hacer un ctrl.+c; ctrl.+v) demuestra sentir cada fotograma de esta película; percibimos el tiempo empleado, las vueltas de cabeza al guión y un inusitado gran trabajo con los actores (algo que suele dar la experiencia). Grandísimo Ulrich Mühe que emociona hasta la médula.
La cinta, compleja y hermosamente resuelta, tiene un pero. Le sobra metraje. Es tal vez, su pero más grande. ¡Pero que final!