La primera vez duré diez minutos. ¡Chicos, hablo de la película! A los diez minutos apague mosqueado mi reproductor. Me dije que si en diez minutos ya me había aburrido no podía esperar nada bueno. Pero a veces, por caprichos del destino, dedico segundas oportunidades. Esta vez, sí, la vi enterita. Dispuesto a culturizarme con tanta cita y tanta historia. De los años frente al televisor he aprendido algunas cosillas. Una de estas es que si estás viendo una “película de cole” americana probablemente oirás a Whitman; si es inglesa Lord Byron cae fijo; francesa, pues ahí tienes a Rimbaud. Vamos, que prácticamente no falla. Tampoco falla el típico profesor cuya misión didáctica va más allá de la marcada por los ministerios. Ni el alumno homosexual, ni el….

… Pues sí, que todo esto esta aquí. Todito junto y revuelto. Y aburre un montón. Un montón porque no ofrece nada nuevo, porque todo sigue una linealidad ya prescrita, porque huele a falso e irreal y porque a la postre lo poco diferente que tiene es que el ligón del cole quiera que su nuevo profe se la chupe. ¡Vega ya!

¡Qué si hombre, qué sí! Que a mí me ha vitaminado mi cerebro cosa mala. Si todo esto lo mezclamos con un melodrama que se ve llegar y con un final rancio y de cara a la galería tenemos un producto del que sólo saco una buena banda sonora y poquita cosa más. Se sabe del esfuerzo, vale, pero no consigue convencerme.