Alan Parker y Oliver Stone son creadores valientes, desde luego. A lo largo de sus carreras ambos han demostrado una temática comprometida pero no pancartista, que ha levantado ampollas allí donde se han estrenado sus films. Lo sorprendente es que El expreso de medianoche trata tantos temas polémicos como para desterrar la carrera de un director y de un guionista de un plumazo.

En la triste historia de un turista norteamericano que en Turquía es víctima de la injusticia judicial por un leve error y paga durante toda su vida la condena, hay cabida para el maltrato, la tortura, la violación, la homosexualidad, la locura y toda clase posible de violencia. Por ello no gustó ni gustará a todos, pero a pesar de tal impacto visual y argumental, El expreso de medianoche se aleja del morbo y el tópico (más aún teniendo en cuenta que se trata de una historia real) y ofrece un apasionante ejemplo de la lucha por la vida y de las virtudes cinematográficas.

Si otro "must" carcelario como es Cadena Perpetua es la versión optimista del encierro y el escape, El expreso de medianoche es un catálogo de horrores difícil de olvidar, ya que el sufrimiento y el vacío de una vida es un lastre que llevará siempre el personaje de Brad Davis, actor tristemente desaparecido, que en el film da un recital humano de primer orden, y pone al servicio de su personaje su cuerpo y sus entrañas.

El expreso de medianoche conserva vivo su carácter reivindicativo gracias al magnífico guión de Stone; conserva el poder visual y la capacidad de provocar de Parker; conserva las grandísimas interpretaciones de su reparto; pero sobre todo, la película es un clásico por la valentía de una historia más actual aún hoy que en su propio tiempo.