Poesía cinematográfica es la que consigue Takeshi Kitano con estas tres historias de amor y de muerte, poniendo de relieve que son dos sensaciones muy próximas.
Quien conozca al director japonés (El Viaje de Kikujiro, Hana-Bi...) no puede acusarle de sensiblería, como he leído a alguno de "los que cobran por decir lo que piensan", también llamados críticos. Porque Takeshi no se va por las ramas, ni busca efectismos baratos, se pone en el lugar de sus personajes y los ama tanto que fagocita sus defectos hasta espiritualizarlos.

Habla el gran Kitano, también guionista, de las decisiones que marcan el resto de nuestras vidas y que, aunque intentemos enmendarlas, no tienen marcha atrás. Y todo lo cuenta de forma reposada, como no podía ser de otra forma cuando estás convencido de que no se puede ir por delante del reloj, ni adelantar los plazos como predicamos en Occidente.

Así es el amor amigos: el que nos convierte en muñecos del destino, el que nos hace vagar dando palos de ciego, el que más calor da y mayor frío, el que nos permite disfrutar por encima de lo humano, el que duele, el que ata, el que mata....Así es el amor, y no el que aparece en las comedietas taquilleras que tú y yo sabemos, y que tú y yo aborrecemos.
¡Buen trabajo Takeshi!