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Sinhué rating:
9
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July 27, 2011
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Siglo XVI en Japón. Un humilde campesino y ceramista y su cuñado, que sueña con ser samurái, pretenden llegar a la capital de provincia para vender sus mercancías y buscar fortuna, a pesar de que los disturbios en la zona amenazan sus familias y escasas propiedades.
Están basados estos "Cuentos de la luna pálida" en una remota leyenda que es perfectamente trasladable a nuestros días. La ambición, el afán de notoriedad, los luminosos horizontes....., siguen insinuándose como cautivadoras luciérnagas, y siglo tras siglo seguimos cometiendo los mismos errores, deslumbrados, apreciamos más lo que ansiamos que lo que tenemos.
Perfectamente ambientada en el medievo japonés, el gran maestro Kenji Mizoguchi, consigue situarnos dentro de las calles de las villas abigarradas de soldadesca, geishas y comerciantes y en los peligrosos caminos de aquellas oscuras aldeas de la época feudal, en las que sólo el fuego y el amor introducían auténtica luz.
El hombre que, salvo dos de sus ochenta y nueve películas, siempre rodó en blanco y negro, no necesita de los colores para dibujar en la pantalla vistosas lentejuelas, pálidas caras de polvo de arroz y atractivos oropeles que pueden convertir las aspiraciones en antesalas del infierno que, al igual que el cielo, está pegado a la tierra.
Están basados estos "Cuentos de la luna pálida" en una remota leyenda que es perfectamente trasladable a nuestros días. La ambición, el afán de notoriedad, los luminosos horizontes....., siguen insinuándose como cautivadoras luciérnagas, y siglo tras siglo seguimos cometiendo los mismos errores, deslumbrados, apreciamos más lo que ansiamos que lo que tenemos.
Perfectamente ambientada en el medievo japonés, el gran maestro Kenji Mizoguchi, consigue situarnos dentro de las calles de las villas abigarradas de soldadesca, geishas y comerciantes y en los peligrosos caminos de aquellas oscuras aldeas de la época feudal, en las que sólo el fuego y el amor introducían auténtica luz.
El hombre que, salvo dos de sus ochenta y nueve películas, siempre rodó en blanco y negro, no necesita de los colores para dibujar en la pantalla vistosas lentejuelas, pálidas caras de polvo de arroz y atractivos oropeles que pueden convertir las aspiraciones en antesalas del infierno que, al igual que el cielo, está pegado a la tierra.