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Sinhué rating:
7
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October 25, 2017
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Este primer largometraje de Elene Naverieni que debe su título al revolucionario, psiquiatra, filósofo y escritor caribeño Frantz Fanon (Martinica, Francia; 1925–Maryland, Estados Unidos; 6 de diciembre de 1961) ha caído como una losa sobre los espectadores de la segunda sesión de tarde del Teatro Calderón, en esta 62 Seminci, del 2017.
Su crudeza, sencillez, poesía del feísmo, blanco y negro granujiento y destilación de la realidad en el extrarradio de Tiflis (Tbilisi), capital de Georgia, ha conseguido los dos efectos más encontrados, y por otro lado habituales, entre el público:
Por un lado los que argumentando que no se va al cine a sufrir, se rasgan las vestiduras y se cortan las venas (¡debe ser que eso no duele!); y por otro aquellos que se dejan impactar, de buen grado, y en este caso además sin chichonera ni coquilla, por los directos y ganchos de una jovencita que, con dinero suizo, nos hace un retrato naturalista de la ciudad en la que nació y en la que, casualmente, existen pobres, prostitutas y negros que, ¡no se lo va usted a creer!, tienen las mismas necesidades de afecto y de visibilidad que el resto de los mortales.
Dudo mucho de que esta ópera prima consiga distribución en España, pero les puedo asegurar que Elene ha sorteado en su presentación el enemigo más temible de cualquier creador: la indiferencia. Y en lo que a mi respecta no la olvidaré, ni quiero, y me mantendré al tanto de sus futuros trabajos.
Su crudeza, sencillez, poesía del feísmo, blanco y negro granujiento y destilación de la realidad en el extrarradio de Tiflis (Tbilisi), capital de Georgia, ha conseguido los dos efectos más encontrados, y por otro lado habituales, entre el público:
Por un lado los que argumentando que no se va al cine a sufrir, se rasgan las vestiduras y se cortan las venas (¡debe ser que eso no duele!); y por otro aquellos que se dejan impactar, de buen grado, y en este caso además sin chichonera ni coquilla, por los directos y ganchos de una jovencita que, con dinero suizo, nos hace un retrato naturalista de la ciudad en la que nació y en la que, casualmente, existen pobres, prostitutas y negros que, ¡no se lo va usted a creer!, tienen las mismas necesidades de afecto y de visibilidad que el resto de los mortales.
Dudo mucho de que esta ópera prima consiga distribución en España, pero les puedo asegurar que Elene ha sorteado en su presentación el enemigo más temible de cualquier creador: la indiferencia. Y en lo que a mi respecta no la olvidaré, ni quiero, y me mantendré al tanto de sus futuros trabajos.