Decía Ted Elliott, guionista de "Shrek", que cuando un filme trata sobre todo, no trata sobre nada. Algo a lo que podemos llamar el "defecto Crash / Haggis".

Porque... ¿de qué trata "Babel"? ¿De niños marroquíes? ¿De una pareja americana en un situación tensa? ¿De mejicanos? ¿De japoneses?

Pues de todo a la vez. Y se da el problema de siempre en esta clase de largometrajes tan corales (aghh, odio esa palabra): los lazos entre historias son débiles (ay, que herramienta tan peligrosa es el destino en manos de guionistas con pretensiones), algunas de esas mismas historias parecen no contar nada (verbigracia: esa japonesa cachonda-incomunicada que no se sabe de qué va) y el tiempo dedicado a cada una es tan reducido que las convierte en cortometrajes.

Pero claro, Iñárritu y Arriaga quieren abarcar EL MUNDO ENTERO con su película (si eso no es ser ambicioso, que venga Dios y lo vea), dibujando un colorido fresco sobre la humanidad (JÁ).

Buenos actores (estrellas y desconocidos), abuso de la BSO (¿a qué tanto momento videoclipero que no añade nada? ¿No es eso autocomplacencia?), cansino uso de la cámara en mano (se te ve el pelo, Alejandro. Tu "realismo" está tan prefabricado como en un anuncio de ltelevisivo de ACNUR) y el resultado es mucho menos IMPORTANTE y relevante de lo que director y guionista desean.

Que Iñárritu se plantee pronto un cambio de aires o la gente se hartará de él.