Vaya por delante que por razones culturales no soy entendido ni entusiasta del cine chino, aunque algunas de sus películas me hayan emocionado, "Ciudad de vida y muerte" es la última que recuerdo. Tambien reconozco que me dirigí a ver esta en concreto por motivos fundamentalmente de horario. Una vez sentado en mi butaca, cerca de la pantalla, en una sala pequeña de las que no facilitan el consumo de crujientes palomitas, me vi sorprendido por un film extraordinario, situado en el polo opuesto de la estridencia, donde una bella historia de amor entre dos seres bellos, sobre todo por dentro, transcurre en un ambiente gris, sin brillos, pero sin caer en el "modo Ripstein" donde la represión política se siente, constante, opresiva, pero no se ve, mientras la fuerza, el coraje y la determinación de sus protagonistas se enfrentan a la situación con las solas armas de su candor, sus miradas y sus sonrisas. Ella fundamentalmente sensible, el extraordinariamente alegre. Durante los diez minutos siguientes al final, mientras regresaba a casa me sentí mejor persona por la sensación que había dejado en mí esta preciosa película de amor.