Basada en la adaptación homónima de la miniserie británica de 1983 sobre los personajes de Lydia LaPlante, pero asentada en Chicago. El plato fuerte es que también escriba el guion Gillian Flynn. Una perspectiva minimalista de los problemas políticos y lo que han significado en gran parte en la vida cotidiana es lo que contornea el filme, acompañado del efectismo de un drama protagonizado por la figura femenina.

MacQueen aporta un sentimentalismo y unos planos con carga multitudinal, tanto que en ocasiones Daniel Kaluuya se come la pantalla y Viola Davis hace brotar el alma del espectador. El protagonismo femenino cobra una vida totalmente descriptiva, símil a la crítica hacia un machismo invisible que resalta de forma imprevisa ante un detonante demoledor y atípico para unas recién-viudas, lo cual recarga al guion con un paso hacia las dificultades que conlleva terminar un trabajo impropio y con insuficiente experiencia.

El thriller neo-noir se concibe desde la sucesión de elementos que intuitivamente comprende un final trágico y sin escrúpulos. Es muy interesante ver una artificiosidad en la ruptura de arquetipo del ladrón y la acometida del plan, debido a que logra escenificarse muy bien el protagonismo femenino en este aspecto. Tiene uno de los mejores plot-twist de la década de los 10, un suspense que recibe una justicia poética, unos encajes inesperados y unas consecuencias agridulces en donde la labor de McQueen es un ejercicio sobrio con una historia impactante, directa y manejada con un nervio más que correcto sin ser una maravilla apoteósica.