Un relato medieval ambientada a principios del siglo XV que en primera instancia logra convencer al espectador de que el drama que se cuece en la obra es tratado con una brillantez absoluta. Joel Edgerton, Timotheé Chalamet y Robert Pattinson simplemente están tremendos, estos actores hacen un trabajo espectacular y es muy divertido verlos en pantalla. El carisma de los personajes y su desarrollo argumental es brutal. Todo gira en torno a la corona y la herencia maldita que deja el anterior rey hacia su primogénito, de esta manera vemos cómo evoluciona a peor un primerizo rey el cual se despoja de todas las buenas intenciones que tenía al principio para con su pueblo. El guion de la obra es muy bueno, hay una constante argumental en la que uno puede percatarse de lo que irá pasando, sin embargo el manejo de la épica y la resolución de problemas es visto de formas geniales y cautivadoras. Añadir además que la banda sonora es simplemente espectacular, y en las mejores escenas del filme se eleva y mejora aún más los momentos narrativos que acontecen. Si tuviésemos que hablar del final, podríamos comentar que hay una clara moraleja. La franqueza en una monarquía (y no la de España) y la responsabilidad social para otorgar al pueblo protección y esperanza como un medio y no como un fin para conseguir lucrarse de las desgracias ajenas. Este filme podría dar paso hacia un ensayo metáforico sobre la monarquía. En su momento Juego de Tronos extendió esta dialéctica y creó de la serie un espacio crítico para ensayar en términos ficticios y literarios sobre la política entre territorios y los grandes poderes ejecutivos. En resumen, Michôd realiza una labor estupenda y provoca una película que posiblemente pueda servir de debate intelectual sobre la consolidación de la monarquía y su estructura de poder, así como un digno tratamiento hacia los conflictos bélicos y lo que suponen en sociedad.