Una aceptable cinta de entretenimiento sci fi que pasado su ecuador descarrila. Un hombre con amnesia fruto de un accidente se somete a un tratamiento experimental high tech para recuperar la memoria. Lo que va descubriendo va de lo desconcertante a lo aterrador.

Su estilo es decididamente televisivo y su progresión la vincula directamente con esos productos de fin de semana tan populares en nuestras cadenas. El protagonista principal está bien trabajado y no cuesta empatizar con él. Cuando entra en la faceta de ciencia ficción lo hace algo atropelladamente, como si tu médico en mitad de una consulta te dice "mira, pasa aquí que tengo una máquina revolucionaria y la vas a probas ahora mismo". Te quedas algo meh, pero bueno, lo dejas pasar. Luego entran los elementos de terror y funcionan bastante mejor, sin ser la repanocha. El caso es que la cosa progresa como un entretenimiento digno y con suspense e intriga porque sabes que alguien oculta algo pero no sabes quien.

Cuando nos adentramos en las cuestiones morales la cosa se tuerce, en parte porque nos suena haberlo visto antes, o al menos parecido. Y porque se produce un cambio de registro brusco que le sienta un poco mal. El actor que da vida a Thomas no encaja tan bien, su personalidad no termina de cuadrar y el proceder de su personaje es un tanto disperso. Las precipitadas escenas finales con la niña de por medio buscan un sentimentalismo facilón que nos recuerda el cariz de telefilm que percibíamos al principio. Espero que no piensen en una secuela con esa escena final, porque han llegado muy justos para terminar esta película sin que se caiga a trozos. Y ya es bastante logro.