Una banda sonora pegadiza e inconfundible, unos actores excepcionales, una narración emocionante, descriptiva, persistente y no carente de sentido del humor, junto al bote de una pelota de beisbol contra la pared de una celda, más conocida cómo, “¡NEVEGAA...!”, hacen de esta cinta, la película sobre prisioneros de guerra por antonomasia y un mito del mundo del cine.

Que quieren que les diga, ¡Steve McQueen!, ¡James Garner!, ¡Richard Attenborough!, ¡Donald Pleasence…! Qué más se puede pedir para enfrascarse en una tarde de cine. Y además, cuando en ella hallemos una de las más increíbles persecuciones en motocicleta, unos fastuosos paisajes en los Alpes bávaros mostrados en todo su esplendor por una resplandeciente fotografía y un final conmovedor, comprenderemos porque esta historia algo pueril nos emociona hasta el punto, de querer volverla a ver, por largo que sea su metraje y por manido que sea su argumento.