Quince años han pasado desde que vi por primera vez La vida de Brian, la recordaba original, ácida y tronchante, pero todo ese humor ha debido de quedarse en mi infancia, quizás por aquel entonces influenciada por una sobrevaloración que iba de boca en boca.

Hoy me he encontrado con una película irreverente y ácida, ambas cualidades con fecha de caducidad. Ver esta película en 2011 es desafiar el imaginario popular, mejor dejarla estar y conservar ese dulce recuerdo de hace veinte años.

En toda la película me he reído en tres escenas, no más, estaba deseando el final de la película por la gran cantidad de escenas absurdas que tiene y su gran canción final. Se salvan 20 minutos de la cinta, así que un seis ya es generosidad.