El nombre de Alan J. Pakula está ligado a cintas de suspense de buena factura y calidad; aquí tenía todos los elementos necesarios para cocer una cinta interesante y después del visionado se queda el sufrido espectador pensando que podía haberle sacado mucho más partido. El problema quizás resida en que una primera media hora bastante buena desemboca en un ramplón thriller de asesinato, habituales en la década de los '90, típico de la sobremesa, visto mil veces, algo enloquecido que hace que pierda toda la credibilidad conseguida.

Se pone el listón alto al creer que el film tratará las obsesiones sexuales de las parejas ricas con sus insípidas vidas acomodadas en la anodina sociedad americana y cuando la película entra en su máximo desarrollo al haber presentado ya a todos los personajes y las cartas puestas sobre la mesa se produce un insatisfactorio giro en la trama que hace que todo el desarrollo sea ya previsible y esperado.

Afortunadamente, la película cuenta con la solvencia de Kevin Kline y Kevin Spacey que hacen todo lo posible por salvar un producto que a veces roza la medianía y gracias a ellos uno consigue terminar de ver el film sin que le entren ganas de levantarse o cambiar de canal.

Recomendable para pasar el rato y para espectadores poco exigentes.