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Spain Spain · Valencia
Carorpar rating:
8
Drama. Romance In Milan, after visiting dear friend Tommaso Garani that is terminal in a hospital, the writer Giovanni Pontano goes to a party for the release of his last book, and his wife Lydia Pontano visits the place where she lived many years ago. In the night, they go to a night-club, and later to a party in the mansion of the tycoon Mr. Gherardini. Along the night, Giovanni flirts with Valentina Gherardini, the daughter of the host, and then he ... [+]
Language of the review:
  • es
August 4, 2017
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Cuando vi “La notte” por vez primera me pareció un coñazo insufrible. Si pude acabarla sin que se me hiciera bola, fue gracias a los reparadores sueñecitos que me estuve echando durante sus pasajes más áridos. Revisitada al cabo de una década —o más—, sigue resultándome un tostón difícilmente digerible, al tiempo que una obra sencillamente sublime.
Que “La notte” —como cualquier película de Antonioni— no es divertida constituye un hecho incontrovertible. La verdad, dudo que haya anidado nunca en el espíritu del ferrarense voluntad alguna de “entretener” al espectador, como si éste fuera un niño, malcriado o deficiente, necesitado de distracciones constantes. Conque, el del aburrimiento es un argumento en su contra que carece de sentido.
Por otra parte, se atribuye a Descartes la sentenciosa “un ateo no puede ser geómetra”. Desconozco si Antonioni sería lo primero, pero sí se nos revela como lo segundo, y de altísimo nivel, en cada uno de los extraños encuadres y angulaciones, siempre desconcertantes y, en su mayoría, de una belleza arrebatadora. La composición de su plano más sencillo encierra más interés que unas cuantas carreras cinematográficas laureadas.
Además, “La notte” cumple su objetivo primordial con notable eficacia. Pocas cintas habrán pintado un retrato más fiel del hastío que viene a suplir el amor de tantas parejas. Si acaso, “Viaggio in Italia” (Te querré siempre, 1954), de Roberto Rossellini. Y lo hace por vía de la antedicha cadencia, morosa como el avance de un glaciar, y merced también a las soberbias interpretaciones de Marcello Mastroianni y, sobre todo, la recientemente fallecida —D.E.P.— Jeanne Moreau.
No sé dónde se desenvuelve Mastroianni con más soltura, si entre las entalladas costuras de un traje a medida o en el papel de pícaro seductor metiéndole fichas a todo lo que respira. De lo que no cabe duda es que, en ambas disciplinas, no ha habido otro como él, referente indiscutible de una masculinidad extinta. Tampoco me atrevo a juzgar —en público— si esto último ha sido para bien o para mal.
En cuanto a Jeanne Moreau, la doliente dignidad que transmite, reñida con cualquier atisbo de resignación, encarna un modelo de mujer fuerte que, para desgracia del género humano todo, continúa estancado en el yermo ámbito de lo aspiracional. Completa el triángulo una Monica Vitti cuya feroz independencia no hace sino agravar, por contraste, la caricatura de sí mismo en que acaba convertido el frívolo escritorzuelo encarnado por Mastroianni.
Carorpar
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