De nuevo R. Meyer ofrece una película envuelta en el celofán provocador de unos tipos duros y de unas mujeres exuberantes que se desnudan a la menor ocasión, lo requiera el guión o no.
La película es vulgar, inconsistente, violenta, exagerada y destinada a una público determinado que, por supuesto, tiene derecho a sus propias preferencias.
Para el resto, la indudable fama y general expectación que provoca el director californiano es el único punto de interés para ver este largometraje puesto que de antemano se sabe que tiene poco que ofrecer.
Pero vale la pena verla porque la cartelera no ofrece todos los días la oportunidad de acercarse hasta una película del controvertido cineasta.