Robert Eggers regresa a la pantalla tras sus célebres largometrajes, La bruja y El faro, con El hombre del norte, un relato épico de venganza enmarcado en el siglo I d.C. en regiones balcánicas del norte de Europa e Islandia. La cinta es un portento visual, con una narrativa plenamente trabajada y una gran ejecución.

Está protagonizada por un elenco estelar muy acertado, liderado principalmente por Alexander Skarsgård en el rol de Amleth, un atormentado príncipe vikingo que busca vengar a su padre. A él se le suma Anya Taylor-Joy como Olga, una astuta esclava con quien cruza destinos, y Nicole Kidman junto a Claes Bang que interpretan a la reina Gudrún y Fjölnir, el hermano traidor del difunto rey. Todo este engranaje de personajes construyen una crónica mitológica de ajusticiamiento que recuerda a lo mejor del Hamlet de Shakespeare.

A nivel técnico, la película es intachable y es, en parte, lo que consigue adentrarnos en la historia de manera tan inmersiva. Destaca la fotografía de Jarin Blaschke, que recrea un escenario de devastación, violencia y oscuridad, acompañado por unos paisajes naturales apabullantes. De la misma forma, los combates son fascinantes, coreografiados a la perfección con ágiles movimientos de cámara. Un ejemplo claro es una de las primeras peleas que sigue a Amleth en un largo plano secuencia mientras se adentra en un poblado.

Asimismo, la ambientación es digna de mencionar. Los espacios y el vestuario nos transportan a épocas de antaño sin perder ni un ápice de credibilidad ni precisión histórica. La banda sonora, además, acrecienta la tensión a lo largo de la trama. Quizá como contrapunto se podrían señalar algunos de los acentos en la versión original, que no terminan de ser del todo certeros.

Con todo, El hombre del norte es una apuesta arriesgada, llena de furia y brutalidad, pero increíblemente cautivadora, que merece la pena experimentar en una sala de cine. Además, pone en evidencia que Robert Eggers es uno de los grandes cineastas en la actualidad.

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