Partiendo de la novela gráfica de Fermín Solís que lleva el mismo título, el director Salvador Simó, con amplia experiencia en el sector; y el guionista Eligio Montero dibujan los inicios del joven director aragonés, allá en 1932, cuando rodó el documental de Las Hurdes, momento que fue un punto de giro en su carrera y en su arte.
Buñuel en el laberinto de las tortugas no se limita a ese hecho, sino que consigue abarcar los temas que componen la vida y obra del futuro Buñuel, vertebradas, sobre todo, alrededor de su emocionante e incondicional amistad con Ramon Acín: su relación con Dalí y el peso de la figura de su padre, sus obsesiones y sueños, su visión singular y sentido del humor…

Simó y el ingente equipo que hay detrás de una producción así logran acercar al genio a la altura de uno mismo, quien sale de la sala de la mano de un Buñuel humano y querible, como lo dibuja la película. Eso se debe en gran medida a la calidad de los actores de doblaje que dan voz al director y a su amigo, Jorge Usón y Fernando Ramos, respectivamente.

No he leído la novela y obviamente tendrá que ver, pero el largometraje funciona tan bien por el ajustado guion y la perfecta creación de los personajes. Esto unido al perfecto engarce de las imágenes reales de la filmografía de Buñuel en el 2D y la música –orquesta de cámara y coro de cuarenta voces– de Arturo Cardelús, conforman una trama que engancha, emociona y realza el cine y la cultura propios.

Sorprende su ausencia en los pasados Goya, aunque consuela pensar que sea por la creciente competencia de la que el sector de la animación puede estar orgulloso. Ojalá los espectadores estemos a la altura.

www.contraste.info