Partiendo de la ausencia de una consistente causa que justifique la vuelta de Bourne a la gran pantalla, Greengrass demuestra una vez más la genialidad que se esconde en cada una de las vertiginosas escenas de acción que tanto echábamos de menos de la trilogía original, si bien es cierto que, en determinados momentos, el hastiado argumento ideado para esta nueva entrega adormece al espectador.

Por otro lado, Matt Damon, tras casi una década desde su ultima interpretación en el mismo papel, consigue, a duras penas, mantener el interés suscitado por esta última cinta. Su compañera de reparto Alicia Vikander, pese a su indudable talento, resulta molesta, reemplazable y en ocasiones insustancial, lo que ocasiona que se eche de menos a Joan Allen (Pamela Landy).

Se trata pues de una secuela que, si bien es cierto que convence tanto al público como a la crítica, no consigue sobrevivir a a la razón de su existencia.