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Lucyfero rating:
7
Drama A dramatic retelling of the post-Watergate television interviews between British talk-show host David Frost and former president Richard Nixon. For three years after being forced from office, Nixon remained silent. But in summer 1977, the steely, cunning former commander-in-chief agreed to sit for one all-inclusive interview to confront the questions of his time in office and the Watergate scandal that ended his presidency. Nixon ... [+]
Language of the review:
  • es
February 19, 2009
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Dudo mucho que Nixon se hubiese deleitado con el combate de Boxeo Alí/Foreman, en octubre del 74 en Zaire. Si lo hubiese hecho, apuesto o dudo que hubiese, además, pronosticado que años más tarde aquel boxeo colgaría los guantes y se sentaría en un sillón. Lo dudo porque coincide en año, y casi en meses, con su dimisión de la presidencia de EE.UU.
En 1977 se celebró aquel combate político, tanto o más apasionante que el pugilístico. En 2008, previo paso por una exitosísima obra de teatro, Ron Howard lo hace película. ¿El resultado? Contra las cuerdas.
Contra las cuerdas porque poco podía salir de esto. A priori, ciertamente, porque poco debía de haber salido del combate de Zaire y miren, el más grande de la historia. Pero Ron no lidia con Alí, ni con Foreman, ni con la grandeza del boxeo. Lidia con su pasado, con sus desventuras fílmicas y, sobre todo, con el hacer teatral; el más grande que embauca la profesión de actor.
Fácil lo ha tenido, válgame dios, y fácil lo ha hecho. Apuesto que (contrario a Nixon y el combate) ha visto la obra de teatro un millón de veces. Tantas veces que su film parece de vez en cuando una ventana a algún escenario londinense. Acierto, sin dudarlo (amante del teatro que soy), pues su película está tan viva como el teatro mismo. Los aciertos llegan cuando, sentados ambos púgiles en sus sillones, comienza a destilarse el aroma del teatro inglés. Antes (es decir, más de media hora de la película) nos muestra los vaivenes del ejercicio de periodismo, entrelazando situaciones de cuestionado rigor histórico.
Foreman comienza rudo, comienza vencedor de primeras. Fuerte, enérgico y reñido; mejor preparado y más capaz. ¿Foreman? Perdón, quise decir Nixon. Ali, en cambio, comienza tan duditativo, tan perdido, tan expoliado, que ni él mismo creía en su victoria; igualito Frost; valga la comparación.
Flaqueadas las fuerzas y mostradas las cartas, Ali aún sigue en pie. El verdadero combate da su comienzo; en una media hora última esplendorosa, con absorvente y fría tensión. Conoces el final, mil veces conocido fue como cayó Foreman; como Ali sacó de dentro las ganas del otrora "¡Soy el rey del mundo!".
"El desafío: Frost contra Nixon" tiene su mayor virtud en ser una película del viejo y maniatado gran deporte del boxeo. ¿Guantes? por un lado la sagacidad del entrevistador y por otro la magestuosidad de un presidente de los EE.UU. Ahí reside el grandísimo valor de la película, el duelo interpretativo de Langella y Sheen, que alcanza por momentos proporciones épicas, como un buen combate por el K.O. (sin condiciones). Gran valor, del que curiosamente Ron Howard no puede presumir como suyo propio, pues es herencia directa de la obra teatral, que conserva sillones y actores.
Siéntanse con cerveza y panchitos; muy cómodos a ser posible, porque van a disfrutar de un grandísimo combate. Sin concesiones ni condiciones. Frost a la izquierda y Nixon a la derecha... ¡Comience el combate!
Lucyfero
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