Valga la idea de querer trasladar a la televisión la vida tormentosa de un hombre de color mal acusado de violación de menores, el resto queda en un enorme DEBE, porque es difícil pasar por alto las, enormes, patinadas que sufre el producto.

En principio, porque a pesar de ser un producto televisivo son demasiado evidentes los cabos sueltos, las historias mal desarrolladas. Si la idea se hubiese centrado en la suerte del prisionero, pues vale, pero no, tenemos sin ninguna necesidad la historia personal de la prota para justificar su compromiso en el caso, como si el hecho de ser pasante de abogada no fuera una buen motivo "per sé".

Luego, las enormes limitaciones a la hora de filmar la propuesta: elipsis hasta el infinito para separar secuencias que duran cinco minutos cada una, y que sea para televisión no la redime porque eso evidencia una carencia terrible para lograr cualquier tipo de fluidez narrativa.

Finalmente, las actuaciones: no es que sean malas, es que están conscientemente acartonadas, tanto en reacción (siempre lo mismo, alguien se rehusa, alguien recapacita y cede con una sonrisa o expresión de estupor final) como en resolución de una secuencia (enfrentamiento, gritos, calma chicha y desenlace). La obra toma una secuencia, le cambia los nombres y el lugar y las repite hasta el infinito.
La salva el ritmo, pero definitivamente es muy poco.