Así es, se le perdona todo, hasta una fiesta de cohetes y miles de disparos que no le dan a nadie; persecuciones imposibles por sitios imposibles. Y es que esto es James Bond, lo sabemos y nos gusta, aunque, esta vez, se han pasado mil pueblos.

Como siempre, una tarde entretenida de cine, un Daniel Craig estupendo y una Ana de Armas extraordinaria, que hubiera merecido más protagonismo. Su escena es soberbia, divertida.

Y, ahora, ¿qué? Quedaremos atentos a qué se inventan para volver a tener un agente 007 en el futuro. ¿Quién sabe? Tal vez se vuelva atrás en el tiempo para contarnos otras aventuras olvidadas. Ya veremos.