Esta película me produce sentimientos encontrados. Está muy bien valorada, pero a mi parecer no es de las mejores de Truffaut. Sí que consigue captar como momentos de vida, atrapar esas pequeñas cosas propias de una etapa de la vida, y eso… eso lo hace como pocos. También retrata París como un maestro, llena de cotidianeidad, cercana, a veces con personajes bufonescos, en un tono delicioso.
Y sigue con el personaje de Antoine, que a mi me parece un alter ego suyo. Él es el hilo conductor del film, un joven inmaduro, sin estabilidad laboral y varios flirteos. El despertar sexual es otro de los temas que maneja Truffaut aquí.

Antoine Doiniel es un personaje inseguro, volátil, torpe. No se acaba de asentar en ningún sitio. Sin muchos rodeos, al inicio Truffaut nos lo presenta cuando es expulsado del ejército, dando sensación de un inadaptado. Seguimos su trayectoria vital, en el que se plasma un bello retrato del amor juvenil y los vaivenes emocionales propios de la edad. Todo nos da la sensación de momentáneo, narrado con la frescura y vitalidad propia de su protagonista.

En efecto, la narración no es muy convencional, con un argumento poco definido, más allá de los avatares del inadaptado Antoine. Me recuerda un poco a algunos pasajes del primer Woody Allen. No es fácil captar esa transición entre la niñez y la edad adulta, y él lo consigue. Película irregular en algunos tramos, pero en definitiva, un acto de amor al cine como él lo concebía.

Por cierto, deliciosa la joven protagonista, Cristine (Claude Jade).