Adaptación de la novela de Rosemary Sutcliff escrita en 1954, y convertida en miniserie en 1977 por la BBC, con ingredientes suficientes para conseguir un “peplum” entretenido y comercial, por desgracia malogrado desde casi el inicio por una mediocre dirección del hasta ahora interesante Kevin Macdonald (“El último rey de Escocia”, “La sombra del poder”), que ahora ya deja de serlo un poco por este nefasto trabajo.

Tras la estela de “Centurión” y la imborrable huella de “Gladiator” parece que el género de romanos vuelve a tener el favor de los productores hollywoodienses, aunque aquí el resultado es más parecido a “La última legión”, ese flojísimo film de Doug Lefler.

En el aspecto formal, lo que más puede interesar a gran parte del público, y donde se debería echar el resto, las batallas, son escasas y están rodadas con planos demasiado cercanos, donde se intuye más que se ve. Da la sensación de estar rodada con prisas, con poca preocupación estética, sin planos abiertos o panorámicos que oxigenen la visión del espectador.

Desde su misma concepción, busca efectismo con escasa fortuna, dada su escasa originalidad y sus inocuos giros argumentales (algo que tampoco se le exige, ¡sólo que sea entretenida!). Su sentido del ritmo (si alguna vez lo tuvo) acaba desapareciendo tras su lioso encuentro con otras culturas, con bastante poco criterio, para sorpresa y confusión del sufrido espectador. En fin, todo previsible y bien masticadito. La deriva final intentando emular a “El señor de los anillos” (¿se supone que era una de romanos?), más las repetitivas alusiones a los valores inquebrantables (honor, lealtad, etc,..) es el colofón de una película más que fallida, que también, aburridísima.

Si no fuera por su promoción y por sus dos actores jóvenes, ahora en boga (Channing Tatum y Jamie Bell, el niño de “Billy Elliot”, que hacen lo que pueden), estaría condenado a ser un producto destinado a pasar directamente a DVD, más propio de un telefilm de sobremesa de cualquier cadena generalista, de ésas de cada 30 minutos de película, 15 de publicidad.

Lo mejor: la presencia de Mark Strong, el mejor villano contemporáneo, que interpreta aquí a un ex legionario romano.

Lo peor: tantas cosas…