Si este verano quieren echar unas lagrimitas entre palomita y palomita ésta es la sala a la que tienen que entrar. Luego se arrepentirán de haber comprado palomitas porque se les quedarán atascadas en la garganta ante semejante nudo melodramático al que el señor Strouse nos somete con el señor Clint Eastwood planeando musicalmente la historia. "Grace is gone" es una película que somete al intelecto cinéfilo a una lucha a vida o muerte entre su más que evidente manipulación emocional y la objetividad de saber que nos la están metiendo doblada pero que no nos podemos quedar sólo con eso. Porque dentro del largometraje hay un tono minimalista acertado, un Cusack soportable, un mensaje que alcanza su potencia abismal en las palabras de la hija mayor (no entraré en detalles...), en su rostro, en el hecho insostenible de hurgar en la herida mediante sutiles pinceladas que no se desvirtúan ante el acometido lacrimógeno general. Es una película para dejarse manipular, para ahondar en la naturaleza traidora del cine, para quedarse indefenso, si no se dejan corren el riesgo de sentirse estafados, advertidos quedan.